A principios de los ochenta, tres oculistas diferentes me diagnosticaron degeneración macular. Los tres estuvieron de acuerdo en que la dolencia era irreversible. A finales de los noventa llegaron a la conclusión de que estaba empeorando y no podía hacerse nada.
Cuando mi mujer Sandra y yo planeamos unas vacaciones a la Isla Grande de Hawái, una de mis estudiantes me sugirió que visitara a un anciano sacerdote chamán en la costa de Kona, un kahuna espiritual al que conocía, para pedirle ayuda. Parecía una idea perfecta. También sentía curiosidad por conocer al hombre, Lanakila Brandt, que aunque de ascendencia medio alemana, se había convertido completamente a la religión hawaiana y gozaba de la reputación de ser uno de los últimos cinco kahunas auténticos que quedaban en las islas.
Lo encontramos en la pequeña comunidad de Capitán Cook, así llamada por encontrarse a pocos kilómetros de la bahía Kealakekua, donde el célebre navegante y explorador británico del siglo XVIII desembarcó en Hawái y donde fue asesinado más tarde.
Lanakila accedió generosamente a tratar mi dolencia ocular si yo me sometía a un programa diario diseñado por él. Durante cinco mañanas y tardes, y mientras yo yacía tendido sobre la espalda, él rezaba ante un altar de imágenes de deidades hawaianas tradicionales esculpidas en madera adornada de hojas y flores.
No experimenté nada digno de mención hasta la quinta y última tarde, cuando sentí que el espíritu de una persona fallecida entraba en mi conciencia y me mostraba una escena en color. Nosotros (el espíritu y yo nos habíamos fundido) mirábamos una bahía en dirección sur. Tuve la impresión de que se trataba de la bahía Kealakekua y que estábamos en algún punto intermedio de la ascensión al acantilado que la preside. En el agua se perfilaban dos fragatas ancladas. En aquel momento no sabía que el capitán Cook había llegado en dos barcos, pero pensé: ¡capitán Cook! y me pregunté si el espíritu era el de un marinero británico o el del propio Cook. Luego me planteé si el espíritu era hawaiano. Aún no estaba seguro.
Entonces sucedió algo muy extraño: el espíritu empezó a hablarme en un lenguaje que no comprendía. Ni siquiera sabía si era hawaiano, porque las únicas palabras que conocía, como cualquier visitante a las islas, eran «aloha» y «mahalo» (gracias). Sin embargo, el espíritu, que parecía claramente masculino, se repetía sin cesar, insistiendo con la aparente intención de que recordara sus palabras. Poco a poco memoricé el mensaje, con alguna dificultad debido a que tenía que concentrarme en ignorar las oraciones recitadas por Lanakila. Me repetí silenciosamente las palabras mientras yacía boca arriba, con los ojos cerrados, esperando que cuando el ritual concluyera Lanakila me dijera si eran o no hawaiano. En cuanto acabó, anoté las palabras, le expliqué lo que había pasado y las leí en voz alta. Estas eran las palabras: Hele hele aku i ka pono.
«Es una buena señal», esbozó una amplia sonrisa. «Has hablado hawaiano. Lo que has dicho es, literalmente: ¡Adelante! ¡Adelante! Adelante hacia todo lo positivo. Tu mensaje significa: “Avanza con toda tu fuerza (con tu vida); todo es positivo, pues estás en el camino correcto”.»
Recientemente envié las palabras que me brindó el espíritu, junto a la traducción de Lanakila, a un profesor de hawaiano de la Universidad de Hawái (Hilo) para comprobar la corrección de la frase recibida y su traducción. Respondió: «… el hawaiano es bastante correcto e incluso incluye la partícula direccional, aku». Su única sugerencia fue añadir «una coma después del primer hele». ¡Evidentemente, el espíritu no me habló de coma alguna!2
Pregunté a Lanakila: «¿Cuál es el camino correcto?», porque la frase era nueva para mí.
«Es el camino moral, el camino correcto», respondió y añadió: «Has sido bendecido con ayuda, y tus ojos apreciarán el resultado. Ten presente que la cura puede tardar unos meses».
Dicho y hecho, cuando unos meses después me sometí a una revisión mis oculistas no pudieron encontrar prueba alguna de degeneración macular. Esa inversión, dijeron, era imposible, y la única explicación que encontraron era que los diagnósticos previos eran erróneos (¡aunque se habían repetido a lo largo de una década!).3
Unos tres años más tarde descubrí un nuevo libro sobre Fiji (otra cultura isleña del Pacífico), titulado The Straight Path of the Spirit, de Richard Katz. El título me resultó muy llamativo, porque desde el encuentro con Lanakila no había encontrado ninguna mención al «camino correcto» (Straight Path). En el libro de Katz descubrí que las palabras del espíritu guardaban relación con los conocimientos de otros isleños del Pacífico y, además, que el concepto era decisivo en su cultura espiritual.
Milagro 3: hablar en finés
Cuando los chamanes se «encarnan» o se funden con un espíritu que ofrece su ayuda, es natural que hablen en la lengua de ese espíritu. Lo notable, como en mi caso como paciente en Hawái, es que las palabras puedan traducirse si está presente alguien que conozca la lengua.
He aquí otro ejemplo personal. En uno de mis cursos se invita a los espíritus a fundirse con los participantes para ofrecerles su poder curativo. Al sonido de los tambores, cada participante aguarda con paciencia hasta que un espíritu sanador se une a él y le induce a cantar y danzar para transmitir a otros el poder curativo. Lo hacen uno tras otro.
En esta ocasión, un espíritu propicio se fundió conmigo. Como es habitual, al experimentar su poder curativo, yo («nosotros») empecé a cantar y danzar espontáneamente en el círculo del grupo, mientras de mi labios brotaban palabras incomprensibles y reiteradas incisivamente hasta que mi danza concluyó y pude sentarme.
Al final de la sesión, los participantes compartimos la experiencia. Una mujer finlandesa alzó la mano y me preguntó si sabía lo que yo había estado cantando. No tenía ni idea. Me dijo que había cantado en finés y había repetido la frase: «¡Basta de universidad!». Esto provocó un gran estupor y risas en el grupo, pues los estudiantes sabían que hacía poco me había negado a seguir el camino de la vida académica como profesor. Y, evidentemente, no sabía finés.4
Milagro 4: hablar en noruego arcaico
Como he explicado anteriormente, lo que parece imposible o milagroso al no chamán es realmente sencillo e incluso rutinario cuando uno sabe que 1) los espíritus existen de verdad, y 2) si los espíritus lo desean, pueden hablar por medio de los chamanes. Mientras dirigía un curso avanzado de iniciación en 2008, pedí un voluntario para una demostración de estas realidades. Amanda Foulger, miembro de nuestra facultad, se ofreció a ello.
Le pregunté si conocía las nacionalidades de sus ancestros. Dijo que eran fundamentalmente ingleses, en segundo lugar escoceses y remotamente noruegos. Dado que era californiana, la única lengua que ella conocía era el inglés.
A continuación le pedí que entrara en el estado chamánico de consciencia o ECC con ayuda de la percusión reiterada para que se fusionara con uno de sus ancestros del siglo XVI o una época anterior y que ese ancestro se expresara utilizándola a ella como mediadora. Todo esto ocurrió en presencia de unas 40 personas.
Tras unos dos minutos de percusión, Amanda se incorporó y el sonido del tambor se interrumpió. Empezó a hablar en voz alta, balanceando lentamente los brazos hacia adelante y hacia atrás. Una vez concluyó y tomó asiento, los estudiantes la miraron confundidos porque sus palabras parecían completamente ininteligibles.
Sin embargo, una estudiante familiarizada con las lenguas escandinavas alzó la mano. Dijo que Amanda había hablado en una forma arcaica de noruego. Además, continuó, el espíritu que hablaba a través de Amanda parecía ir de caza y discutir con un compañero sobre cuál era la dirección correcta. Esto sorprendió a los estudiantes y a la propia Amanda, que no sabía ni una palabra de noruego.5
Milagro 5: una cura que el médico afirmó no ofrecer jamás
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