Cuando la hipnosis cruzó los Andes. Maria Jose Correa. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Maria Jose Correa
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789569441615
Скачать книгу
el interés de los historiadores. No podemos evitar recuperar la elocuente pintura (Une leçon clinique à la Salpêtrière) con que André Brouillet inmortalizó, en 1887, la naturalidad y la seguridad con que Jean-Martin Charcot diserta sobre el cuerpo hipnotizado de Blanche Wittmann, la paciente que está a su lado.1 O una de las litografías que ilustran el tratado popular de medicina doméstica del “Dr. Younger”, en la cual el magnetizador mantiene sus manos a unos centímetros del cuerpo de su “paciente”, colocado en posición horizontal entre dos sillas, sirviendo su cuello y sus tobillos como únicos y dudosos puntos de apoyo.2

      Estos últimos rastros icónicos y aquella mudable caricatura tienen un punto en común. Todas ellas insisten en el elemento que ha primado en nuestras representaciones más espontáneas del hipnotismo del siglo XIX, y que incluso ha contaminado los abordajes más informados y cuidadosos de dicho fenómeno histórico. Estamos habituados a equiparar hipnosis con inmovilidad o quietud. Cuando reflexionamos sobre este dispositivo que tan fecundo se mostró en el siglo XIX, pensamos casi por inercia en la rigidez de ese cuerpo hipnotizado. Sabemos que la inducción o la disolución de parálisis corporales fue apenas un capítulo minúsculo de un hipnotismo que podía ser empleado para muchos otros fines. Pero incluso cuando aceptamos tomar en consideración las escenas en que la inmovilidad era inexistente, ella continúa manteniendo su reinado como esquema explicativo. Incluso cuando damos su debida significación a los experimentos que se caracterizan más bien por la distancia o la acción —hipnotizaciones efectuadas desde una incierta lejanía, órdenes poshipnóticas merced a las cuales el sujeto se veía impelido a partir, asesinatos bajo hipnosis, entre otros— el análisis sigue acechando el instante en que la parálisis, el reposo o la quietud (de los cuerpos o de la voluntad) ordenaron los fenómenos a suceder.3

      El objetivo de este volumen no es poner en entredicho la veracidad de esos modos de figurar el hipnotismo de los siglos XIX y XX, sino más bien documentar que ese dispositivo fue también, o incluso más, un enjambre de cuerpos y objetos en movimiento. La historia de la hipnosis debe ser narrada, en consecuencia, como la incesante secuela de viajes, desplazamientos y circulaciones. Y cabe señalar que ese carácter transeúnte afectó a todos los engranajes de la maquinaria sonambúlica: las ideas, los saberes, los objetos, las personas, los gestos y los públicos. El desarrollo y la propagación del hipnotismo a partir de mediados del siglo XIX respondió, en gran medida, a procesos de tráfico que han recibido la atención de los estudiosos en las últimas décadas: circulación de libros y folletos, que cruzaron fronteras gracias a iniciativas y azares, gracias a emprendimientos y descuidos de comerciantes, traductores, curiosos y sabios; irradiación de teorías o marcos comprensivos, que lograron cruzar los lindes de su territorio de nacimiento siguiendo trayectos asaz imprevisibles; difusión de los emplazamientos que hicieron posible la observación o el consumo de los hechos hipnóticos, en un momento de expansión rápida, por caso, de la idea de laboratorio de fisiología humana, en que procesos patológicos podían ser examinados in situ.4

      Ahora bien, el presente libro hace foco en sólo una de las facetas de ese carácter trashumante del hipnotismo decimonónico. Los propios hipnotizadores, esos grandes artífices de inmovilidades legendarias, fueron viajeros pertinaces.5 Al hacer foco en la naturaleza itinerante de esos taumaturgos, este libro intenta echar luz en varios frentes. Primero, en la esencia fecunda de ese nomadismo. Más que indagar los motivos psicológicos o comerciales que motorizaron esos desplazamientos, nos interesa sopesar las consecuencias que produjeron, sobre todo aquellas que debían quedar fuera de los cálculos o previsiones de sus responsables.6 Recordar que la teosofía pudo echar raíces en Buenos Aires porque la sonámbula que acompañaba a un hipnotizador itinerante decidió sentar cabeza y separarse de su sospechoso acompañante, es quizá el modo más convincente de ilustrar ese aserto. Segundo, en los tejidos culturales que tornaban hacederos esos viajes o que, al menos, hacían factible la implantación pasajera de tal o cual hipnotizador inquieto en parajes lejanos y ajenos. En tal sentido, este libro no hace sino ensanchar los ejemplos de procesos que forman el canon en los estudios sobre migración. Amistades o afinidades construidas allende estas latitudes, fidelidades masónicas, empresarios teatrales que tenían ya aceitadas las estrategias de recepción y promoción de los artistas, o la existencia de un mercado internacional de títulos de experticia, se constituyeron como algunos de los factores que permitieron, en tal o cual caso, que un hipnotizador llegara a Santiago de Chile o a Buenos Aires, y encontrara allí un terreno más o menos propicio para hacer valer sus pericias. Tercero, en las dinámicas y actores sociales que —dicho con un término que reaprovecha nuestro sesgo de indagación— se movilizaron alrededor de las acciones de los visitantes no tan ilustres. Médicos, espiritistas, policías, jueces y consumidores de productos terapéuticos fueron algunos de los agentes sociales implicados en las historias que se desplegarán en estas páginas. Más aún, cabe anticipar que su participación en los episodios que aquí interesan debe ser descrita con un lenguaje que, una vez más, da la espalda al tópico de la permanencia o la inmovilidad: el examen de las aventuras sureñas de aquellos expertos en hipnosis ha de servir para iluminar costados dislocados o inestables de identidades que, por ese entonces, eran menos idén ticas de lo que solemos suponer. A modo de ejemplo, anticipemos que si los médicos tuvieron por derecho propio un lugar destacado en estos episodios, ello no se debió exclusivamente al hecho de que llevaron adelante campañas de persecución contra los hipnotizadores trashumantes que venían a cuestionar su monopolio o a poner en riesgo la salud pública; con tanto o mayor ahínco, esos mismos profesionales fueron los primeros en tomar clases de hipnosis con dichos maestros itinerantes, o fueron los encargados de ensalzar sus virtudes en la prensa o en los foros judiciales.

      Este libro revisa las trayectorias de cinco hombres —Alberto Díaz de la Quintana, el conde Baschieri, el conde de Das, Leovigildo Maurcica y Enrique Onofroff— que pasaron por Santiago y Buenos Aires como parte de giras científicas, entusiasmos personales, escapes judiciales y necesidades comerciales, y explora con igual interés las respuestas que generaron en distintos vértices de la trama social. Estos cinco taumaturgos fueron sólo un fragmento de las decenas o centenas de hombres y mujeres que, hacia fines del siglo XIX e inicios del XX, cruzaron el Atlántico cautivando y provocando al público latinoamericano con habilidades que transitaban entre la magia y la ciencia. Magnetizadores, hipnotistas, galvanistas, ilusionistas y espiritistas fueron algunos de los apelativos usados para nombrar a estas figuras, que prometiendo leer la mente, controlar voluntades o contactarse con espíritus, alcanzaron proscenios y obtuvieron una visibilidad que interesa explorar. Si bien algunos permanecieron largos años en estas tierras y otros estuvieron sólo unos meses, su estadía en Chile y Argentina no pasó desapercibida. Su talento fue publicitado, alabado, seguido y también cuestionado tanto en Buenos Aires como en Santiago, por públicos diversos cuya recepción demostró la atracción que ejercía la hipnosis, su transversalidad dentro de la población y la versatilidad que alcanzaba su aplicación.

      Cada uno de estos taumaturgos viajeros es el personaje central de alguno de los cinco capítulos que conforman este volumen. Dicho en otros términos, lo que el lector tiene en las manos es lo que, a primera vista, parece un compendio de estudios de caso. Este último rótulo vale siempre y cuando se tenga en mente lo que sigue. Si bien hemos hecho lo imposible por rastrear cada uno de los movimientos dados por estos hipnotizadores durante los meses o años de su permanencia en uno u otro margen de los Andes, nuestro interés no va dirigido a construir un retrato o identikit truncado de un sujeto en constante migración. La vigilancia metódica de sus gestos, o de las reacciones que ellos suscitaron, busca más bien hacer de estos visitantes los prismas transitorios con que aprehender dinamismos, tensiones y conflictos de aquellas sociedades en transformación, de forma tal de poder extraer conjeturas y diagnósticos sobre cosas que van más allá de las desventuras o ardides de esos expertos en hipnosis.

      La huella dejada por ellos y por otros en estas trayectorias es lo que permite seguir sus pasos y reconstruir sus itinerancias. La prensa periódica, con sus diarios, revistas y magazines, los textos académicos surgidos de la mano de los médicos, los informes de las autoridades que intentaban comprender el alcance y las consecuencias del espectáculo hipnótico, los expedientes judiciales en los que se negoció el carácter criminal o ilegal de estos trashumantes, las varias imágenes —fotografías, grabados y caricaturas—