Psicoanálisis y revolución. Ian Parker. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ian Parker
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789569441493
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de la miseria como fenómenos históricos

      Freud se encontró con ciertos signos que se presentaban como síntomas médicos, pero que bloqueaban psicológicamente a las personas, y los vio como “síntomas” de un tipo muy diferente. Estos “síntomas” ya no podían ser explicados ni tratados por la medicina, sino que exigían otros medios teóricos y prácticos. El psicoanálisis fue así desarrollado por Freud a partir de las insuficiencias de la medicina.

      Aunque Freud hubiera sido entrenado como un “médico mental” convencional, se apartó completamente de la psiquiatría y de los tipos de psicología que trataban y siguen tratando el sufrimiento humano según un modelo médico mecanicista. Como veremos, a diferencia de los síntomas de la medicina, los del psicoanálisis no consisten simplemente en signos visibles. Son más bien como palabras que exigen ser escuchadas, que hablan de angustia y resistencia, y que abren posibilidades de cambio.

      El mundo puede transformarse al tratar los síntomas como lo hace el psicoanálisis, al escucharlos, al tomarlos en serio y al actuar en consecuencia. La acción política transformadora, subversiva y potencialmente revolucionaria, puede surgir de la palabra sintomática de nuestro sufrimiento, de lo que no puede continuar como lo ha hecho hasta ahora, de lo que debe cambiar. Es por esto por lo que los síntomas son el punto de partida del presente manifiesto.

      Lo que aquí nos preocupa especialmente es el vínculo psicoanalítico entre la palabra y la acción, la acción política, la que intenta enfrentar y superar las causas históricas más fundamentales de nuestro sufrimiento. La presión y las rupturas internas que sufrimos hablan de la naturaleza particular de nuestro malestar en esta miserable sociedad que tanto queremos cambiar. Para cambiarla, el psicoanálisis es un aliado potencialmente poderoso.

      Nuestra principal tarea es conectar nuestra lucha social con el tipo de lucha interna inevitable descrita por la teoría psicoanalítica. El propósito práctico no es el fin terapéutico de curarnos al pacificarnos, al reconciliarnos internamente con nosotros mismos y con la sociedad, sino que es el fin político radical de ir a la raíz de nuestra lucha interna. Esto hace que el psicoanálisis que aquí nos interesa difiera sensiblemente de cualquier terapia individual readaptativa de inspiración psicoanalítica.

      El psicoanálisis, una teoría y práctica de nuestras desgarradas “vidas mentales internas”, a menudo se ha aliado con el poder, pero en realidad proporciona una crítica clínica y política de la miseria. No es algo que debamos temer. No se ha diseñado para subyugarnos al adaptarnos al orden establecido, al hacernos desconfiar de nuestros ideales transformadores, al apartarnos de nuestras luchas colectivas, al encerrarnos dentro de nosotros o al vencer nuestra más íntima resistencia contra la dominación.

      Lo que Freud nos ha legado no es un instrumento de atomización, resignación y sujeción. Es cierto que el psicoanálisis a veces ha funcionado así, como sucede, por cierto, con todo tratamiento profesional de nuestra vida mental. Esto no es sorprendente en la sociedad de clases, que separa a los sanadores profesionales del resto de las personas, asignándoles una función precisa vinculada con el poder.

      El psicoanálisis también nos enseña que el profesional, ya sea médico, psiquiatra, psicoterapeuta o psicólogo, también está desgarrado en su propia existencia. Puede luchar por una carrera exitosa, pero a veces también recuerda eso que lo llevó inicialmente a su decisión de cuidar a los demás. Todos vivimos esas tensiones de una forma u otra. Las manejamos y generalmente las encubrimos. La pregunta clave es qué hacemos con esos conflictos y contradicciones, cómo los orientamos a nuestro favor, haciendo que funcionen para nosotros en lugar de contra nosotros.

      Aunque haya sido utilizado en un sentido reaccionario, el psicoanálisis no es reaccionario por sí mismo. No es necesariamente un instrumento de dominación. Por el contrario, puede ser un arma contra el poder. Es posible para él mostrar cómo nuestra propia psicología está colonizada por la realidad, por la realidad miserable de nuestra vida en el capitalismo, y cómo podemos hablar y actuar contra eso a medida que nos involucramos en la propia liberación.

      Somos más que la “psicología” que nos atribuyen los profesionales de la salud mental. No estamos condenados a encerrarnos dentro de nuestra individualidad ni a soportar la realidad ni su miseria ni el sistema capitalista. Se nos dice que no podemos cambiar las cosas, pero sí podemos, y necesitamos un enfoque basado en la posibilidad de cambio.

       Adaptación

      El psicoanálisis, un acercamiento crítico psicológico al sufrimiento y un tratamiento radical a principios del siglo XX, fue alguna vez un aliado abierto de la izquierda. La mayoría de los psicoanalistas eran miembros o simpatizantes de movimientos comunistas o socialistas antes de que sus organizaciones fueran destruidas por el fascismo en Europa y antes de que ellos mismos debieran huir y exiliarse en diferentes partes del mundo. Estos psicoanalistas estaban comprometidos con una lucha para cambiar el mundo porque podían ver y escuchar de sus pacientes la miseria que había en el mundo.

      Los “síntomas” escuchados por los primeros psicoanalistas no eran simples indicios de problemas orgánicos. Eran más bien signos de conflictos, conflictos no sólo personales o familiares, sino ideológicos, políticos e históricos. Los síntomas eran ellos mismos conflictos condensados y expresados en una suerte de palabra dirigida a los demás. Eran lo que el psicoanálisis sabe escuchar.

      Con el paso del tiempo, como lo veremos ahora, muchos psicoanalistas fueron perdiendo el arte de escuchar. Su escucha cedió a veces lugar a una mirada objetivadora y clasificadora. El psicoanálisis fue convirtiéndose en una especialidad médica o psicológica. Su práctica se volvió una simple “técnica” pretendidamente científica y deliberadamente despolitizada.

      Incluso los primeros psicoanalistas, una vez llegados a los países a los que se exiliaron y en los que vivieron en condiciones bastante hostiles, tuvieron que renunciar a la militancia política y protegerse contra la persecución anticomunista característica de los países occidentales entre los años 1930 y la Guerra Fría. Se despolitizaron y se adaptaron así a su nueva realidad, y por el mismo gesto despolitizaron y adaptaron al psicoanálisis, convirtiéndolo en un tratamiento adaptativo. Esta adaptación ha sido crucial para la historia del psicoanálisis en la clínica y en la cultura popular.

      Los conflictos de los que hablaban los síntomas ahora se veían como problemas que debían resolverse en el nivel personal. Esto aseguró que la política se mantuviera fuera de la clínica. Luego, cuando las ideas psicoanalíticas se “aplicaron” erróneamente a la sociedad, fue este psicoanálisis adaptativo el que se utilizó como un modelo para describir cómo funcionaba la sociedad.

      Durante los tiempos sombríos a los que nos referimos, tiempos verdaderamente oscuros para los psicoanalistas y para sus pacientes, fue casi como si hubiéramos llegado al final de la historia de las propuestas radicales e innovadoras de Freud. Algunos practicantes lucharon por seguir adelante, mientras que algunos teóricos sociales trataron de emplearlo para comprender las condiciones históricas subyacentes que lo habían llevado a olvidar su pasado. Casi todos comprendieron muy bien, de un modo u otro, que el psicoanálisis había claudicado, que se había dejado recuperar y domesticar, adaptándose y volviéndose adaptativo. Ahora tenemos que liberar al psicoanálisis de su vínculo coyuntural con la adaptación, retomar su auténtico núcleo histórico radical y volverlo a la vida.

      Si debemos rechazar el psicoanálisis adaptativo, es porque se ha convertido en algo conservador, algo que ha renunciado a su potencial transformador. Que no hace posible transformar, sino sólo adaptarse y así aceptar y perpetuar la realidad tal como es, por más opresiva, explotadora y alienante que sea. Por ejemplo, aunque el capitalismo sea injusto e intolerable, nos adaptamos a él como si fuera nuestro ambiente natural, como si no fuera histórico y, por ende, superable.

      El problema del psicoanálisis adaptativo no es tan sólo que naturalice lo histórico, sino que nos haga ver el mundo como un “ambiente” externo separado de cada uno de nosotros. Esto impide reconocer que formamos parte del mundo, que estamos en él, que somos él y que por eso podemos transformarlo al transformarnos, pero también transformarnos al transformarlo. Por lo mismo, al concebir el mundo como un ambiente, nos ocultamos despreocupadamente