De nuevo se trata de un esfuerzo de interpretación. Es probable que la retirada de Valia animase a vándalos y suevos a extender sus respectivas áreas de dominio. Los vándalos asdingos se encontraban ahora reforzados por los grupos residuales supervivientes de alanos y quizá también de silingos. Las razones del enfrentamiento entre el rey vándalo Gunderico y el suevo Hermerico no parecen claras. En el texto de Hidacio se lee certamine o dissensione, según los manuscritos[165]. Lo que estos términos ocultan pudo ser un conflicto de liderazgo ante la nueva situación, o diferencias ante la estrategia que se debía tomar frente al mismo poder imperial. Gregorio de Tours apunta a un conflicto territorial debido a la contigüidad de sus dominios[166]; Isidoro de Sevilla consideró tiempo después que la causa había sido la ruptura de un acuerdo previo entre ambos reyes («dum rupto foedere pacis»)[167], aunque las características de ese acuerdo son imposibles de precisar. La idea de que los suevos, conscientes de su debilidad, se habían colocado voluntariamente bajo la protección asdinga[168] de la que, pasado el tiempo, habrían querido librarse es meramente especulativa; como lo es que los vándalos necesitaban nuevas tierras con el incremento de necesidades que había supuesto la incorporación de silingos y alanos[169]. En estas circunstancias la corte de Rávena envió al comes Asterio[170] y al uicarius Maurocello, para acabar con los germanos en Hispania pero también para evitar la recuperación del usurpador Máximo, al que Orosio había mencionado por última vez refugiado entre los bárbaros de Hispania y que ahora parecía moverse en el séquito de Gunderico[171], lo que podría confirmar la existencia de un viejo acuerdo. Estos enviados atacan a los vándalos, simplemente porque eran los más fuertes[172], quienes se vieron obligados a abandonar Gallaecia. El desenlace parece complicarse pues Maurocello tuvo que huir de Braga y al menos algunos de sus hombres fueron asesinados entonces[173]. El texto no dice si los responsables de estas muertes fueron suevos o vándalos; de ser los segundos, lo que es más factible, implicaría que los suevos aún no controlaban la capital de la provincia en este momento[174]. Los vándalos se trasladan a la Bética; el grueso de los hallazgos arqueológicos dan a entender que se asentaron sobre todo entre el Guadiana y el Guadalquivir, la costa de Málaga e incluso zonas de la Lusitania en el territorio de la actual Beja[175], aunque sus correrías debieron de extenderse por todo el sur peninsular[176].
Constancio, elegido el año anterior como colega por Honorio, muere en el 421. Esto significaría el retraso de la respuesta imperial, y daría a Máximo la posibilidad de recobrar protagonismo por un pequeño periodo, apropiándose de nuevo de la Tarraconense. Hidacio no alude al episodio en su crónica y las fechas exactas de esta segunda, e hipotética, usurpación permanecen confusas[177]. En el 422 Rávena envió al magister militum Castino[178]; el alto rango del personaje da a entender la importancia que la recuperación de Hispania tenía para la corte. Castino contaba con un gran ejército; la Chronica Gallica[179] dice que perdió 20.000 soldados, a los que se unían auxiliares godos. Cuando los vándalos habían sido reducidos y parecían dispuestos a rendirse, salieron a campo abierto y en la batalla, traicionados por los auxiliares godos, los romanos fueron derrotados. Castino tuvo que retirarse a Tarraco[180]. La fuerza de los suevos en los años siguientes es incierta. En realidad no sabemos si fueron capaces de controlar políticamente la provincia o sólo de merodear y saquear. Courtois[181] cree que en los años 423-424 los vándalos seguían pugnando por el control de la Bética central. La ciudad de Córdoba parece poderosa en el periodo y fue capaz de convertirse en un bastión independiente importante hasta la época de Leovigildo. En el 425 los vándalos se dirigen hacia Cartago Spartaria, las islas Baleares y Sevilla, a la vez que hacen una primera incursión en Mauritania[182]. En el caso de Sevilla no se puede aseverar si Gunderico fue capaz de ocuparla de manera permanente; quizá no lo hizo hasta el 428, cuando muere en la ciudad y es sucedido por su hermano Gaiserico[183].
En mayo del 429 los vándalos cruzaron a África[184]. Según Víctor de Vita serían unas 80.000 personas en total[185]. Es posible que aprovechasen el desorden que la revuelta de Bonifacio en el 427 había llevado a la zona[186]; incluso pudieron haber sido llamados por éste[187]; en cualquier caso eran unas provincias ricas y no contaban con ningún otro pueblo germano competidor. En Hispania los suevos no eran fuertes en ese momento, pero el mismo Hidacio informa de que Gaiserico, mientras organizaba el paso del estrecho, volvió sobre sus pasos hasta Lusitania donde una banda de suevos saqueaba la provincia. Parte de los soldados de esta banda guerrera fueron muertos y su cabecilla, Heremigario, aunque consiguió huir, se ahogaría después en el río Guadiana[188]. La actuación de estos suevos se pudo dirigir contra los vándalos. Si, como hemos mencionado, éstos se habían asentado en la zona oriental de la Bética y el sur de Lusitania, podrían haber litigado durante un tiempo en los límites de sus respectivos dominios. Si atendemos al criterio de Gregorio de Tours, cuando los vándalos se dirigían a África, los suevos (en esta ocasión los llama exclusivamente alamanes) los persiguieron hasta el otro lado del mar[189]. Sin descartar que los suevos estuviesen actuando en esta ocasión como aliados de los romanos[190]; más bien, se asemeja a un personaje que actuara con independencia de su mismo monarca, en una relación comparable a la que Anaolso mantendría con Teodorico I[191]. Más difícil es imaginar que combatiesen por cuenta del Imperio, siendo ésta la contrapartida militar sueva de un acuerdo formalizado[192]. Aunque la reacción vándala parezca la respuesta a un ataque serio, probablemente sólo pretendían cubrir su retaguardia en un momento en que la logística del tránsito a África los habría obligado a abandonar cualquier punto estratégico sorprendiéndolos en una situación de debilidad. Su victoria sobre Heremigario tampoco debe ser interpretada como una gran victoria sobre los suevos, como cree Stein[193], quien además, amparándose en Chronica Gallica[194], defiende que los vándalos derrotaron simultáneamente a un ejército romano. La referencia de Cassiodoro[195]