Y si, aun considerando los específicos presupuestos que guiaban la labor de los traductores de finales del siglo XV, la traducción de Pedro Fernández de Villegas resulta inconcebible —como debió resultarlo incluso para muchos de sus contemporáneos—, ello se debe más bien al hecho de que, engendrada en un momento de renovación socio-cultural, vuelve su mirada hacia una tradición que ya va siendo superada y no se hace partícipe de los nuevos intereses, ateniéndose únicamente a los que compartieron el propio traductor y su protectora, a quien, en última instancia, iba dedicada la obra.32
Es tanto por su cariz didáctico-moralizante como por la utilización de una forma estrófica que está un tanto pasada de moda que se juzga este texto como «atrasado» e inconcebible. Esta perspectiva, sin embargo, resulta tal vez un tanto apresurada pues no tiene en cuenta la vigencia real de las tradiciones literarias y hermenéuticas a las que adscribe y, por tanto, su funcionalidad y relevancia, a la vez que asume que adoptar una postura didáctica implica no ser «partícipe de los nuevos intereses». Muy por el contrario, intentaré demostrar cómo el texto de Villegas es un fiel exponente de las tendencias literarias y de las preocupaciones histórico-culturales más vigentes durante el reinado de los Reyes Católicos.
Habría que mencionar, asimismo, dos artículos de Roxana Recio dedicados a Villegas. El primero se centra en indagar dentro del prólogo de la versión impresa del Infierno el desarrollo de ciertas reflexiones de Villegas sobre la actividad traductora. Por tanto, no tiene por objetivo el análisis del texto poético en sí.33 En el segundo se dedica a cotejar estas reflexiones sobre la práctica traductora y glosadora del prólogo con algunos contados pasajes de la traducción y comentario del canto I y V, para probar cómo «Villegas es el primer traductor castellano que hace lo que dice, o sea, que la teoría para él es práctica».34 Este estudio, por su brevedad, no se detiene demasiado en el estudio de la traducción en sí, ni en su funcionalidad específica, más que cuando asevera que es un traductor que «presenta la parte poética según criterio propio, adaptándola a su cultura» (p. 38). Estudia también cómo Villegas reutiliza y traduce el Comento de Landino, aunque explica los cambios sólo desde la perspectiva de la necesidad de acomodarla a sus lectores con un propósito didáctico y como un «propagandista de la fe católica» (p. 31). La «adaptación cultural», por tanto, se relaciona ya a la elección de la forma estrófica castellana —en cuyas implicancias culturales profundas no ahonda demasiado— ya al matiz más moralizante de la traducción del texto poético y del comentario. Más allá de esta perspectiva que se centra también en la funcionalidad «moral», al final de su trabajo asevera que «esta traducción definitivamente es una obra no sólo para ser recordada a manera de curiosidad bibliográfica, sino para ser analizada y darle el valor que se merece» (p. 38).
Todos los trabajos relevados hasta aquí, además, se dedican casi exclusivamente a la traducción, con la excepción del último estudio breve de Recio. La tesis inédita de Thomas Rea Fine es el único estudio que se centra con prioridad y de manera bastante exhaustiva en su glosa.35 Las relaciones entre el comentario y la traducción o, más específicamente, el análisis de cómo la glosa apoya, acota y/o expande las connotaciones del texto poético resulta muy esporádico. Su objetivo primordial, de hecho, es probar la intención didáctico-moralizante que determina toda la interpretación de Villegas en el comentario, tanto del texto dantesco como del de Landino, a través de un análisis pormenorizado de su selección de fuentes bíblicas, patrísticas, clásicas y de autores vernáculos. Según se establece en la Introducción, el problema principal de Villegas es la interpretación moralista que hará de Dante, en comparación con la de Landino (p. 7). Villegas, según Fine, además de un moralista es, al mismo tiempo, un «medieval theologian» y un «medieval commentator».36 Sin embargo, como me dedicaré a exponer con detalle en el capítulo 6, esta perspectiva resulta bastante reductora por varios motivos. Destaco aquí solamente que al enfocarse en los aspectos doctrinales del texto —cuya importancia es innegable— no logra percibir la funcionalidad de tantos otros pasajes del comentario que sólo se pueden explicar desde la perspectiva de lo que Lawrance ha denominado «humanismo vernáculo» y que impiden rotular a Villegas como un simple «moralista» medieval.37
Finalmente, en noviembre de 2011 salió a la luz la tesis de Roberto Mondola. En el primer capítulo Mondola resume lo que se sabía hasta ese momento acerca de la vida de Villegas y de Juana de Aragón —la mecenas—, presenta el texto y las características de sus testimonios (manuscrito e impresos) repasando también lo que se decía en los catálogos. El centro de sus tesis será, por un lado, el capítulo sobre la traducción: le dedica el apartado más largo a su característica amplificatio y dos más breves a la relación de la glosa con Landino y la incorporación de auctoritates, tema ya abordado por Fine. Su perspectiva de análisis sigue siendo la misma: se detiene en la característica predominantemente didáctico-moralizante de la traducción y, en relación a la glosa, lo presenta también como «propagandista de la fe católica», igual que Recio. Asimismo, sigue de cerca a Beltrani (a quien cita al respecto) y a Andreu Lucas en la postura tal vez un tanto reductiva ya mencionada: hace hincapié en cuánto la traducción se aleja («allontana») del original de Dante, en su pesantez, en la «alteración», en las «palabras inoportunas» o «no pertinentes» y en los «inapropiados» e «irremediables» cambios. Los casos son innumerables.38 Por el otro, le dedica un capítulo a la cuestión de la lengua de la traducción («Tra arcaismo ed innovazione...»).
Es relevante señalar que en estos dos capítulos utiliza partes importantes de la tesis inédita de Andreu Lucas (1995) y varias secciones del artículo de Arce (1965). En mi reseña (2012-3) señalé que resultaba curioso que, aunque trabajara los mismos temas, no los cite.39 Dado que la misma dinámica de trabajo se observa en 2017 respecto de mis artículos,40 seré ahora más explícita. En primer lugar, Arce ofrecía una lista de latinismos e italianismos que no sigue orden alguno —en relación al número de canto—, lista que Mondola introduce con el mismo orden aleatorio.41 Dentro de estos, el caso tal vez más elocuente es el de la lista de latinismos que según Arce se testimonian en Villegas por primera vez (p. 26). Sólo cita a Arce en la primera nota al pie del apartado, al aludir al «hibridismo» del léxico de Villegas (p. 182). Algo similar sucede con la tesis inédita de Andreu Lucas, intitulada como ya dije La amplificación en el Infierno de Dante... Este es el nombre que recibe el apartado más largo del libro de Mondola («Le amplificationes», pp. 113-45), donde sigue todos los ejes temáticos que tipificó y analizó Andreu Lucas, utilizando los mismos ejemplos,42 aunque los intercala y les da un nuevo orden. A Andreu Lucas la cita una sola vez (p. 184) en el siguiente capítulo, respecto de la introducción de un término (giron). Todo esto demuestra cuán apegado está este libro de 2011 a los trabajos anteriores.
El panorama repasado evidencia cómo hasta el momento de mi investigación doctoral, comenzada en 2008 y culminada en 2012, los estudios sobre esta traducción habían abordado el problema de la lengua, del léxico, de sus amplificaciones u omisiones, dando cuenta de la marcada intencionalidad didáctico-moral de Villegas pero desatendiendo su funcionalidad contextual, sea política y/o cultural. La relación entre glosa y traducción, así como la manera en la que el contexto particular de Castilla se inscribe en el texto y determina la lectura y traducción del texto dantesco eran todavía un objeto inexplorado.
Es preciso aclarar que mis estudios doctorales fueron casi simultáneos a los de Mondola. La noticia de su libro —el cual se imprimió en noviembre de 2011 pero, como se ve en la página web de la editorial napolitana, se distribuyó en 2012—, la recibí cuando mi tesis ya estaba terminada y siendo corregida por mis directores, en septiembre de 2012. Dado que su libro no representa un cambio de perspectiva