Para la elaboración de esta cuestión de la fisiología, nos acogemos a la idea que anima, para el caso de Nietzsche, el trabajo de quienes alimentan el Hypernietzsche,1 a saber, concebir su filosofía en evolución; para el caso de Bergson, su misma filosofía supone que esta se encuentra en desarrollo, puesto que al tratar de renovarse siempre el esfuerzo de situarse en la intuición original, ello implica el rechazo explícito de la ilusión retrospectiva que brindan los desarrollos posteriores de cada uno de sus libros. De ese modo, vamos a suponer ambas filosofías en proceso y, por lo mismo, las tomaremos en periodos intermedios de su desarrollo, en los cuales se afianzan sus críticas y sus apuestas características en materia de fisiología. En Nietzsche nos centraremos principalmente en el periodo medio y en las notas de esa época; en Bergson, en el momento de Materia y memoria, pero sin abandonar el punto de partida de toda su filosofía presente en el Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. Para decirlo en otras palabras, nos situaremos en medio del desarrollo de sus pensamientos e intentaremos dar cuenta de lo que piensan acerca del cuerpo en su transcurrir. Nuestra intención no consiste en establecer una simple comparación entre las ideas de los dos autores; se trata, más bien, de ir entrecruzándolas en los momentos pertinentes, sin desconocer sus diferencias, y al final plantear un complemento entre sus apuestas particulares: rescatar la “seriedad” de la pasión y su carácter fisio-psicológico no se entiende sin una consideración de la fluidez de duración interior que entraña el vínculo o, mejor, la continuidad entre los procesos internos y los procesos fisiológicos.
Este camino lo emprenderemos a lo largo de cuatro capítulos, distribuidos en dos partes. En la primera parte estudiaremos, a manera de punto de partida, el cuerpo que se nos hace patente, en el caso de Nietzsche, en el dolor o la experiencia de la enfermedad, como aquello dado e ineludible que sentimos y que, en la labor del filósofo, está vinculado a sus ideas; en el caso de Bergson, en su determinación de la experiencia interior de la duración no deja de considerar las distintas influencias que tienen ciertos estados del cuerpo en esa consideración, como es el caso del esfuerzo muscular. Los dos filósofos observarán en la fisiología un factor que es capaz de profundizarnos o de permitirnos establecer con un mejor grado de precisión las relaciones y diferencias entre nuestra vida exterior y nuestra vida interior. En la segunda parte queremos probar con mayor detalle, entrando en los procesos propios de cada una de las dos filosofías, en qué forma el cuerpo es un factor decisivo en el proceso de interiorización exigido por el ejercicio de la filosofía y en qué medida este ejercicio se transforma cuando estamos más atentos a lo que nos es inmediatamente dado, sean nuestras pasiones y apetitos, sea el dinamismo interno del tiempo en su decurso real. En fin, si en la primera parte el cuerpo adquirió el sentido de lo inevitable e ineludible, en la segunda parte adquiere, para los filósofos, un carácter más dinámico, en la medida en que se lo ve desempeñar un papel más flexible dentro del fluir del todo real. De este modo, también la segunda parte, además de tener un tono principalmente demostrativo y analítico, en determinados momentos, será un esfuerzo por trenzar ciertas ideas donde se puede señalar que coinciden Nietzsche y Bergson, de tal forma que en la parte final haremos un ensayo de mostrar cómo las dos filosofías se complementan, dado que entender la pasión como una realidad fisio-psicológica adquiere un sentido más preciso si la vinculamos con la experiencia de la duración interna, que, como veremos, es parte constitutiva de los procesos que animan los estados fisiológicos.
Por último, queremos señalar dos aspectos que formaron parte de nuestro trabajo. Los dos textos más completos acerca de la relación entre Nietzsche y Bergson son, a nuestra manera de ver, Bergson, Schopenhauer, Nietzsche. Volonté et réalité de Arnaud François y L’autre métaphysique. Essai sur Ravaisson, Tarde, Nietzsche et Bergson de Pierre Montebello. El primero, un completo estudio sobre la relación entre voluntad y realidad en Bergson, Schopenhauer y Nietzsche, a partir de los temas fundamentales de sus filosofías, quiere mostrar la novedad y el aporte particular de Bergson al tema, en especial en lo referente a la conciencia, sin la cual no puede establecerse la naturaleza interior de la duración. El segundo es un texto que quiere mostrar el aporte que, a finales del siglo XIX, hicieron los cuatro filósofos estudiados, a partir de su distancia respecto del kantismo, en lo que tiene que ver con las relaciones entre la materia, la conciencia y la vida. Sin descuidar los aportes de estos dos textos, decidimos, por nuestra parte, concentrarnos en el tema del cuerpo en Nietzsche y Bergson, así como en el significado que adquiere la fisiología en el interior de sus respectivas filosofías.
El segundo aspecto tiene que ver con el llamado constante a las expresiones alemanas o francesas al lado de la traducción de los términos originales; unas tienen el sentido de mostrar su distancia de las traducciones consultadas en español, otras, el de llamar la atención sobre el término en cuestión, y pretenden resaltar su importancia o particularidad, otras, en fin, intentan mostrar también diversos sentidos que puede tener la palabra en el idioma original y en español, que enriquecen la imaginación filosófica del lector. Con todo ello hemos querido darle un fuerte énfasis a las posibilidades que tiene nuestro idioma como potencia expresiva filosófica. Emprendamos ahora el camino que nos propusimos.
1 Véase la página www.nietzschesource.org; cf. también D’Iorio (2004).
Primera parte
El cuerpo irreductible: dolor y esfuerzo
“Cuerpo soy yo íntegramente” (Z, “De los despreciadores del cuerpo”). Esta sentencia en boca del propio Zaratustra, en las primeras páginas de “Los discursos de Zaratustra” en Así habló Zaratustra, parece de un realismo extremo y hasta de un materialismo facilista. La podríamos modificar, para convertirla en una pregunta: ‘¿cuerpo soy yo íntegramente?’. Comenzamos de este modo el presente recorrido proponiendo que, si ello es cierto, entonces habría que investigar las implicaciones de este hecho para el ejercicio de la filosofía, puesto que la afirmación del sapiente Zaratustra constata cierto estado de cosas sobre un sentido específico de lo humano: él dice ser enteramente cuerpo y con su discurso anuncia a otros el significado de esta sentencia –el tono grave y agudo de toda la sección del Zaratustra llamada “De los despreciadores del cuerpo” le da la fuerza de una doctrina (cf. Jara, 1998, pp. 186-193; Conill, 1997, pp. 112-123; Deleuze, 1986, pp. 59-67; Stiegler, 2003)–. La sentencia completa dice, entonces, lo siguiente, oponiéndose abiertamente a quienes sostienen –‘puerilmente’– un dualismo que separa el alma del cuerpo: “Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo [Leib] soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y el alma es solo una palabra para designar algo en el cuerpo” (Z, “De los despreciadores del cuerpo”).
El desarrollo de todo el apartado muestra que no está en el propósito de Zaratustra ni de Nietzsche sostener un materialismo craso (cf. Héber-Suffrin, 2012, tomo I, pp. 90-97; Granier, 2006, pp. 87-90), concibiéndose a sí mismo o al resto de los hombres como simples cuerpos físicos. Cuando se habla de cuerpo en el Zaratustra se busca revalorizar el cuerpo viviente como un punto de vista privilegiado