Quien eso afirmaba era alguien que entre 1926 y 1928 debió de enfrentarse a los estigmas de “individualista”, “intelectual” y “pequeñoburgués” –o no proletario–, sostenidos por el Comité Central del PCC, pero también por el liderazgo más dogmático del comunismo latinoamericano. Incluso la máxima dirigencia de la Internacional Comunista, en Moscú, cuando pidió a los cubanos el reingreso de Mella en febrero de 1927, reiteró muchas de aquellas acusaciones, aunque reprendió al Comité Central de La Habana por haber actuado de manera extremista y sectaria. En lo concerniente a Cuba, Mella logró su mejor desempeño en organizaciones no plenamente subordinadas al Partido Comunista como la LADLA o la Asociación Nacional de Emigrantes Revolucionarios en México, que eran vistas con recelo por los comunistas más prosoviéticos. Esa experiencia lo aproximó, acaso involuntariamente, a Haya de la Torre, el principal defensor de la revolución autóctona latinoamericana.
El choque entre Víctor Raúl Haya de la Torre y Julio Antonio Mella en los años veinte fue uno de los primeros indicios de la difícil convivencia entre las izquierdas comunistas y nacionalistas o socialistas y populistas en el campo revolucionario latinoamericano de la primera mitad del siglo xx.80 Luego de aquella división originaria, cada tradición ideológica y política autorizó sus estrategias en el discurso de uno o el otro. Esa autorización, al dotar de organicidad doctrinal los posicionamientos de ambos revolucionarios, contribuyó a desdibujar el conflicto territorial o geopolítico que subyacía a la articulación de redes y la fundación de los partidos y las asociaciones de la izquierda latinoamericana.
Tras la muerte de Mella, asesinado en Ciudad de México por agentes del dictador cubano Gerardo Machado, en enero de 1929, la proyección del APRA dentro de la izquierda latinoamericana cobró fuerza. Las críticas de Haya de la Torre a la estrategia del Comintern le ganaron una enorme ascendencia dentro del espectro no comunista de la izquierda revolucionaria y antimperialista de la región. Como han estudiado Ricardo Melgar Bao y Martín Bergel, para mediados de los años treinta, el APRA poseía, además de creciente base peruana, una extendida red de partidarios en diversos países de la región como México, Colombia, Cuba, Chile y Argentina.81 Pocas corrientes, en el espectro de la izquierda regional, contribuyeron de un modo más decisivo a difundir los valores del nacionalismo y el antimperialismo latinoamericanos.
1 Fell, 1989, p. 557; Melgar Bao, 2002a, pp. 247-251.
2 Chanamé Orbe et al., 1990, pp. 54-71.
3 Vasconcelos, 2007, p. 30.
4 Ibíd.
5 Ibíd., p. 35.
6 Haya de la Torre, 1977, vol. I, p. 15.
7 Edwards Bello, 1935, pp. 149-155.
8 Soto Rivera, 2002, vol. I., p. 81.
9 Villanueva (ed.), 2009, p. 49.
10 Ibíd.
11 Ibíd.
12 Ibíd.
13 Haya de la Torre, 1977, vol. VI, p. 31.
14 Ibíd., p. 32.
15 Ibíd., p. 34.
16 Ibíd., p. 32.
17 Ibíd., pp. 36-48.
18 Ibíd., vol. II, p. 440.
19 Ibíd., pp. 441 y 442.
20 Haya de la Torre, 1977, vol. I, pp. 35-38.
21 Ibíd., p. 24.
22 Ibíd.
23 Ibíd., p. 15.
24 Ibíd.
25 Ibíd., p. XXIX.
26 Haya de la Torre, 1926a, pp. 12 y 13; Ingenieros, 1926, pp. 17-19.
27 Haya de la Torre, 1926b, pp. 3-7.
28 Haya de la Torre, 1977, vol. I, pp. 129-135.
29 Ibíd., p. 137
30 Ibíd., pp. 139-140.
31 Véase Claudín, 1977, vol. I, pp. 111-117; Hájek, 1984, pp. 120-170; Caballero, 2006, pp. 125-129; Horacio Crespo, “El comunismo mexicano en 1929: el “giro a la izquierda” en la crisis de la Revolución”, en Concheiro; Modonesi y Crespo (comps.), 2007, pp. 559-584.
32 Véase Shipman, 1993, pp. XIII-XV; Kersffeld, 2013, pp. 21-60.
33 Haya de la Torre, 1977, vol. I, pp. 171-175.
34 Ibíd.
35 Ibíd., p. 161.
36 Ibíd., pp. 182 y 183.
37 Ibíd., p. 190.