De las tres últimas funciones (destinatario, dirección y ubicación) no hemos registrado apariciones. En cuanto a las primeras, hallamos un claro predominio de las funciones semánticas de agente (50 sobre 96) y paciente (37 de 96), lo cual permite arribar a algunas interesantes conclusiones.
En primer lugar, se observa que en más de la mitad de las ocasiones, el fatum o los fata son concebidos como la entidad que pone en marcha la acción. En estos casos, se les atribuye el rasgo [+ animado], e incluso [+ humano], puesto que ejercen su voluntad de llevar a cabo la acción o producir el estado que expresa el verbo. Fatum con función de agente aparece en relación con los siguientes verbos:120 adduco, ago, concedo, defendo, do, eripio, exerceo, fero, iacio, indulgeo, infringo, invenio, mergo, obsto, ostendo, pareo, pono, posco, proficio, prospicio, repello, reservo, revolvo, servo, sino, supero, tollo, traho, urgeo, veto y voco. En su gran mayoría, se trata de “acciones” (por oposición a “procesos”, “posiciones” y “estados”121), es decir, predicaciones caracterizadas por la presencia de un control ejercido por el agente y de un dinamismo que denota el desarrollo de un proceso. Si se añaden aquí las ocurrencias del término con función semántica “causa” (es decir, la que desempeña la entidad que ejerce la acción, aun cuando no la controla), se obtiene un total de 53.
En segundo lugar, puede observarse que en casi un 40% de los casos, se conceptualiza a fatum como paciente, es decir, como la entidad que experimenta la acción denotada por el verbo. Las predicaciones que incluyen a fatum como paciente son aquellas que tienen como núcleo attollo, cano, condo, do, doceo, flecto, gemo, impono, libero, maneo, nescio, renarro, obliviscor, pono, posco, recenseo, rependo, rumpo, scio, sequor, sortior, utor, vinco y voco, o bien las predicaciones copulativas con verbo sum. En este grupo de predicados es notoria la presencia de verba dicendi y cognoscendi(cano, doceo, nescio, renarro, obliviscor, recenseo, scio, voco): el fatum es considerado en estas predicaciones como un texto que puede conocerse y luego transmitirse.
Si bien en el caso de fatum como paciente el vocablo puede asociarse a su etimología pasiva –es “lo dicho”, la palabra pronunciada–, la gran cantidad de empleos como agente y la presencia de la noción de control parecerían contradecirla: el texto del fatum aparece, en la mayoría de los casos, investido de voluntad y capacidad de acción. Ahora bien, una gran mayoría de apariciones de fatum como agente pertenece al discurso de los personajes. De las 70 ocurrencias en los niveles intra y metadiegético, 42 desempeñan esta función; los más altos porcentajes se registran en el discurso de los personajes, tanto humanos como divinos.122 Esto contrasta ampliamente con el nivel del narrador extradiegético, que atribuye la función de paciente en 15 de 26 ocasiones y sólo registra 8 ocurrencias con función agentiva.
¿Qué conclusión se puede derivar de estas observaciones? Se podría afirmar que el fatum es, ante todo, una entidad de naturaleza verbal, un discurso que puede ser enseñado o aprendido, conocido o ignorado, puesto que así lo define el narrador extradiegético que organiza el texto de Eneida. El fatum como disposición de los hechos futuros es el texto que la Musa transmite a la memoria del poeta, tanto en el inicio (1.8, Musa mihi causas memora) como en el segundo proemio del libro 7 (7.41, tu vatem, tu, diva, mone). Los personajes que mejor advierten esta noción de fatum son los sacerdotes inspirados, que acceden al conocimiento del porvenir a través de la divinatio y se erigen como portadores del saber acerca del futuro. Los dioses y los hombres, en cambio, partes afectadas por el proceder del fatum –recordemos que las divinidades no son de ningún modo neutrales, sino que ponen en juego su poder y tienen en la tierra sus ciudades favoritas– le atribuyen la responsabilidad de las acciones. Si algo sucede es porque los hados así lo determinan, así lo anuncian, así lo permiten; si algo resulta imposible, se debe a que se oponen o lo prohíben. Ciertamente, hubiera sido esperable constatar en el discurso de los dioses una mayor cantidad de apariciones del término con función de paciente, similar a lo que sucede en el nivel extradiegético, puesto que son los personajes con mayor conocimiento del hado y a los que se les atribuye en gran medida la responsabilidad en la concreción de sus designios. Incluso Júpiter, personaje al que, según hemos visto, muchísimos críticos consideran el administrador e incluso autor del fatum, lo conceptualiza como agente en 4 de las 6 oportunidades en que lo menciona como argumento de la predicación nuclear: la más perturbadora es, como se ha señalado repetidamente, la famosa sentencia fata viam invenient (10.113), que resulta incompatible, o al menos, discordante, con la idea de Júpiter como autor de los hados.
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Fatum como texto: la propuesta de Ovidio
La noción de fatum aparece reformulada una y otra vez en la literatura y en la filosofía romanas. No pretendemos realizar aquí un análisis exhaustivo del término, puesto que implicaría indagar su historia, su empleo por las distintas corrientes filosóficas, su significado en la esfera religiosa romana, sus antecedentes griegos. Sí nos interesa considerar algunos textos que contribuyen a comprender su empleo en Eneida. En este sentido, Metamorfosis de Ovidio, y en especial la sección que la crítica ha denominado “Eneida ovidiana” (13.623-14.608),123 se presenta como un texto fundamental debido a que allí se propone una particular interpretación de Virgilio formulada desde una “actitud de activa crítica”.124 Por medio de los mecanismos de selección, reducción y paráfrasis de la épica virgiliana, Ovidio formula lo que Baldo (1995: 262) define como una ‘lectura’ de Eneida: su imitatio no se agota en comprimir de manera vistosa el modelo virgiliano, sino que supone una integración y una interpretación que deriva en un evidente gesto de narración.
Nos referiremos al pasaje de la apoteosis de Julio César en Metamorfosis 15 puesto que allí Ovidio presenta una interpretación particular acerca del fatum y su relación con Júpiter en Eneida.
3.1. Metamorfosis y la “Eneida ovidiana”125
En el proemio de Metamorfosis el narrador anuncia que cantará un carmen perpetuum que abarcará ab origine mundi… ad mea tempora. La creación del mundo a partir del caos y el presente del poeta aparecen, pues, como los dos hitos temporales que enmarcan este relato de las “formas convertidas en nuevos cuerpos”.
En la compleja estructura del poema126 se advierte, a pesar de las numerosas analepsis y prolepsis, una progresión cronológica que permite hablar de Metamorfosis como “historia universal”, cumpliendo con lo adelantado en el proemio.127 Se parte desde la cosmogonía para avanzar con las historias de los dioses y de los primeros hombres, hasta arribar, en el libro 11, al suceso que tradicionalmente se consideraba el punto de partida de los tiempos históricos: la fundación de Troya.128 Con el relato de su caída en el libro 13, comienza un movimiento hacia Roma129 en virtud de la inclusión de las aventuras de Eneas; la apoteosis del héroe (14.581-608) instala definitivamente el relato en suelo romano. Se describe la descendencia de Ascanio, la fundación de la ciudad, la apoteosis de Rómulo y de su esposa Hersilia, el reinado de Numa, la introducción del dios Esculapio y la muerte y posterior deificación de Julio César (con el anuncio de la futura divinidad del princeps), para culminar con el epílogo del poeta, que afirma el poder y la eternidad de su poesía.
En el episodio de la muerte de César (15.760-870) Ovidio establece un claro diálogo con el pasaje de la revelación de Júpiter de Eneida 1, siempre citado a la hora de definir la noción de fatum: ante una Venus agitada por la conjuración que se organiza contra su descendiente, Júpiter le refiere el destino apoteótico de César y el posterior gobierno de Augusto. Como garantía de que los eventos que ha profetizado se cumplirán efectivamente, Júpiter invita a Venus a visitar la morada de las Parcas (15.808-815):
intres licet ipsa sororum
tecta