Selvago. ¿Qué es esto, señor Flerinardo, que tan súbito mudamiento al presente en vuestra figura se muestra? ¿por ventura habeis sabido alguna desastrada nueva de vuestra patria, que tales extremos os fuerza á demostrar, ó sentisos fatigado con alguna enfermedad inopinada? Por Dios, señor, no me lo tengais más celado, que bien sé ser algun arduo caso nuevamente en vos acaescido, pues siendo tamaña vuestra amistad, áun no soy desto sabidor; pídoos, mi señor, en quanto puedo, que más con el anhelo del callar vuestras pasiones y penas, por vos no me sean escondidas, pues que os es manifiesto que siendo vos triste no puedo yo ser alegre, y que teniendo vos pena no tendré yo placer, y finalmente, que vuestro mal y bien (como en la verdadera amistad conviene) ha de ser por mí igualmente rescebido; aliende lo dicho, como el sabio declara, diciendo que en los amigos todas las cosas han de ser comunes, y pues por tales yo y vos nos tenemos, justo es que de vuestro dolor me deis parte, porque en ello, si pudiere ser, os dé el remedio más conveniente, con que vuestros afanes algun tanto se disminuyan.
Fler. Si fuerça en la mia hubiese para él alguna manera demostraros, señor Selvago, el grave dolor que mis sentidos atormenta, ni vos dello seríades ajeno, ni yo dexarie de rescebir soberano consuelo en manifestar mis cuitas á quien sé que por suyas las tendria; mas, ¡ay de mí! que no solamente para declarar mi pena me falta poder, mas áun yo mesmo (lo que más en la enfermedad ha de tener) la causa del todo ignoro, de que se sigue un tan grave detrimento en mi penosa fatiga, que la muerte, en todo mal fin y cabo, en el mio para mayor gloria deseo ya que viniese, donde con ella se podrie ganar lo que en la vida por tan perdido tengo.
Selv. Aunque vuestras oscuras razones se muestran tales á mi flaco entendimiento, no por eso dexo de conjeturar de qué pié, como dicen, os sentis, por causa de tantos y tan diversos circunloquios y rodeos como en vuestra plática habeis usado, lo que siempre se les dió á los hermanos de semejante cofradía, como en la que vos, á lo que veo, quereis entrar, pagando la luminaria de muchas y muy diversas pasiones adelantada; mas aunque esto así pase, no por eso dexeis de manifestarme si vuestro mal es de amor, porque de semejantes criados y familiares que vos en vuestro transfigurado rostro demostrais, este perverso señor suele siempre acompañarse.
Fler. Quereros yo, señor, encubrir lo que vos tan fácilmente habeis entendido, poco ménos sería que locura; por tanto habeis de saber que ruando yo este dia, despues de vísperas, por la ciudad, la fortuna que lo ordenó, mis hados que lo quisieron, y mis ojos que fueron la causa, vi en una fenestra una dama de tanto valor y hermosura, que ni las pasadas la igualaron, ni las presentes la llegan, ni áun las por venir la podrán en alguna cosa hacer ventaja. Pues yo de tal vision espantado, no ménos fuera de mí que los tocados de Circes, ó los que tocaron sus labrios en el rio Lecteo, viéndome en otro mundo, nuevas costumbres y nueva manera de vivir desde entónces en mí se ha hallado; de que mi mísero espíritu de tal manera se siente afligido, que la vida tiene por muerte, y la muerte le sería dichosa vida.
Selv. De gana, señor Flerinardo, si no sintiese que os daba pena de la vuestra, me reiria viendo la noble condicion que teneis y soberano valor, puesto en una tamaña vanidad como en la que poneros quereis ó del todo estais metido; verdaderamente no pudiera pensar que así vuestro buen entendimiento y templado juicio tan de presto perdiésedes en os dar, las manos atadas y tan de ligero, á este valiente robador, cuyo engañoso poderío los vanos sentidos de los simples y soeces hombres de contino señorear procura, dándoles en el fin aquel galardon que su locura tiene merecido. Por vuestra fe, señor, mirá bien lo que hacés; no querais así someteros, de señor, á ser por vuestra voluntad siervo y muy abatido. Considerad los daños y desventuras que desde el principio del mundo hasta en nuestros tiempos ha cimentado, engañando con su apacible cara y fingidos regalos y caricias los que en alguna manera á su voluntad halla conformes. Si bien considerais, todos los que han escripto, veréis que por un sendero los más contra éste sus obras enderezan, contando los desastrosos acaescimientos que por él fueron urdidos y cimentados. Homero, el principal de los griegos escriptores y poetas, aunque en el proseguir de su historia muy ajeno, por eso no dexa de le dar sus toques, demostrando por su Ulixea la engañosa vida y costumbres de la luxuriosa Circes. Tambien Maron, entre los latinos poetas fénix único, todo el quarto libro de su Eneida en decir sus inicuos hechos ocupó; lo mesmo de Ovidio en su Metamorfoseos pareciendo. Salomon le llama pestilencia y lazo en que los ánimos ociosos como en liga se prenden. Tulio dice que ciega los ojos del entendimiento y causa en el cuerpo senetud sin tiempo, ansimesmo que de todos deben ser aborrecidos los que del todo se le dan. El divino Platon dice que torna locos y sin sentido á los en quien mora. Valerio Máximo le baptiza por raíz y principio de todos los males. Petrarca con diversos contrarios le blasona, diciendo ser un fuego intrínseco, una herida deleitosa, un sabroso veneno, una deleitable dolencia, que causa suave y dulce muerte. Hablando en lo mismo un autor de nuestros tiempos, dice que los enamorados impúdicos, como leprosos, deben ser excluidos de todo poblado y conversacion humana, queriendo demostrar ser el amor deshonesto una lepra, que no solamente á sus señores destruye, mas áun á sus familiares y alegados inficiona. Pues si los males que por él de hecho han sido tramados de palabra los quisiese demostrar, ántes el tiempo que la materia tendria fin determinado; mas aunque esto ansí sea, no dexaré de particularizar algunos para más vuestro propósito confundir y mi razon aprobar. Digo, pues, que las mayores guerras que en el mundo fueron ni serán, si á los autores creemos, que fueron las de los griegos y troyanos, por este sacrílego fueron cimentadas, donde tanta gente ilustre pereció, quanta el mundo hasta entónces habia criado. No fueron, empero, menores las que los romanos y sabinos en uno truxeron, donde por este cruel, hermano con hermano y padre con hijo atrozmente se mataban. Pues si queremos decir lo que en nuestra España, por intercesion de la Cava, discípula de este cruel malvado, pasó, bien creo yo que no faltaria qué, si las grandes y mortales llagas que de ello áun tenemos, del todo siendo guarecidas, en ello nos diesen lugar. En personas particulares es cosa espantosa de ver los daños que hasta hoy tiene hechos, pues David por él ofendió á Dios, á quien tanto amaba, tan gravemente, haciendo matar al inocente capitan suyo Urías. Salomon por él, pues, fué idólatra. Su hermano Amon por su causa murió muy desastradamente. Lo mesmo fué del fortísimo Sanson. El padre de Oréstes por él fué privado de la vida á manos de su mujer Clitenestra. Tolomeo, rey de Siria, por su causa recibió otra