Como acabamos de observar, uno de los temas más relevantes al final del siglo XIX y comienzos del XX fue el equilibrio entre la defensa del honor de los ciudadanos, y la tan prometida libertad de prensa.69 En la época, el honor era algo a lo que todos tenían derecho; no dependía de la riqueza o de la cuna. En tal escenario, la situación de los hombres públicos era que sus vidas privadas se veían expuesta al escrutinio público; un tema que fue sensible, tanto en México como en Colombia. En el caso colombiano, durante la segunda mitad del siglo XIX se vivió la libertad de prensa absoluta durante el periodo del Olimpo Radical. A pesar de eso, no dejaron de aparecer episodios de persecución a periódicos, como lo ejemplifica el hecho de que El Tradicionalista fuera obligado a tomar un préstamo del Gobierno en 1876, según el mismo Miguel Antonio Caro; asimismo, como vimos, en México eran más frecuentes las denuncias de abusos hechas por la prensa, que las denuncias del Gobierno o de las autoridades del Gobierno en contra de la prensa. Pero, con la Constitución de 1886, esa situación cambió. El argumento de los constituyentes para implementar dichos cambios fue que la libertad absoluta de prensa dejaba la posibilidad de que se presentaran abusos que, en palabras de Miguel Antonio Caro, podían terminar en el pasquín, la pintura obscena, la caricatura ultrajante y el insulto a la autoridad.70
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