¡Hoy vamos a jugar! Si tienes un escudo, colócalo en tu brazo; si no, pídele a tu mami que te preste la tapa de una cacerola. Tu mami te aventará una pelotita en alguna parte de tu cuerpo y tú tratarás de que no te pegue, cubriéndote con el escudo. Por cada vez que esquives la pelota, ganarás un punto; pero si la pelotita te pega en alguna parte del cuerpo, los perderás.
¿Te imaginas cómo sería tener un doble escudo para defenderte? ¡Qué magnífico! Hoy te hablaré del armadillo. Se caracteriza por tener una armadura formada por dos grandes escudos que se unen en la parte central de su dorso, en donde se encuentran nueve bandas. Cuando este mamífero se siente en peligro, se enrolla en forma de bolita para protegerse de la amenaza, y en la superficie quedan sus dos escudos protectores.
Cuando pienso en el armadillo y en sus dos grandes escudos, recuerdo que nosotros, como cristianos, tenemos un escudo muy grande. Es el escudo de la fe. Se activa cuando vamos a la Biblia para recordar los hermosos mensajes que Jesús nos ha dejado en ella y la forma en que nos ama a pesar de cómo somos. El enemigo tratará de decirte lo contrario para que te sientas mal; allí es donde levantarás el escudo que te protegerá.
Oremos: “Gracias, Jesús, por este escudo sorprendente; sé que con él puedo hacerle frente a todo. Amén”.
Un yelmo con alas
Tu Biblia dice: “Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza”. Efesios 6:17.
Un yelmo era un casco que utilizaban hace mucho tiempo los soldados que iban a las guerras; los protegía de cualquier daño en la cabeza. ¿Sabías que algunos animales tienen un yelmo?
Existe un ave llamada “cálao de yelmo”. Su cráneo es un tipo de casco sólido que incluye un gran pico. Esto representa el 11% del peso total del pájaro. Al igual que los guerreros, esta ave lo utiliza para combatir con otros machos y como herramienta para obtener insectos de árboles en mal estado.
El yelmo de esta ave es de gran valor, ya que en el pico tiene una gran proteína, llamada queratina, más preciada que el marfil que tienen los rinocerontes o los elefantes. Esta proteína es suave y sedosa al tocarla, lo que le da aún más valor.
Tú también tienes un yelmo: ¡tu cerebro! Él es el encargado de que funcione tu cuerpo y de controlarlo. ¡Es maravilloso! Algunas de sus funciones son sentir, aprender, recordar, pensar, decidir, analizar y memorizar. Esta última nos ayuda a aprender hermosos versículos y estar listos cuando el enemigo quiera entramparnos. ¡Utiliza el yelmo de la salvación y verás cómo eres victorioso en Jesús!
Oremos: “Gracias, Jesús, por darme tu Santa Palabra, porque me anima y me fortalece cuando estoy triste o enfermo. Amén”.
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