Habitar digno y Nueva Constitución. Valentina Saavedra Meléndez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Valentina Saavedra Meléndez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789560014856
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ataca con más fuerza a mujeres y diversidades, se traduce en deuda, precariedad y vulnerabilidad de quienes a diario luchan por mantener sus vidas. Lo que en algún momento fue miedo, frustración y malestar desplegado en las calles a través de masivas manifestaciones en contra de un sistema patriarcal, la privatización del agua, el abuso inmobiliario o el lucrativo negocio de las pensiones, estalla develando la potencia del poder popular constituyente que dice basta de abusos. Así, el pueblo de Chile abre una ventana de esperanza una Nueva Constitución que sea terreno fértil para la dignidad y la justicia, un marco institucional que asegure una vida que valga la pena vivir.

      Esta es una oportunidad excepcional para la transformación radical de nuestro modelo. Es el momento de apostar por una noción de nuestros derechos que supere los límites de lo público y lo privado, que ponga la gestión democrática y colectiva de la vida al centro en tanto ejercicio del poder constituyente en la vida cotidiana. El ejercicio de lo común, como explicamos acá, ancla el futuro en manos del pueblo, alineándose con el bienestar colectivo y evitando que el poder vuelva a cerrarse en manos de unos pocos. ¿De qué hablamos cuando hablamos de lo común? A continuación presentamos cuatro elementos que nos parecen fundamentales para dar este debate. Tomamos prestados los conceptos de adjetivo, sustantivo y verbo de la lingüística para compartir una analogía que pensamos representa con claridad nuestro planteamiento.

      Hablamos de lo común entendiendo que es mucho más que una característica o un adjetivo. Lo común es esa línea de fuga que permite superar el binomio público/privado tan manoseado para la designación de los espacios urbanos. Es la recuperación de los recursos necesarios para la sostenibilidad de la vida y la subordinación del mercado a la reproducción social. A la vez, lo común entiende que para una gestión verdaderamente democrática del porvenir no basta con la titularidad del Estado, sino que son necesarios –y urgentes– mecanismos vinculantes que incorporen a la ciudadanía en la toma de decisiones y la producción del hábitat en sí misma, es decir, que las comunidades tengan el derecho de producir y decidir sobre su propio entorno.

      Creemos, a su vez, que no es posible delinear un devenir común desde las prácticas sociales desvinculadas del territorio. Lo común, comprendido como acción que ocurre en y con el territorio, permite trascender el entendimiento del espacio como un ente apolítico, y pensarlo en cambio como dispositivo capaz de articular nuevos modos dinámicos y radicales de imaginar, reclamar y transformar las relaciones entre las personas y sus territorios; por ende, un espacio profundamente político. En específico, esta comprensión del espacio como receptor y agente de las pugnas y anhelos colectivos, permite proyectar que las luchas que han gestado este momento constituyente seguirán consolidándose y disputando con más fuerza la recuperación de la vida digna para todas y todos.

       Horizontes comunes de la Ciudad Constituyente

      El momento destituyente movilizó la defensa contra la privación y la desigualdad de la vida urbana, abriendo una oportunidad única para resignificar lo urbano en el marco de un horizonte común. En Ciudad Constituyente buscamos aportar a este desafío poniendo la producción de lo común en el horizonte político y en las prácticas que nos articulan. Nuestras propuestas emergen de la colaboración y la deliberación entre organizaciones que miramos lo urbano desde distintas perspectivas. Organizaciones que hemos trabajado, disentido y finalmente acordado una serie de «Propuestas para un habitar digno en la Nueva Constitución» en la asamblea que periódicamente nos reúne y desde la que buscamos incidir en el proceso constituyente. Entendemos, sin embargo, que nuestra articulación no se agota en la Convención Constitucional y que debe abarcar por sobre todo la movilización social que acompaña este periodo. ¿Cómo proyectamos en el tiempo un futuro común? A continuación presentamos algunas ideas que nos parecen fundamentales al momento de delinear un horizonte colectivo que se consolide como una alternativa radical al actual modelo y permita así la transformación del modo en que nos relacionamos.

      Un proyecto común antineoliberal y ecologista implica sustituir la actual mercantilización del espacio construido, del entorno natural y de nuestras vidas por la defensa de la dignidad en nuestros espacios domésticos, barriales y de nuestro ecosistema. Al endeudamiento, como mecanismo de opresión y control, se suman las precarias condiciones materiales visibles en la proliferación de campamentos y altos niveles de allegamiento y hacinamiento. Mientras una vivienda adecuada en Chile es un lujo para una minoría, la mayoría de la población vive endeudada, hacinada, allegada, habita en un campamento o paga arriendos abusivos en condiciones precarias. Es fundamental luchar por un cambio de modelo que ponga el valor social, la naturaleza y la reproducción de la vida en el centro, por sobre intereses económicos. Dicho de otro modo, instaurar el interés colectivo como la base de nuestras relaciones, nos permite trascender nociones individualistas y superar el paradigma de tenencia en propiedad como único modo seguro de habitar que, en definitiva, ha promovido el beneficio de unos pocos en desmedro de la mayoría.

      Este proyecto ha de ser también radicalmente democrático. El futuro común debe ser representativo del escenario político local, responder a la diversidad de circunstancias y temáticas territoriales y reflejar, en sus decisiones, la inteligencia colectiva de las comunidades. A su vez, debe pensarse en relación con los movimientos globales de transformación democrática, feminista y antineoliberal. Esto implica generar articulaciones que permitan una coordinación simultánea entre asambleas barriales y redes trasnacionales que se oponen a la mercantilización de nuestras vidas, en diversas veredas y lugares del mundo. Navegar por los ejes local-global y dentro-fuera de las instituciones en estructuras horizontales de colaboración potencia la tensión creativa que posibilita la sostenibilidad de la vida a la luz de los principios de solidaridad, del bien común y de la igualdad de oportunidades para las mayorías.

      Finalmente, concebimos este proyecto común desde el entendimiento de los cuidados como una responsabilidad colectiva de la que debemos hacernos cargo como sociedad toda, liberando a los cuerpos y espacios que históricamente se han vinculado a estas tareas. Un horizonte común precisa construir un habitar libre de violencia física y simbólica, que reconozca las pluralidades y diversidades de experiencias