Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia. María Isabel Zapata Villamil. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: María Isabel Zapata Villamil
Издательство: Bookwire
Серия: Taller y oficio de la Historia
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587813647
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su lugar se empezó a destacar el que tenía olfato para husmear en los chismes de la calle.8

      Como ha sido expuesto en la ampliación de los espacios de discusión pública evidente en el caso de la prensa, por igual tuvieron injerencia factores económicos, tecnológicos, sociales, culturales y políticos. En ese sentido, es fundamental tener en cuenta que, para analizar la opinión pública de finales del siglo XIX, no solamente nos debemos internar en su forma de funcionamiento, sino también en los discursos que ella misma emitió, lo cual remite a un marco de referencia mucho más amplio, como el republicanismo y el liberalismo que circulaban a finales del siglo XIX y comienzos del XX en Colombia y en México, a la manera que será expuesta más adelante en este trabajo. Al observar estos cambios en la opinión pública, es notorio que obedecieron a la iniciativa de autoorganización de diversos sectores de la población, así como al estímulo y la acción estatal. Como se ha explorado en el apartado anterior, en el siglo XIX las asociaciones y la prensa no solamente tenían como fin la expresión de los individuos en público, sino que terminaban por constituir el lugar de legitimidad de los gobernantes, en la medida en que estos habían perdido su legitimidad divina, y esta pasaba a manos de la voluntad de los sujetos.9 En esa medida, si además se tiene en cuenta la propuesta teórica de la historia conceptual,10 tanto la prensa como las asociaciones se constituyeron en la segunda mitad del siglo XIX como actores políticos, en la medida en que el fin que buscaban alcanzar al publicar no era solamente comunicar, sino que su intención también era generar hechos políticos, tramar intrigas, generar alianzas o socavarlas, u otro extenso conjunto de posibilidades.11

      Hasta tanto se ha sostenido que, durante el siglo XIX, la opinión pública se centró en el tema político y que, en esa medida, como principal difusor de tal opinión, la prensa escrita se enfocó de igual modo en el tema político. Por tanto, en su gran mayoría las fuentes de financiamiento correspondían a los dueños de los medios y a lo que se lograba de sus ventas. Con el objetivo de superar disputas ocasionadas por los intereses políticos que dirigían los editoriales, los directores de los periódicos se vieron en la necesidad de incorporar nuevos recursos, y así buscar el aumento de los recursos por medio de la venta de información, la publicación de fotografías, el entretenimiento y las propagandas. Los casos de El Tiempo (1911), en Colombia, y El Imparcial (1896), en México, fueron claros ejemplos de la etapa en la que se incorporaron novedades en los periódicos, en cuyos casos estos comenzaron a adquirir un perfil de empresa; no obstante, todo estuvo direccionado hacia la política. Una de las estrategias más utilizada por Porfirio Díaz para controlar la prensa fue apoyar económicamente a algunos periódicos, en especial a El Imparcial, para que su régimen obtuviera un respaldo significativo. Cabe señalar que El Imparcial no fue el único periódico de Rafael Reyes Spíndola; también contó con El Mundo Diario, que circulaba en la tarde, el diario vespertino el Heraldo, al igual que El debate y El Mundo Ilustrado, el cual fundó en Puebla, pero que trasladó a Ciudad de México. En la época, también contó con las revistas El Mundo Cómico, Actualidades y la Revista Universal. Y así como en los anteriores casos tuvo como fin apoyar a Porfirio Díaz, con El Ahuizote, fundado en 1911, buscó atacar a Francisco I. Madero.12 Pero, mientras estos periódicos se organizaban cada vez más como empresas lucrativas al servicio de intereses políticos, a su lado permanecían publicaciones que mantenían las características de los periódicos políticos del XIX; efímeros, contaban con muy pocos recursos, y solo permanecían mientras se prolongara un periodo electoral. Aquellos fueron los casos de Gil Blas o El Liberal, que solo se mantuvo para proponer la candidatura de Rafael Uribe Uribe a la Asamblea Nacional Constituyente de 1909.

      En sí mismo, el uso de tecnología no significó que la prensa hubiera dejado de ser política y que estuviera centrada únicamente en intereses económicos. Tampoco es conveniente endilgar el uso de la tecnología únicamente a determinada corriente política, ni en Colombia ni en México. En la mayoría de los casos, hasta donde lo permitieron los recursos económicos, los periódicos de todas las corrientes incorporaban adelantos tecnológicos. De tal modo, la discusión de dicha incorporación no se centraba en ese hecho como tal, sino a disposición de quién se ponía. Mientras que en Colombia los conservadores consideraban que estaba al servicio de la ley divina,13 los periódicos de tendencia republicana, como El Tiempo, La Fusión y Gaceta Republicana, entre otros, consideraban que el mismo pueblo, y el servicio a este, garantizaban que la prensa no se convirtiera en el un medio lacónico, arrogante e irresponsable; disposición que excluiría así a la ley divina.

      Entre los nuevos adelantos técnicos que se incluyeron en la prensa a principios del siglo XX, se encuentra la fotografía como un nuevo elemento que permitía atraer nuevos sectores, dentro de los que se podían incluir analfabetos o personas con ciertas limitaciones para la lectura exhaustiva. Además, la fotografía reforzaba los conceptos de verdad, objetividad y comprobación.14 De igual modo, la fotografía instantánea encarnaba la nueva propuesta de representación relacionada con el concepto de noticia recientemente desarrollado, y permitía que el reportero desarrollara una forma de narración que buscaba recrear la realidad de manera exacta.15 En el caso colombiano, precisamente el 24 de julio de 1910 apareció el semanario El Gráfico, de tendencia republicana; publicación fundada por Abraham Cortés y el cronista Alberto Sánchez de Iriarte —conocido como el Dr. Mirabel— la cual tuvo como tema principal en su primer número la celebración del centenario de la independencia. Aquella publicación tenía como género principal la fotografía, con imágenes de ese tipo en todos sus números, en la mayoría de sus páginas. Con respecto al caso mexicano, al final del siglo XIX y comienzos del XX, en su mayoría, los autores que proveían de fotografías a la prensa eran alumnos de artes plásticas que encontraban en la comercialización de sus obras la fuente de sustento. En ese escenario, el dibujante de origen catalán Rafael Lillo fue el primero que introdujo en México la historieta moderna, tal como se la conoce, con sus personajes constantes, sus globos y líneas de fuerza, entre otros aspectos. Aquellas creaciones se llamaron “Las aventuras de Adonis” y, luego, “Las desventuras de Adonis”, desde 1908.16 Cabe señalar que, en medio de su importancia, El Imparcial se caracterizó por la profusa utilización del recurso gráfico; tanto así que, desde el año 1902, en aquel periódico se publicaba el jueves una línea de suplementos gráficos que pasó a circular los domingos en 1910.17 De igual modo, El Nuevo Tiempo contenía un elemento fotográfico notorio en sus páginas.

      Sin embargo, la ilustración no solo buscaba impregnar de certeza las publicaciones, o atraer compradores, como fue el caso de la fotografía; la caricatura tenía como función caldear la discusión y la oposición política, como se había hecho a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. De igual modo, es notorio que las caricaturas colombianas del periodo eran directas y explícitas (figura 1), mientras que en México dichas caricaturas no volvieron a aparecer en el periodo de Porfirio Díaz, ante la persecución que padeció la prensa. La persecución que sufrieron los periodistas llegó a ser tan fuerte que en la cárcel de Belén había una celda llamada especialmente “Celda de los periodistas”,18 y en su reemplazo aparecieron hojas volantes de personajes que representaban una fuerte crítica a la clase dirigente del momento, como las calaveras.19 En tal contexto, el genio de las calaveras fue José Guadalupe Posada, quien publicó en noviembre de 1889 la primera en la portada de La Patria Ilustrada. En la actualidad, Guadalupe Posada es muy conocido por la calavera llamada La Catrina.

      En Colombia son notorios algunos ejemplos aislados de periodismo de denuncia a lo largo del siglo XIX, los cuales según Maryluz Vallejo pueden ser rastreados en sus inicios hasta Antonio Nariño y su papel en La Bagatela. Después de ese antecedente, comenzaron a aparecer autores que utilizaban sus publicaciones para denunciar temas específicos; entre ellos, se encuentran Alfredo Greñas, con El Zancudo, y Santiago Pérez, con La Defensa, publicación que le valió el destierro del país; por último, el caso más conocido fue el de Carlos Martínez Silva, quien denunció la emisión clandestina de dinero que ejecutó el Banco Nacional, ordenada por Miguel Antonio Caro. Por tal motivo, El Correo Nacional fue cerrado en 1894.20