Humor: recurso privilegiado. Ana María Giner. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ana María Giner
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789878362359
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que comparten esa opinión. Por ejemplo, el sociólogo, ensayista e historiador de la literatura francesa, Robert Escarpit (1918-2000), citado por Yampey (1987, p. 134), refiere que “el humor es lo único que, en este nuestro mundo, tenso hasta el punto de romperse, distiende sus nervios sin adormecerlos”. Esta salvedad representa toda una situación en sí misma.

      Entre los filósofos se destaca Baruch Spinoza (1677), quien cuestiona el axioma, tradicionalmente admitido como verdadero, acerca de la relación entre la seriedad y la profundidad de pensamiento, y las emociones de melancolía y tristeza. Dos siglos después, el filósofo alemán Federico Nietzsche (1844-1900) escribe un libro llamado Gaya Ciencia, en sintonía con las ideas de Spinoza. Este autor introduce al humor y a la sonrisa en la ciencia. Y también, sobre la vida de los hombres sabios, dice:

      «Cuántas cosas son posibles aún ¡Aprended, pues, a reíros de vosotros sin preocuparos de vosotros! Levantad vuestros corazones, vosotros buenos bailarines, ¡arriba!, ¡más arriba! ¡Y no me olvidéis tampoco el buen reír! Esta corona del que ríe, esta corona de rosas: ¡a vosotros, hermanos míos, os arrojo esta corona! Yo he santificado el reír; vosotros hombres superiores, aprendedme –¡a reír!»2.

      Para muchos de los pensadores citados, el mayor problema reside en las constantes confusiones del humor con otras manifestaciones propias del ingenio, las cuales a veces causan gracia o risa. En relación a esto, cabe citar el comentario del escritor peruano, Alfredo Bryce Echenique, al iniciar una conferencia ofrecida en el marco de la entrega del premio Casa de las Américas, en el año 1992: “Detesto la carcajada sonora y puntual. Esa que nos cierra los ojos a la observación y a la reflexión”.3

      El escritor David García Walker, en el año 1999 publica su libro Los efectos terapéuticos del humor y de la risa. Allí el autor afirma que el humor es la conducta más significativa de la mente de los seres humanos debido a que señala la posibilidad de lograr cambios en la percepción. Dichos cambios, a su vez, pueden modificar las emociones. Más adelante, agrega: “en nuestra mano no está el controlar los sucesos ni el mundo exterior, pero sí es posible controlar el modo en que los vemos y también nuestra respuesta emocional ante ellos” (Ibídem, pp.14 y 27).

      Para García Walker, el peor enemigo del humor es la seriedad y no el dolor ni las desgracias, ni la mala suerte. Así como no todas las risas tienen efectos terapéuticos, hay algunas que sólo son respuestas a estímulos o formas de huir de la realidad, como lo plantea Echenique.

      Por su parte, Jonathan Pollock, docente francés y autor de numerosos trabajos sobre el tema, publica en el año 2001 su libro ¿Qué es el humor? Este título sugiere las innumerables dificultades que preexisten cuando se intenta definirlo. Afirma: “Toda definición del humor decepciona” aunque al menos, continúa el autor, uno aprende a reconocerlo porque ante todo es una sensación, una experiencia (Ibídem, p. 111).

      Sigmund Freud (1856-1939), es el primero en describir y explicar el humor en términos psicoanalíticos. Su preocupación por ayudar a sus pacientes con síntomas histéricos lo conduce a diversas conclusiones de ruptura, las que dan lugar al surgimiento del psicoanálisis: primero, un desplazamiento del objeto de la psicología, de la consciencia al inconsciente; en segundo lugar, confronta al saber de su época cuando se les niega a los hombres de ciencia la posibilidad de investigar ciertos problemas que no ameritan constituirse en objeto de una causa científica, por ser parte de la cultura popular. En la lista ingresan, entre otros, los sueños, los chistes, la sexualidad, el humor.

      La vida de Freud está signada por la lucha contra los rígidos prejuicios de una sociedad moralista, correspondiente a la segunda mitad del siglo XIX, llamada: Era Victoriana, pues coincide con el reinado de Victoria en Inglaterra. Este período constituye un momento de gran expansión de poder, riqueza y cultura para el país, aunque predominan las grandes diferencias de clases. La época está caracterizada por una rígida estructura social y una doble moral con enormes prejuicios en los hábitos cotidianos, religiosos y de alcoba.

      Tal vez, como señala Jaques Lacan (1901-1981), el fundador de la École Freudienne de Paris, hay en esa época un imperio político y cultural, un contexto propicio para la emergencia del psicoanálisis: “no nos hubiéramos dado cuenta de hasta qué punto era necesario, era necesario esta especie de estrago para que hubiera al respecto lo que yo llamo un despertar”4. Esta referencia desenfadada, típica del famoso psicoanalista francés —posiblemente a modo de broma—, nos sugiere que sin la reina Victoria el psicoanálisis no hubiera existido. Sin dudas, Lacan nos deja entrever su verdad, su interpretación respecto a la emergencia del psicoanálisis desde el punto de vista de lo cultural.

      En aquella coyuntura del Siglo XIX, las mujeres son las que más cuestionan los límites del saber de los neurólogos de la época, no tanto guiadas por un espíritu de libertad sino condicionadas por sus propias dolencias físicas y del alma. Luego, algunos de los conceptos que Freud construye para desarrollar sus propias teorías llevan, sin dudas, el sello de ese tiempo de represión, censura y división, entre lo manifiesto y lo oculto.

      Freud, al crear el psicoanálisis establece la importancia del inconsciente en la vida psíquica humana y en el desarrollo de la personalidad. Los contenidos inconscientes que no pueden llegar a la consciencia debido a la represión —por ser socialmente poco aceptables— son estudiados por medio de distintas formas sustitutivas manifiestas. Éstas expresan de un modo indirecto aquellos aspectos inconscientes reprimidos. Entre esas formas sustitutivas se encuentran los sueños, los chistes, los actos fallidos o lapsus y los olvidos casuales. Y, en particular, los síntomas neuróticos: fobias, obsesiones, asuntos pendientes, etc. Para poder llegar a los contenidos inconscientes a partir de los manifiestos, se requiere de un método y de una técnica, de esto se encarga Freud, «hacer consciente lo inconsciente» a través de la interpretación psicoanalítica.

      De ahí surgen los primeros desarrollos de Freud, La interpretación de los sueños (1900), Tres ensayos de teoría sexual (1905a), y respecto al parentesco entre lo cómico y el humor escribe El chiste y su relación con lo inconsciente (1905b). Una obra sumamente útil para comprender los mecanismos del humor y la comicidad, aunque su centro de atención es otro.

      En dicho libro afirma que “el humor es la más elevada operación defensiva”. Desde entonces al psicoanálisis le interesa el humor no sólo como un proceso, sino también porque su manifestación, dentro del proceso psicoanalítico, indica una modificación sustancial en la economía y estructuras psíquicas.

      Tras un intervalo de veinte años, Freud retoma el tema que había examinado en su libro sobre el chiste. En ocasión del décimo Congreso Psicoanalítico Internacional realizado en septiembre de 1927 en la ciudad austríaca de Innsbruck, el trabajo “El humor” (Freud 1927a), fue leído en ese congreso por su propia hija, Anna. Este artículo es muy breve, pero en él se enfoca el tema de otra manera.

      En primer lugar, lo describe como “un proceso que en su esencia consiste en ahorrarse afectos que conllevan sufrimiento”. Esto le permite ubicarlo entre los métodos de los que la vida anímica dispone para evitar el dolor frente a los conflictos, sin abandonar el terreno de la salud psíquica (Ibídem, AE, 21:158). Postula al humor como un don precioso que diferencia a los seres humanos… “no todos los hombres son capaces de la actitud humorística”, y continúa, “es un don precioso y raro, muchos son hasta incapaces de gozar de la actitud del placer humorístico que se les ofrece” (Ibídem, AE, 21:162).

      Simultáneamente, en el citado artículo, Freud vuelve a señalar que el espacio de su trabajo es la patología de la vida psíquica y su articulación con el desarrollo de los procesos normales. De este modo le adjudica al humor un peculiar estatus de recurso sano que se diferencia de otras manifestaciones emocionales similares, pero ligadas a procesos patológicos.

      Como es sabido el psicoanálisis nace con Freud, pero no termina con él. Aún hoy se sigue desarrollando. Esto mismo sucede con el estudio del humor dentro de ese marco teórico. Autores posteriores como Melanie Klein (1882-1960), Wilfred Bion (1897-1979) y Donald Meltzer (1922-2004), generan un nuevo cuerpo conceptual para comprender el funcionamiento mental, son parte de lo que se conoce como