Jorge Luis Borges, México, Ediciones Era/El Colegio Nacional, 2019, 116 p.
TRADUCCIONES
Aproximaciones, México, Penélope, 1984, 194 p.
El cantar de los cantares, México, Ediciones Era/El Colegio Nacional, 2009, 2014, 48 p.
Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot, México, Ediciones Era/El Colegio Nacional, 2017, 191 p.
GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
El castillo de la pureza, con Arturo Ripstein, México, Editorial Novaro, 1973, 127 p.
PERIODISMO LITERARIO
Inventario, tres tomos, México, Ediciones Era/El Colegio Nacional, 2017. I, 726 p.; II, 687 p.; III, 662 p.
Poemas
Los elementos de la noche
LA ENREDADERA
Verde o azul, fruto del muro, crece.
Divide cielo y tierra. Con los años
se va haciendo más rígida, más verde.
Costumbre de la piedra, cuerpo ávido
de entrelazadas puntas que se tocan.
Llevan la misma savia, son una misma planta
y también son un bosque. Son los años
que se anudan y rompen. Son los días
del color del incendio. Son el viento
que atraviesa la luz y encuentra intacta
la sombra que se alzó en la enredadera.
ÉGLOGA OCTAVA
Lento muere el verano.
En silencio se apagan sus gemidos.
Un otoño temprano
hundió verdes latidos,
árboles por la muerte merecidos.
La luz nos atraviesa.
De tu cuerpo se adueña y lo decora.
El fuego que te besa
se consume en la hora,
diluida en la tarde asoladora.
Vivimos el presente
en función del mañana y el pasado.
Pero si el día no miente,
no estaré ya a tu lado
en otro tiempo que nació arrasado.
Bajo estas soledades
se han unido el desierto y la pradera.
Y la dicha que invades
ya no te recupera
y durará lo que la noche quiera.
Creciste en la memoria
hecha de otras imágenes, mentida.
Ya no habrá más historia
para ocupar la vida
que tu huella sin sombra ni medida.
Inútil el lamento,
inútil la esperanza, el desterrado
sollozar de este viento.
Se ha llevado
el rescoldo de todo lo acabado.
Esperemos ahora
la claridad que apenas se desliza.
Nos encuentra la aurora
en la tierra cobriza
faltos de amor y llenos de ceniza.
No volveremos nunca
a tener en las manos el instante.
Porque la noche trunca
hará que se quebrante
nuestra dicha y sigamos adelante.
El oscuro reflejo
del ayer que zozobra en tu mirada
es el oblicuo espejo
donde flota la nada
de esta reunión de sombras condenada.
La llama que calcina
a mitad del desierto se ha encendido.
Y se alzará su ruina
sobre este dolorido
y silencioso estruendo del olvido.
El mundo se apodera
de lo que es nuestro y suyo. Y el vacío
todo lo hunde y vulnera,
como el río
que humedece tus labios, amor mío.
LA MATERIA DESHECHA
Vuelve a mi boca, sílaba, lenguaje
que lo perdido nombra y reconstruye.
Vuelve a tocar, palabra, el vasallaje
donde su propio fuego se destruye.
Regresa, pues, canción hasta el paraje
en que el tiempo se incendia mientras fluye.
No hay monte o muro que su paso ataje.
Lo perdurable, no el instante, huye.
Ahora te nombro, incendio, y en tu hoguera
me reconozco: vi en tu llamarada
lo destruido y lo remoto. Era
árbol fugaz de selva calcinada,
palabra que recobra en el sonido
la materia deshecha del olvido.
PRESENCIA
Homenaje a Rosario Castellanos
¿Qué va a quedar de mí cuando me muera
sino esta llave ilesa de agonía,
estas breves palabras con que el día
regó ceniza entre la sombra fiera?
¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera
esa daga final? Acaso mía
será la noche fúnebre y vacía.
No volverá a su luz la primavera.
No quedará el trabajo ni la pena
de creer ni de amar. El tiempo abierto,
semejante a los mares y al desierto,
ha de borrar de la confusa arena
todo cuanto me salva o encadena,
Y si alguien vive yo estaré despierto.
INSCRIPCIONES
1
Muro que sin descanso pule el tiempo,
altar de piedra y polvo ya deshecho,
puerta cerrada de un jardín que nunca
ha existido o yace entre sus ruinas,
reino del musgo, losa que se yergue
contra el paso de nadie y bajo el tiempo.
2
Toda la noche se ha poblado de agua.
Contra el muro del día el mundo llueve.
3
Una vez, de repente, a medianoche
se