17Escribe Benjamin: «Toda violencia conservadora de derecho indirectamente debilita a la fundadora de derecho en ella misma representada, al reprimir violencias opuestas hostiles. […] Esta situación perdura hasta que nuevas expresiones de violencia o las anteriormente reprimidas, llegan a predominar sobre la violencia fundadora hasta entonces establecida, y fundan un nuevo derecho sobre sus ruinas» (2001: 44). Sobre las fuentes acerca del caso, Chaparro señala que «quizá ningún otro corpus documental americano tiene tal abundancia de enunciados relativos a la muerte y la rebelión como el que se encuentra en la colección de crónicas sobre la conquista de la Nueva Granada» (2006: 33); de ese corpus, las crónicas de fray Pedro Simón y Lucas Fernández Piedrahíta son las fuentes más importantes que utiliza Ospina para documentar las guerras de Ursúa.
18Poupeney-Hart muestra cómo los autores de esas crónicas usan una retórica dirigida a autojustificarse: «De ahí, por ejemplo, que frente a la construcción del narrador como vasallo leal, la figura de Aguirre aparezca como encarnación del mal, de la posesión, y de ahí también que se insinúe el efecto paralizante del clima de terror creado por la irracionalidad total de sus actos» (1992: 113); la autora destaca que, en el relato de Vásquez, «las actuaciones del tirano y de sus “diabólicos ministros” no deja de evocar el fenómeno de la posesión y de la monstruosidad» (117).
19El de Atahualpa no fue un caso aislado durante la conquista; baste recordar el secuestro de Tangaxoan Tzintzicha, rey de los purépechas de Michoacán, a manos del conquistador Nuño Guzmán (Le Clézio 1997: 37-38).
20Según Riera Rodríguez, en ello se cifra el ideal terapéutico de la obra de Ospina: «Heredamos la dificultad para ver al otro, incluso para entendernos desde nuestra mismidad, para asumirnos desde nuestras diferencias y semejanzas frente a los otros; ese ha sido el gran conflicto del ser latinoamericano. La novela actúa como el catalizador que nos enfrenta a los problemas del reconocimiento cuya resolución adquiere un valor nodal en el utópico futuro» (2012: 245).
21En una entrevista publicada bajo el título: «Contar la Conquista desde un solo ángulo no nos permite habitar verdaderamente América», dice el autor: «Para mí era muy importante que fuera un mestizo quien contara esta historia… No podemos ver la Conquista como la labor de los paladines de la civilización contra unos pueblos bárbaros. Menos podemos tratar de invertir el proceso: contar la historia como un genocidio sobre unos pueblos que vivían en una situación idílica. Se trata de ver la complejidad del proceso» (Ospina, citado en Kressner 2013: 192).
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