Horizonte Vacio. Daniel C. NARVÁEZ. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Daniel C. NARVÁEZ
Издательство: Издательские решения
Серия:
Жанр произведения: Современные любовные романы
Год издания: 0
isbn: 9788381553971
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en coches y les dijo donde los esperaba. Se llevó además unos textos de Goethe y Turner. Cuando estuvieron todos en la playa Jukka inició su insólita clase, gritando al viento para hacerse escuchar y entender. Los alumnos, sentados en semicírculo alrededor de Jukka, estaban como hipnotizados al verse en la playa, luchando contra los elementos para poder entender algo. Jukka les insistía en lo importante que era sentir la naturaleza, la tierra, el mar, el viento para tener conciencia de uno mismo, de la libertad. Se dio cuenta que Lorena lo miraba electrizada, realmente hechizada. Jukka, en plena explicación les invitó a gritar al viento. Un grito vital, les dijo, “como si os fuera la vida en ello”. Veinte personas gritaron al unísono contra el viento. Un grito duró más que los demás. Jukka sonrió al ver a Lorena recuperando el aliento. Luego los invitó a que caminaran solos por la playa buscando una definición de belleza. Tras veinte minutos los llamó cerca de la muralla del paseo y les empezó a preguntar. Cuando llegó delante de Lorena y ésta iba a contestar, una inoportuna racha de viento le sacudió su larga melena poniéndose delante de su rostro y tapándole la boca. Ella intentó apartar la cabellera, pero solo estaba consiguiendo enredarse más. Jukka, en un gesto inconsciente, le apartó el pelo del rostro sosteniéndolo entre sus dedos. Ella se ruborizó, él sin soltar el pelo, miró hacia el suelo mientras escuchaba risas y comentarios en voz baja por parte del resto de alumnos. Un pensamiento pasó por su mente: “Acabo de cagarla, joder”. Miró a Lorena, quien estaba quieta mirándolo expectante, y anunció el final de la clase. Regresando a su coche le pareció escuchar la voz de Lorena que decía “belleza eres tú”, pero prefirió no cerciorarse, no volver la vista atrás y pasar de largo.

      Desafortunadamente para Jukka, al llegar a la Academia, la recepcionista le dijo que el director quería verlo. Sospechó sobre qué iba a tratar la conversación, pero se dijo que era demasiado pronto para ello. Se acercó a la puerta y llamó antes de entrar.

      – ¿Sí? Adelante. Pase usted señor Lehto —dijo Lábaro con amabilidad.

      – Tú dirás Adolfo —dijo directamente Jukka tratando de agilizar la bronca que esperaba recibir.

      – ¿Qué tal todo? ¿Las clases bien? ¿Alguna queja de los alumnos? ¿Los profesores están tranquilos? —esta pregunta molestó a Jukka ya que demostraba que sabía de antemano que el profesorado estaba inquieto— No deben de preocuparse por esos bulos que corren por ahí. Siempre hay alguien dispuesto a jodernos con tonterías sindicales.

      – Todo bien.

      – Perfecto —sacó un cigarrillo y lo encendió—. Me han informado que has ido con los alumnos a la playa. ¿Es cierto eso?

      – En efecto.

      – ¡Qué original! —dio una larga calada al cigarrillo y acto seguido expelió el humo envolviendo su rostro en una humareda. Jukka sabía que ese era el momento: “Ahora empieza el espectáculo” —. ¿No tenías otra cosa mejor que hacer? ¿Te imaginas que se nos ahoga uno de los alumnos? El lío en el que me metes es bestial, a ver que les digo yo a los padres.

      – Adolfo… No hemos ido a bañarnos, tú has visto el día que hace. Ha sido una clase de Estética, ¡joder! Además: es una carrera universitaria ¿qué pintan los padres? Son mayores de edad.

      – ¿Y qué historia es esa de que le has metido mano a una alumna? —eso es lo que esperaba Jukka. Las noticias de lo que había pasado había llegado de manera desproporcionada y antes de que él mismo llegara a su coche. “Absurdo que en este puto centro unos se dediquen a espiar a otros. Los alumnos y los profesores se despellejan a escondidas cada vez que pueden”.

      – Llama a la alumna a tu despacho. Habla con ella. Sin que esté yo presente.

      – Mira Jukka, tú estás aquí porque yo quiero, no te hagas el legal ahora.

      – Te recuerdo, Adolfo, que estoy aquí porque la Universidad convocó una plaza para ser el responsable académico de esto, que mi curriculum fue el mejor valorado y el que mayor puntuación sacó. Mi contrato está firmado con la Universidad no contigo. Tú eres el que llegó aquí a golpe de teléfono y a dedo.

      – ¡A mí ni se te ocurra faltarme al respeto o te largo a la puta calle! —explotó Lábaro cuyo rostro estaba cambiando del color rojo al color púrpura por motivo del enfado.

      – Vale. Tú mismo. ¿Puedo irme ya?

      – Mira… —Lábaro rebajó el tono en uno de sus típicos altibajos— Entiendo que tengas ganas de hacértelo con alguna alumna. Hay mucha niña mona ahí afuera. Pero ten un poco de cuidado. ¡Joder! En público no.

      – Te repito que llames a la alumna. Que te cuente ella.

      – Bueno, ya veré. Anda lárgate con tu estética y tus filósofos a otra parte. Piensa como de costumbre, tío, con la cabeza. No con la bragueta.

      Jukka salió del despacho. Se fue al suyo notando como por el camino algunos alumnos hablaban en voz baja y lo señalaban con la cabeza. “Vale. Vamos bien” pensó.

      El zumbido del móvil lo apartó de estos recuerdos y lo trajo de nuevo a la realidad. Mientras cogía el teléfono para contestar miró a Lorena que descansaba plácidamente. Nada parecía indicar que en su cuerpo se estaba produciendo una lucha por la vida, o por la muerte. No conocía el número. Contestó en voz baja.

      – ¿Sí?

      – Soy Sandra. ¿Cómo va todo?

      – Tu hermana duerme. Lleva así quince minutos.

      – Vale. Cualquier cosa me avisas.

      – Descuida.

      Nada más cortar la llamada se abrió la puerta y entró una enfermera. Saludó y realizó una serie de comprobaciones. Puso el termómetro a Lorena, miró los niveles del gotero, revisó algo en un bloc y tras apuntar la temperatura salió. En ese momento Lorena abrió los ojos y buscó con la mirada a Jukka, quien se había acercado a la ventana y miraba con ojos cansados al horizonte. El no se había dado cuenta de que ella estaba despierta, por lo que se sorprendió cuando escuchó su voz.

      – ¿Recuerdas el día que quedamos para ensayar la exposición del video que iba a hacer?

      – Claro que lo recuerdo —dijo él volviéndose.

      Jukka recordaba ese día con una nitidez impresionante. Lorena había hecho un trabajo impresionante el año anterior analizando un videoclip, y se le ocurrió que podría explicar a los del curso actual lo que había hecho. El análisis plano a plano, las influencias que tenían, los elementos visuales. Era un videoclip realizado con la técnica de rotoscopía, algo que la fascinaba, y que esperaba poder hacer algún día. Aquella tarde de primavera Jukka quería que Lorena ensayara. Ella le había dicho que le ponía nerviosa hablar en público, y estuvo a punto de rechazar la oferta de exponer su trabajo, pero Jukka confiaba en las posibilidades de ella. Le dijo que cuando explicara a los otros alumnos él estaría en el aula, que controlaría desde el fondo el tiempo y le iría dando indicaciones. Finalmente ella accedió y se llegó esa tarde con todo el material previsto.

      Jukka había reservado un aula y tras pedir la llave en conserjería se fue allí para preparar el proyector y el ordenador. En ello estaba cuando llegó ella. Cuando Jukka la vio se quedó mudo por su aspecto. Nunca la había visto vestida de esa manera. Lorena llevaba unos leggings negros que marcaban el contorno de sus piernas, sus caderas y sus nalgas como una segunda piel. Una camiseta ajustada de color rojo marcaba sus pechos. La melena castaña reflejaba los rayos de sol que entraban por la ventana. Jukka sintió una atracción inmediata pero súbitamente un pensamiento se instaló en su mente: “No hay que cruzar la barrera. Nunca. Con lo de hace un mes ya vale”. Ella comenzó a exponer su trabajo, mientras que Jukka, sentado en la mesa corrida frente al ordenador hacía anotaciones en un papel para luego comentarla con ella. En un momento que Lorena se detuvo por no saber qué decir, él le dio un consejo para hablar: “Toda aula tiene el punto de los mil metros. Se encuentra frente a ti. Mires donde mires ahí está. Su utilidad es buscarlo y relajarte cuando sientas que te pones nerviosa. Te obliga a no mirar a nadie”. La