César Castro Hernández, músico y compositor cienaguero, en homenaje al popular barrio sureño de Ciénaga, compuso, en ritmo de paseo, un tema de nombre homólogo, cuya letra transcribo:
La Manglaria
En la región sur de este municipio
se encuentra allí una zona que la llaman La Manglaria
unos me dicen yo preparo mi atarraya
para buscar lo que solicito.
Entonces cantemos a La Manglaria
a esta zona que es muy linda de adornarla
cantaremos todos emocionados, tocaremos con toda la alegría
y tocaremos armonía para este suelo idolatrado.
Por allá juntico está el barrio de los pescadores
que al atardecer se marchan complacidos
cuando está muy lejos se escuchan los rumores
de ese mar que vive embravecido.
Cantaremos todos emocionados
tocaremos con toda la alegría
y tocaremos armonía
para este suelo idolatrado.
Carlos Matheus es un mozo inteligente
Armoniza entre nosotros la música en la guitarra
nos dice que llevará en su mente
que llegue a la meta La Manglaria.
La ciudad de los pianos y las guitarras
Buitrago nació y creció en una ciudad en franco crecimiento, con una rica tradición cultural y musical asentada, reconocida en la región y el país (Caneva, 1998). Nace en una ciudad con destacados compositores y músicos como Eulalio Meléndez (el célebre autor de la música del Caimán y de “La piña madura”), Dámaso Hernández y Andrés Paz Barros: compositor de la famosa “Cumbia cienaguera”, a quien trató y de quien interpretó, entre otras piezas, el paseo “Dame tu mujer José”, inspirado en un motivo pícaro sucedido a un amigo2 de Paz Barros en Sevilla, trabajador de la United Fruit Company.
Esta tradición empezó a forjarse medio siglo antes de nacer el músico y es fácil de rastrear cuando se estudian los antecedentes musicales de Eulalio Meléndez, quien aprendió a tocar piano bajo la tutela del músico José C. Alarcón, padre del gran pianista colombiano Honorio Alarcón. Meléndez, que murió en Ciénaga en 1916, a la edad de setenta años, es el autor de una canción que Buitrago haría famosa, “La piña madura”, que compuso en 1881, con motivo del agasajo que la sociedad de Ciénaga le ofreció al ingeniero, político y novelista Jorge Isaac, que investigaba la existencia de minas al sur del municipio. Meléndez, quien dirigió bandas en distintos puntos de la región y creó una escuela de música en Ciénaga (en 1906), compuso la emblemática pieza “El helado de leche”, especie de himno de la sociedad samaria. Paz Barros, alumno y seguidor de Meléndez y sus hijos, pondrá a disposición de Buitrago temas suyos a los que éste, con fino instinto musical, les mejoró las letras o les puso letras y grabó, como sucedió con la canción “Por el amor de Claudia”, en cuyos arreglos Paz participó y cuyo título inicial era “De Ciénaga a Santa Marta”, según el músico le comentó al investigador Guillermo Henríquez Torres a principios de los años setenta del siglo pasado.
Esta tradición cultural y musical de Ciénaga es la que Buitrago canaliza y catapulta de manera intensa en el último lustro de los años cuarenta. Esta tradición musical culta y popular a la vez, con el piano y la guitarra como instrumentos nucleares, explica que en Ciénaga haya habido un gran aprecio por la música y hasta una academia dedicada a formar músicos en los años veinte y treinta del siglo XX, institución en la que estudió un muchacho humilde, zapatero de oficio, Andrés Paz Barros: músico de pentagrama, como también lo fue Dámaso Hernández, quien llegó a ser subdirector de la Banda de Música de la Policía del Atlántico. Ciénaga era, ciertamente, la ciudad de los espejismos y los pianos, que tocaban por igual hombres y mujeres de las familias pudientes3, enriquecidas en el comercio y en los cultivos y explotación de la madera, la caña de azúcar, el tabaco y el cacao, mucho antes de la aparición y la hojarasca del banano, a finales del mismo siglo. Era también una ciudad de guitarras y de destacados guitarristas, la mayoría de ellos de origen popular, pero de sólida formación. Esta tradición la mantuvieron viva, andando el siglo XX, hombres de la talla de Efraín Burgos García4 (Burgos, s.f.) y agrupaciones como el Trío Cienaguero, para mencionar un trío con una vigencia de más de medio siglo: sobresalientes continuadores de la música de Buitrago y espejos de las posteriores generaciones de artistas de este instrumento.
1. La letra de esta canción pertenece al poeta y educador de Tasajera (Pueblo Viejo) Santiago Montaño Castro.
2. Un gringo de la empresa bananera, enamorado de la mujer del amigo de Paz Barros, se la solicita a su subalterno a cambio de una supuesta deuda monetaria. Buitrago transforma la letra, aunque deja, según Paz le explicó a Guillermo Henríquez (1970), el nombre del amigo: José.
3. Una de ella es la célebre Juanita Monsalvo, quien, en 1865, a los dieciocho años, migró a Valledupar, donde enseñó solfeo y piano a los hijos e hijas de la élite. Ella dio origen a una rica tradición de músicos y compositores, como reconoce un bisnieto suyo, Efraín Quintero Molina, en crónicas aparecidas en el diario El Pilón de Valledupar en fechas recientes (2020).
4. Efraín Burgos fue uno de los grandes ejecutantes de la guitarra en su tiempo. Hizo vida europea en la segunda mitad de los años sesenta. Se presentó varias veces en el Teatro Olympia de París, ciudad donde vivió. Es el heredero de una tradición de reconocidos guitarristas cienagueros: José y Domingo Mazilli Ribón, Alfonso Cayón, Marcos Guillot Sánchez, José Hilario Castro, Santiago Padilla, Hispano Góngora y Efraín González. Fue alumno de Andrés Paz Barros a finales de los años cincuenta. Murió en Ciénaga, en 1995, ciudad en donde naciera en 1938. Actuó en las orquestas de los Hermanos Martelos y en la Tropibomba, entre otras agrupaciones. Muy joven, en Girardot, conoció al bolerista colombiano Tito Cortés, con quien anduvo de gira un corto tiempo.
Capítulo II
La familia de Buitrago
Los padres de Buitrago
Los padres del cantor cienaguero fueron Roberto Buitrago Muñoz y Teresa Mercedes Henríquez de la Hoz. Roberto era oriundo de Marinilla (Antioquia), hijo de Guillermo Buitrago y Dolores Muñoz, ambos de Marinilla.
Como buen paisa, fue inquieto, trabajador y andariego. Era un comerciante que recorría los pueblos de Colombia ofreciendo sus productos y negociando otros; de esta manera, viajando de un lado para otro, negociando artículos, llegó a Ciénaga, donde conoció a Teresa Mercedes Henríquez de la Hoz, de la que se enamoró perdidamente. Teresa, la madre, era hija natural de Jacobo Henríquez Ricardo y Gregoria de la Hoz Avendaño. Contrajeron matrimonio en la parroquia San Juan Bautista, de Ciénaga, el 15 de junio de 1916, ceremonia que celebró el padre José María del Castillo, siendo testigos del matrimonio Julio C. Morán y Manuel Charris.
Foto: Roberto Buitrago Muñoz y Teresa Mercedes Henríquez, padres de Guillermo.
Inicialmente vivieron en la casa de la señora