la reacción prosoviética
En los últimos años, la historiografía sobre la izquierda latinoamericana ha comenzado a cuestionar la idea, sumamente extendida en los estudios cubanos, de que el conocido ataque de Julio Antonio Mella contra Haya de la Torre y el APRA, entre 1927 y 1928, respondió a un acto espontáneo de crítica marxista al populismo latinoamericano. Como ha observado Ricardo Melgar Bao, el cuestionamiento de Mella se enmarcaba en la compleja localización del cubano dentro del comunismo mexicano y dentro de la red latinoamericana de la Tercera Internacional.46 Mella, que había sido sancionado por el Partido Comunista Cubano (PCC) tras su huelga de hambre en una prisión habanera en 1925, ahora se enfrentaba a sectores de la jerarquía del Partido Comunista Mexicano (PCM) que reprobaban su estrategia hacia los sindicatos y el campesinado. Para complicar más las cosas, el cubano estaba en conversaciones con representantes de partidos tradicionales de la isla para concertar una insurrección militar contra la dictadura de Gerardo Machado.
Mella había conocido a Haya en La Habana cuando el primero impulsaba la Universidad Popular José Martí, a donde llegó el peruano precedido por una ganada popularidad dentro del movimiento estudiantil. En 1923, el cubano dedicó al futuro líder del APRA un elogio apasionado, donde lo llamaba “Mirabeau demoledor de las eternas tiranías”.47 Haya era una suerte de mesías de la buena nueva que decía la palabra mágica de la esperanza latinoamericana. “Como Haya debió de ser Martí, el mismo amor, la misma consagración al ideal, el mismo espíritu de combatividad serena –agregaba–. Es el arquetipo de la juventud latinoamericana, es un sueño de Rodó hecho realidad, es Ariel”.48 Cuando Mella llegó a México en 1925, ya Haya se encontraba en Europa, pero ambos revolucionarios se rencontraron en Bruselas en febrero de 1927 en el Congreso Antimperialista.
Mella se recuperaba entonces de las sanciones que le impuso el Comité Central del PCC por haber emprendido una huelga de hambre, en 1925, desde la cárcel, para protestar contra la dictadura de Gerardo Machado. Los dirigentes del comunismo cubano sostenían que aquella huelga, que despertó la solidaridad de la izquierda latinoamericana, no había sido consultada con ellos y denotaba individualismo.49 También se reprochaba a Mella dar más importancia a asociaciones como la LADLA que al Comité Central cubano, al que, según sus amonestadores, no informaba adecuadamente de sus actividades. Con el apoyo de los comunistas mexicanos, el “caso Mella” fue presentado a la dirigencia del CEIC en enero de 1927, en Moscú, y sus líderes pidieron al PCC la rehabilitación del cubano. La intensa participación de Mella en el Congreso de Bruselas está ligada a ese esfuerzo por recuperar el favor del máximo liderazgo del comunismo internacional, pero también a la amplia red de organizaciones y sectores de la izquierda latinoamericana, construida por el cubano en muy pocos años.
Apenas llegado a México, en 1926, Mella fue hecho miembro del Comité Ejecutivo de la LADLA, que a instancias de Moscú impulsaba el comunista norteamericano Charles Francis Phillips. Luego sería el responsable de los contactos de la LADLA con la Liga Nacional Campesina de México (LNC) y secretario del Comité Continental del Congreso Antimperialista. De ahí que al organizarse las delegaciones al encuentro de Bruselas, Mella reuniera en su persona varias representaciones a la vez: la de la LNC y las de las secciones mexicana, panameña y salvadoreña. En Bruselas, Mella presentó, además, el informe Cuba, factoría yanqui, redactado por Rubén Martínez Villena, e intervino protagónicamente en el debate sobre cuestiones sindicales latinoamericanas.50
El tono predominante de las deliberaciones del Congreso de Bruselas y de su informe latinoamericano no estuvo rígidamente alineado con las posiciones del Comintern, que ya comenzaban a moverse hacia la lógica clasista. En el Comité Organizador del encuentro figuraban líderes y personalidades no comunistas como la viuda de Sun Yat-sen por China; Jawaharlal Nehru por la India; Ramón P. de Negri, ministro plenipotenciario en Alemania del Gobierno mexicano de Plutarco Elías Calles; el líder de los derechos civiles norteamericano Roger Nash Baldwin por Estados Unidos, y los intelectuales José Vasconcelos, Manuel Ugarte, Luis Casabona y César Falcón por América Latina.51 En las primeras noticias sobre la conferencia anticolonial, en El Machete se decía que los comunistas mexicanos habían sido invitados a una cumbre anticolonial convocada por el escritor francés Henri Barbusse a la que asistirían el Kuomintan chino y líderes del Partido Nacionalista de Puerto Rico (PNPR).52
Tanto la resolución sobre la “cuestión de la raza negra” como la dedicada a América Latina tenían más consonancia con el aprismo o el nacionalismo revolucionario mexicano que con el comunismo prosoviético.53 En la primera, no se subsumía el conflicto étnico dentro de la “lucha de clases” y se hablaba del “despertar de la conciencia nacional revolucionaria contra contra el imperialismo yanqui” y de la “unidad de todas las fuerzas progresistas”.54 Los lugares de mayor presión imperialista, según la resolución, eran México, Nicaragua, Panamá y Haití. También se posicionaba contra la dictadura de Machado en Cuba, contra el Tratado Bryan-Chamorro en Nicaragua, que concedía a Estados Unidos los derechos para la construcción de un canal interoceánico, y contra el régimen de Juan Vicente Gómez en Venezuela.55 En Bruselas la izquierda latinoamericana apostó por la alianza con los movimientos de liberación nacional en China, la India y Egipto. Haya y Mella firmaron la resolución latinoamericana, los dos como representantes de la Sección Panameña de la LADLA, pero el cubano lo hizo, también, por la LNC mexicana y el peruano por la Unión de Trabajadores Manuales e Intelectuales de Perú. Fue Leonardo Sánchez quien firmó por la Sección Cubana de la LADLA, y no Mella, quien firmó, además, por la delegación mexicana.56
Según Haya, en el debate sobre la resolución latinoamericana, Mella y él se enfrentaron. En un conocido pasaje del prólogo a su ensayo El antimperialismo y el APRA (1928), el líder peruano sugería que, en Bruselas, el cubano se había alineado con la línea más ortodoxa del comunismo soviético. Haya observaba una continuidad entre la actitud de Mella en el Congreso Antimperialista y sus objeciones públicas al APRA entre fines de 1927 y principios de 1928, luego de su viaje a Moscú. Ahora sabemos que después de ese viaje, que comentaremos más adelante, Mella fue rehabilitado por el Comité Central del PCC, a solicitud del Comintern y del PCM. Así era como Haya describía aquella evolución, que produjo el primer deslinde claro entre la izquierda populista y comunista en América Latina:
Fue entonces cuando Julio Antonio Mella, estudiante desterrado de Cuba y militante comunista, publicó un violento folleto contra el APRA. Mella se había rencontrado conmigo en las sesiones del Congreso Antimperialista Mundial, reunido en Bruselas a principios de 1927. Le conocía desde que llegué desterrado a Cuba de paso a México en 1923, pero los debates de Bruselas, en los que refuté y conseguí el rechazo de su proyecto de resolución sobre las condiciones económicas y políticas de Indoamérica, nos distanciaron definitivamente. Mella era un mozo de gran temperamento emocional y de probada sinceridad revolucionaria. Fue hasta la muerte un luchador puro y antimperialista inflexible. Creo que habría sido uno de los grandes realizadores de la libertad de Cuba, una vez que la experiencia le hubiera demostrado que el comunismo no es el mejor camino para la nueva emancipación de nuestros pueblos. Pero a fines de 1927, Mella, recién legado de su visita a Rusia, se hallaba poseído de un juvenil fanatismo bolchevique, intransigente y ardido. Su folleto revela bien tal estado de ánimo. En páginas saturadas de agresividad e intolerancia reprochaba al APRA lo que él llama con léxico europeizante ‘su reformismo’. Lo acusa de ser un nuevo ‘fascio’ y de defender los intereses del imperialismo británico.57
En efecto, la publicación del panfleto de Mella, “¿Qué es el APRA?”, en abril de 1928, refleja muy bien la aproximación del cubano a las posiciones más dogmáticas de la Tercera Internacional, en medio del viraje del VI Congreso del Comintern o en el momento del llamado “descubrimiento de América Latina”, conducido por Nicolái