Mr. Cambouliu en Magasin de la Librairie lo compara con acierto á Heredia y la Avellaneda; «pero estos dice se desarrollaron bajo otras influencias: la llama del amor patrio vive constante en sus corazones y se revela en sus estrofas, pero vivieron bajo otros climas, se interesaron por otros hombres y otros sucesos, en medio de sus triunfos uno y otro perdieron de vista el cielo de las Antillas, el talento de ambos tiene algo de más cosmopolita. No así respecto á Plácido que jamás salió de Cuba: su corazon palpitó con todos los temores, con todas las esperanzas de sus compatriotas y jamás el aspecto de estrañas tierras vino á entibiar en él las impresiones del suelo natal. Así, con qué brillo no retrata su poesía ese esplendor de los trópicos; aquí la vegetacion fogosa, allí las salvages montañas, ora las noches espléndidas, ora la brisa perfumada, los inviernos sin nieves ni brumas, el huracan furioso desvastando los bosques de naranjos, y las demás maravillas que le rodean! Con la lectura de su tomo puede uno reconstruirlo todo, el pais, los hombres, vida, costumbres, todo, como si la imaginacion nos trasportara á los lugares donde canta el poeta.»
No concluirémos sin tomar algo del prólogo de Mr. Jourdan, filósofo en sus apreciaciones aunque lleno de inexactitudes por lo que respecta á datos biográficos. «La limpidez del estilo, dice, la propiedad de la espresion, sus giros sencillos y originales, la riqueza de imágenes caracterizan y enaltecen las composiciones de Plácido: para él la concepcion y la creacion son simultáneas: como comprendió todas las ideas amoldó su lira á todos los metros y géneros: trozos pudiéramos citar de él que parecen de Shakspeare ó de autores alemanes: la facilidad cómica corre parejas con los transportes de la fantasía, y maneja la sátira tan hábilmente como la oda… como Quevedo el poeta cubano satiriza, riendo… saludemos á ese génio que á la vez fué un gran mártir.»
Nada estraño pues que por medio de repetidas ediciones la posteridad haya dado á Plácido el lugar que le corresponde. La primera aquí conocida es la de Matanzas 1838: pocos saben que con gran anterioridad se hizo una muy incompleta en Palma de Mayorca, por Feliú Perelló, que despues de conocer al autor en la Habana se habia retirado á su ciudad llevando los primeros versos del poeta: no está allí la Siempreviva que aun no se habia escrito. Despues de la edicion de Matanzas que hasta hace poco tuvimos por primera y que contenia solo 26 piezas, se hizo otra en la misma ciudad en 1842, Poesias escogidas de Plácido, y en el propio año otra en Méjico, donde ya el autor era popular: la edicion de Veracruz de 1845 y la de Nueva Orleans de 1847 se suponen tambien hechas en Matanzas: en el 54 se hizo la de Barcelona que nada agregó á las anteriores; con posterioridad tres en Nueva York, por Vingut, la primera en 1854 ha sido la que más rodó, otra en el 56 y la tercera bastante completa en el 57: en el mismo 56 se dió otra en Méjico por Mellado y Contreras, tomo en 12.º con 387 páginas: finalmente en Nueva York, con prólogo y biografia, la edicion de 1860 que todos conocemos.
«No será esta la última, observa un eminente crítico francés, porque la reputacion de Plácido se formó sola y no puede sino aumentar con los tiempos.»
V
Despues de conocer la vida de Plácido tratemos de saber la popularidad que alcanzó en el estrangero y las traducciones que de sus versos se han hecho. Para este trabajo ameno y que alhaga nuestro amor propio, no tenemos más que estractar la parte que á él se refiere de nuestro opúsculo Cuba literaria en el extranjero (inédito).
Quizás ninguno, inclusos los dos que acabamos de analizar (Heredia y Avellaneda) haya logrado más voga que Plácido, fuera de la tierra natal. Su Plegaria, difícil será hallar idioma culto moderno en que no se haya reproducido17 y hubiera pasado á los antiguos si aun hubiera quien necesitara leerla en aquellas lenguas. Plácido es de todos nuestros poetas el más apto para hacer conocer á los de afuera la índole de nuestro suelo y tendencia de nuestra amena literatura; es esencialmente cubano, más aún que el Cucalambé y Poveda que le son inmensamente inferiores: no canta sino á Cuba y si alguna vez su fantasía sale de ella es para cubanizar, por decirlo así, todo lo que pinta.
Y cosa que debe llamar la atencion es lo poco conocidas que son esas traducciones en Cuba: es verdad que poseyendo el original no hemos de ir á saborear nuestros poetas por las copias siempre inferiores; pero nada ensalza tanto á una obra ó á una literatura como el que se la crea digna de ser conocida universalmente, y si á fuer de cubanos nos envanece la multitud de versiones que de nuestras obras se han hecho, tambien nos duele que la mayoría de ellas solo sean conocidas de los bibliófilos. ¿En cuál de nuestras bibliotecas se encuentran Kennedy, Maddens, y otros que nos han honrado difundiendo en otras rejiones los pensamientos madurados al calor de nuestro clima? No fué tan severo La Luz cuando dijo que entre nosotros son muchos los que estudian de los idiomas lo suficiente para pedantear: solo son aquí populares las mal escojidas traducciones de Mr. Aveline y las de Mr. Vingut contenidas en la obra Gems of spanish poetry, impresa por 1854.
Tenemos delante en este momento la traduccion de Mr. Fontaine (Poesies complétes de Placido, G. de la C. Valdés, Paris 1863) y es la que vamos á analizar por ser de las más conocidas. Mr. Fontaine, gran apreciador de nuestra literatura, residió en Cuba en los años corridos del 39 al 48 y se hallaba por lo tanto aquí cuando ocurrieron las repugnantes escenas de la Escalera.
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