Guillermo Buitrago: Precursor de la música vallenata. Édgar Caballero Elías. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Édgar Caballero Elías
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9789587463293
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el callejón Santa Marta.

      En esa casa nació el 1 de abril de 1920, un niño llamado Guillermo de Jesús Buitrago Henríquez, quien fue recibido por María Álvarez Laiseca, una de las parteras tradicionales y de confianza que había en aquel tiempo en Ciénaga. También nacieron allí otros hermanos del músico: Socorro, Alba Luzmila, Lola, Edith, Gregorio y Helda Cecilia, todos recibidos y atendidos por María Álvarez Laiseca.

      Guillermo fue bautizado en la parroquia San Juan Bautista de Ciénaga por el padre Guillermo Gerardino, el 29 de septiembre de 1920, a los cinco meses de nacido. Sus padrinos fueron Óscar González Aycardi y Carmen Isabel González.

      En la casa de la abuela vivieron muchos años, hasta cuando la familia perdió la casa a raíz de una deuda contraída con Carlos Medina Rojas. Se pasaron entonces, en calidad de arrendatarios, a una casa de la calle Nueva con el callejón de las Flores, propiedad de Julia Muñoz de Ebratt. Esta edificación era una casa de madera, grande también, techo de zinc y un enorme alar. Allí vivieron mucho tiempo.

      Vivencias de Roberto Buitrago Muñoz en Ciénaga

      Son pocas las noticias que pueden rescatarse del padre de Guillermo. Según Ana Rosa Díazgranados, vecina de ellos, “el cachaco Buitrago era un tipo serio, meticuloso, callado, un poco alto, de contextura gruesa, buenas facciones y trabajador...”. Trabajó inicialmente el negocio de Agapito Clavería, “un español que llegó a Ciénaga en 1914, donde abrió una tienda, grande y muy surtida, en el viejo caserón de los Barrancos , en la esquina de la calle Santander con el callejón Popayán, donde funcionó, a finales del siglo pasado, una factoría tabacalera...”, recuerda Ana Rosa.

      Agapito Clavería, el patrón del padre de Buitrago, trasladó el negocio a otra esquina de la calle Santander, pero con el callejón Bucaramanga. A un costado de la tienda, en la misma edificación, fijó su residencia el famoso comerciante español. “Lo recuerdo como si fuera hoy –dice Ana Rosa- porque mi yerno, Benjamín Arza “Mincho Arza”, casado con mi hija Rosa Jimeno, también trabajaba con el cachaco Buitrago en la tienda de Agapito Clavería. Trabajaron con él también Juan González Aragón, Cayetano Polo y Rafael Vélez”.

      Albertina Locarno Pumarejo nos cuenta a su vez otras vivencias del padre de Guillermo Buitrago. Cuando fui a visitarla a su casa, en Ciénaga, me recibió atenta como siempre y con un tinto deliciosamente preparado por ella. “Sí, yo fui amiga personal de Yoya y de Teresa”, abuela y madre, respectivamente de Guillermo. “Roberto Buitrago atendió un llamado del entonces gerente de la Santa Marta Railway Company Limited, míster George Maherj, El Cuáquero, apodo que le puso Francisco Eliécer Locarno Sarco, mi padre, para que se vinculara a la compañía”, recordaba.

      Míster Maherj era un masón inglés, miembro de la logia de Boston, que fue gerente de la compañía hasta 1932. Estaba casado con una señora de nombre Zulma. Después se fue para su tierra y no se supo más de él.

      Míster Deudney, superintendente del tráfico, nombró a Roberto Buitrago jefe de la estación de Sevilla. Buitrago se relacionó, entonces, con Alejandro Castañeda Lozano, jefe de la estación de Ciénaga, además de Pedro Bonett Camargo, esposo de Albertina, que era el telegrafista.

      El papá de Guillermo Buitrago, ya nombrado jefe de la estación de Sevilla, se trasladó con la familia a dicha población, donde les tocó presenciar y soportar en todo su rigor, los sucesos de la huelga de las bananeras, en 1928. Al año siguiente, septiembre de 1929, ocurrió algo doloroso, lamentable e inesperado: Roberto Buitrago abandonó a la familia, se fue de Ciénaga y no regresó más. Nunca se supo qué pasó o por qué lo hizo.

      Guillermo tenía nueve años cuando el padre se fue; la mayor tenía trece años y la menor apenas había nacido.

      Supieron que regresó a Marinilla, su lugar de origen, y que después se radicó en Ibagué. Nueve años más tarde, en 1938, Guillermo viajó a Medellín y llegó a Marinilla, donde le informaron que Roberto estaba en Ibagué. Viajó, entonces, a la capital del Tolima. Allí estuvo con él algunos días. Regresó con la noticia de haberlo visto, pero la felicidad duró poco, porque un año después, Roberto falleció en Ibagué, víctima de un infarto cardiaco. Dos años más tarde moriría en Ciénaga, Teresa, la madre de Buitrago, a la edad de cuarenta y cinco años.

      Semblanzas y episodios

      Del matrimonio de Roberto Buitrago y Teresa Mercedes Henríquez nacieron siete hijos: Socorro, Alba Luzmila, Guillermo, Lola, Edith, Gregorio y Helda.

      Foto: Familia Buitrago Henríquez. Guillermo Buitrago aparece en la parte superior, de pie, al lado de sus hermanas Lola y Socorro. Sentada aparece su madre Teresa Mercedes y sus otros hermanos Helda y Gregorio.

      Socorro, su hermana mayor, falleció en 1999 en Barranquilla. Lola, la cuarta del matrimonio, murió en Barranquilla a mediados de 2000. Alba Luzmila, la segunda, murió en Ciénaga cuando tenía un año de nacida, en 1919. Guillermo murió de 29 años, en 1949, en su ciudad natal. Edith murió también muy niña, de año y medio, en 1926. Después venía Gregorio, el sexto, murió a los 19 años, en 1947, en Ciénaga. Helda, la última, murió en Tunja, en 1954. Tenía 24 años.

      Erlina Cecilia Buitrago Castillo es otra hermana de Guillermo. Su madre fue una tolimense de nombre María Castillo Delgado. Murió en Ciudad de Panamá, donde residía. Se casó con el inglés Daniel Joseph Reid Depass. Erlina no conoció a su padre ni tampoco a sus hermanos, según ella misma manifestaba. De su padre tiene el recuerdo, por información de su madre, que era un señor trabajador, bueno y muy celoso.

      A Helda Cecilia, como a su hermano, le apasionaba la música. Era una hermosa mujer, alegre y extrovertida. Cantaba tan exquisitamente que la llamaban La Alondra Cienaguera.

      ¿Guillermo Buitrago Henríquez o Guillermo Buitrago de la Hoz?

      La legislación colombiana estuvo durante muchos años sometida a la legislación canónica, fenómeno que produjo una cierta contradicción entre la realidad social del país y las reglas referentes a matrimonio, filiación y régimen de bienes.

      El Concordato de 1888 tenía el grave inconveniente, como toda la legislación canónica, de pretender regular con las mismas disposiciones a todos los católicos del universo, que son necesariamente distintos.

      A partir de 1863, en Colombia se hizo obligatorio el matrimonio civil, por lo que el matrimonio católico pasó a ser una simple unión libre frente al poder civil. La filiación natural no existía. Las leyes 57 y 153 de 1887 refrendaron retroactivamente la validez del matrimonio católico.

      En vigencia de la Constitución impuesta por Rafael Núñez, en 1887, se pactó un concordato que impuso como obligatorio el matrimonio católico para todos los que profesaron dicho clero.

      La Ley 30 de 1888 elevó incluso a causal de nulidad de pleno derecho de un matrimonio civil, la celebración de otro católico por cualquiera de los cónyuges con una tercera persona. Esta disposición rigió hasta cuando se aprobó el nuevo concordato por medio de la Ley 54 de 1924, conocida popularmente con el nombre de la Ley Concha, como reconocimiento al vicepresidente José Vicente Concha. Solamente en 1936, cuando se expidió la Ley 45, pudo decirse que comenzó un verdadero, aunque tímido y discutido, régimen para los hijos nacidos fuera del matrimonio, llamados en ese entonces hijos naturales.

      Antes de la Ley 45 de 1936, los hijos no matrimoniales se clasificaban en dos grandes grupos: Hijos simplemente ilegítimos e hijos espurios, bastardos o de dañado o de punible ayuntamiento, los cuales se subdividían en hijos incestuosos, adulterinos y sacrílegos.

      El hijo ilegítimo era el nacido de padres que al momento de la concepción no estaban casados entre sí, pero podían casarse válidamente. Hijo espurio o bastardo o de dañado o de punible