La competencia era un bien público, porque no se podía escindir de la libertad y de la igualdad, de las fuerzas de cohesión social, pues el mayor atentado contra ella eran los monopolios. Pero no era el bien público absoluto, como quieren Dardot y Laval26. Por el contrario, era necesario compensarlo con formas de solidaridad27. Foucault presentó este movimiento como la adhesión del socialismo al neoliberalismo. Sin embargo, este planteamiento le permite ignorar la cuestión de la solidaridad en el ordoliberalismo. Nunca se explora la cuestión de si esta adhesión del socialismo a la competencia con solidaridad dotaba de coherencia su adhesión a la democracia. Se abandonaba con ello la idea de que la democracia liberal era solo un instrumento para conquistar el socialismo. Entonces se creyó que la adhesión a la democracia como fin, con sus principios ético-jurídicos superiores de libertad, igualdad y responsabilidad, vinculados a una forma de vida, implicaba adherirse a un régimen de competencia protegido, regulado y preservado por el Estado, compensado por medidas de solidaridad. Quizá solo así se podría dar el consenso suficiente para que un pueblo pudiera apoyar un Estado capaz de hablar en su voz. Foucault concluye que la práctica de la RFA tras 1948 fue una «práctica gubernamental de ese neoliberalismo» (Foucault, 2007: 115). Así entró el socialismo «por fin al juego de la gubernamentalidad». Lo que se produjo tras 1948, lo que llamamos Estado de Bienestar, era Vitalpolitik. Con ello, para Foucault, el socialismo quedaba neutralizado al entrar en el juego del neoliberalismo.
6. El valor de la intuición de Foucault
Foucault pudo concluir que el gobierno biopolítico neoliberal del presente no era un Estado de Bienestar, sino una nueva lógica del gobierno impulsada por los autores ordoliberales. Ellos habrían mantenido su Vitalpolitik sometida a la condicionalidad constituyente del mercado. De este modo, Foucault podía imputarle los dos males: intervenir en la vida y hacerlo desde el mercado como esfera absoluta. El homo economicus se elevaba a absoluto. La condición fue hacer desaparecer el Estado de su análisis. Pero el ordoliberalismo es la última manifestación del Estado continental y su lógica, cuyos orígenes se remontan al cameralismo alemán28.
La genealogía de Foucault está equivocaba. Pero lo que él veía era cierto. Ahora se condicionaba el cumplimiento de los servicios públicos a su valoración desde el mercado. Esta no era una premisa ordoliberal clásica, sino una respuesta nueva ante la intensificación del Estado de bienestar. En suma, el gobierno biopolítico neoliberal de Foucault es un acontecimiento, un episodio en la evolución del Estado de bienestar finalmente desplegado en los años 70. Obedecía al problema creciente de la deuda y respondía a la eliminación de servicios públicos impulsada por las políticas de Thatcher y Reagan. Pero para entenderlo no era necesario inventarse una genealogía ordoliberal como hace Foucault. El ordoliberalismo deseaba desvincular a las masas obreras del marxismo y del comunismo y forma parte de esa batalla civilizatoria que duró hasta la Guerra Fría. Lo sustantivo del gobierno biopolítico neoliberal es una práctica institucional del Estado de bienestar que somete los servicios públicos a una racionalidad de mercado, no a la finalidad específica de sus propios objetivos. No juega en la guerra civilizatoria clásica del siglo xx, sino en la nueva guerra del capitalismo financiero mundial y en la explotación de los pueblos que produce la deuda pública financiada en el mercado. El ordoliberalismo era, en el fondo, un comunitarismo de la eticidad, consciente de que solo sobre esa base podía organizarse un Estado fuerte protector de la forma de vida comunitaria. Para ese fin necesitaba una biopolítica.
Pero si esto es así tenemos que preguntarnos qué se entiende por neoliberalismo frente al ordoliberalismo. ¿No será que el neoliberalismo implica además la privatización de todo servicio público, la negación misma del concepto servicio público? ¿Y no sería tal por haber roto con todo aspecto comunitario?¿No parece entonces que un neoliberalismo consumado ha de dejar de ser biopolítico? ¿Cómo puede ser biopolítico el homo economicus individual y completamente autorreferencial? ¿Cuál podría ser la biopolítica sin Estado? Estas preguntas tienden a subrayar el aspecto inacabado de las lecciones de Foucault.
Foucault deseaba moverse en el horizonte interno del liberalismo29, pero en realidad se movía en un escenario de alcance muy diverso. La crisis real del dispositivo general de gubernamentalidad, en aquellas fechas del final de la Guerra Fría, mostraba la transformación del sentido de la soberanía. Los ordoliberales, siempre pendientes de mantener el principio de un Estado fuerte simbolizado en una moneda fuerte, tuvieron que improvisar estrategias para defenderlo de una nueva situación producida por el capitalismo financiero internacional. La obsesión por la deuda viene de ahí. Eso llevó primero a la racionalización de servicios públicos, que es la etapa que contempla Foucault, y luego a su recorte. Por la misma lógica de buscar fortaleza, lleva al euro. Pero la contradicción estaba en mantener una moneda fuerte sobre la base de Estados de fortaleza desigual. De esta manera, Europa se embarcaba en un mar ignoto cuyas consecuencias no podía contemplar.
Foucault lo vio muy bien, pero lejos de entender el proceso como un sobrevenido histórico, lo vio dentro de una lógica inmanente de la historia del liberalismo, lo que es dudoso que fuera. Por eso para él, de forma coherente, las respuestas a esa crisis de gubernamentalidad que daban los ordoliberales y los neoliberales eran algo más que ofertas más o menos convergentes y sincrónicas. Eran convergentes en su sentido hasta el punto de que, como ha visto muy bien un crítico, «así, y partiendo del ordoliberalismo alemán, se podría ver con claridad la situación problemática de todo el Neoliberalismo» (Gertenbach, 2018: 170). Esta impresión, que se impone en toda la bibliografía desde el escrito de Foucault30, es preciso resistirla por un momento y a eso aspira mi trabajo. Pues Foucault nos dice que lo que padecemos estuvo preparado desde el principio y es un efecto necesario de un proceso dirigido y consciente. Pero no es así. Es un efecto sobrevenido de la profunda e inmanejable sima del tiempo histórico. No es un telos irresistible, sino un problema abierto31.
7. Bibliografía
Bilger, François (1964): La pensé économique libéral dans l’Allemagne contemporaine. París: Daniel Villey.
Böhmler, Andreas A. (1998): El ideal cultural del liberalismo, La filosofía política del ordo-liberalismo. Madrid: Unión Editorial.Bottom of Form
Bölsche, Wilhelm (1931): Der Termitenstaat: Schilderung eines geheimnisvollen Volkes. Berlín: Kosmos.
Böhm, Franz; Eucken, Walter y Grossmann-Doerth, Hans (2017): «The Ordo manifesto of 1936», en Briebricher, Thomas y Vogelmann, Frieder (eds.) (2017): The Birth of Austerity, German Ordoliberalism and Contemporary Neoliberalism. Londres: Rowman and Littlefield, pp. 27-41.
Dardot, Pierre y Laval, Christian (2013): La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal. Barcelona: Gedisa.
Eucken, Walter (2017): «Structural Transformations of the State and the Crisis of Capitalism», en Briebricher, Thomas y Vogelmann, Frieder (eds.) (2017): The Birth of Austerity, German Ordoliberalism and Contemporary Neoliberalism. Londres: Rowman and Littlefield, pp. 51-72.
Foucault, Michel (2007) Nacimiento de la Biopolítica, Curso del Collège de France (1978-1979). Edición