Desaparecido: memorias de un cautiverio. Mario Villani. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mario Villani
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789876919432
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y nada mejor que la expresión “zona gris” para intentar definir lo que significa sobrevivir en un campo de exterminio: los dilemas morales cotidianos, la falta de respuestas claras ante situaciones de vida o muerte, la galería de seres humanos confrontados con situaciones para la mayoría de nosotros impensables. En Los hundidos y los salvados, Levi sostiene que la experiencia límite de los campos impide dividir tajantemente a las personas entre ellos y nosotros, amigos y enemigos, porque la frontera entre víctimas y verdugos se desdibuja: “El enemigo estaba alrededor, pero dentro también, el «nosotros» perdía sus límites…” (33). Levi se niega asimismo a condenar moralmente a quienes hicieron lo impensable para sobrevivir en los campos nazis (“Es un juicio que querríamos confiar sólo a quien se haya encontrado en condiciones similares y haya tenido ocasión de experimentar por sí mismo lo que significa vivir en una situación apremiante”, 38). Cuando habla de los que trabajaban como mano de obra esclava, integraban los Sonderkommandos encargados de las cámaras de gas y los hornos crematorios o incluso actuaban de Kapos, sostiene que todos fueron víctimas de un régimen que posibilitó semejante aberración: “La culpa máxima recae sobre el sistema, sobre la estructura del Estado totalitario” (38).

      La prudencia de Villani al juzgar lo menos posible es paralela a la de Levi. Según el escritor italiano, no debemos buscar en los prisioneros “el comportamiento que se espera de los santos y de los filósofos estoicos” (43), y en su relato Villani revela la humanidad subyacente aun en los actos más deleznables. En Auschwitz hubo quienes extendieron su vida unos pocos meses más haciendo el trabajo infernal de los Sonderkommandos, pero “nadie está autorizado a juzgarlos, ni quien ha vivido la experiencia del Lager ni, mucho menos, quien no la haya vivido” (Levi, 52). Sin embargo, el juicio moral sobre los sobrevivientes es algo que abunda en la Argentina. En La mujer en cuestión (2003), una novela de la cordobesa María Teresa Andruetto, un informe burocrático sobre una mujer que sobrevivió a su paso por un campo de concentración (presumiblemente La Perla) reproduce las sospechas de sus vecinos: ¿qué hizo en el campo? ¿Tuvo allí un hijo? ¿Tuvo que ver con el arresto y la muerte de su amigo? Más inculpatorio aún es el hecho de que el “por algo habrá sido” de los vecinos, cuando la mujer desaparece, se convierte en un “por algo habrá salido” cuando vuelve con vida del campo. En una ilustración perfecta de la expresión que dice “maldito si lo haces, maldito si no lo haces”, la sociedad la condena antes y después:

      Aun en la actualidad, Eva tiene que oír comentarios, como hace años oyó insultos [...] Desde entonces, “comunista” y “puta comunista”, primero, y años después “traidora”, “botona” y otras expresiones de parecido calibre... (Andruetto, 34)

      El tema de la condena a los sobrevivientes por ser sospechosos de colaboración aparece tempranamente en la ficción argentina. En la novela de Miguel Bonasso Recuerdo de la muerte (1984), basada en la historia real de un ex diputado de la Juventud Peronista que logró escapar de la ESMA, una de las escenas culminantes es cuando el protagonista arriba al centro clandestino y descubre horrorizado que muchos de sus compañeros, que creía muertos, están trabajando como mano de obra esclava. Ya en 1982, no terminada aún la dictadura, el historiador británico Richard Gillespie se había referido a este fenómeno en su concienzudo estudio Soldiers of Perón, Argentina’s Montoneros (publicado luego como Soldados de Perón: los Montoneros), donde anotaba: “Dentro de la ESMA, algunos prisioneros consiguieron idear una estrategia que, durante el período 1977 a 1979, les salvó la vida. Simulando colaborar con sus apresadores de la Armada, escaparon al destino de la gran mayoría” (301). Más tarde, al cumplirse el vigésimo aniversario del golpe militar, la novela de Liliana Heker El fin de la historia (1996) abrió un largo debate al ficcionalizar la historia real de una ex guerrillera montonera que formó pareja con el oficial naval que la capturó y mató a su compañero. Más que sobre los méritos literarios de la novela, la polémica giró alrededor del significado de la “traición” de la mujer, y quizá tuvo que ver menos con la incapacidad de la protagonista de ser fiel a sus ideales que con el fracaso de una generación y la pérdida de las ilusiones.

      A la desazón evidente de Liliana Hecker ante lo que considera una traición de la sobreviviente, se le contrapone la profunda reflexión de Pilar Calveiro en su notable estudio Poder y desaparición: los campos de concentración en Argentina (1998). La autora, sobreviviente de la ESMA y hoy profesora universitaria en México, refuta la división simplista de los secuestrados en héroes y traidores, y revela los mecanismos concentracionarios que posibilitaron todo tipo de situaciones ambiguas y grises. Más importante aún, sostiene que todo mecanismo individual de supervivencia dentro del campo (desde simular y colaborar en pequeñas tareas hasta pasarse abiertamente de bando) no puede comprenderse sino en el contexto de los mecanismos sociales de adaptación al poder militar: “Ni la guerrilla ni los militares, ni por supuesto los campos de concentración, constituyeron algo ajeno a la sociedad en su conjunto” (98). Los campos y la sociedad civil deben pensarse entonces como dos caras de un espejo que reflejan la misma ambigüedad:

      Pensar el campo de concentración como un universo de héroes y traidores permite separarlo de lo social [...] Por el contrario, el infierno del campo y la sociedad se pertenecen, por eso héroes y traidores, víctimas y victimarios, son también esferas interconectadas entre sí y constitutivas del entramado social, en el que todos están incluidos. (137)

      A esa misma vasta zona gris se refieren otras cinco sobrevivientes, las autoras de Ese infierno. Conversaciones de cinco mujeres sobrevivientes de la ESMA (2001). Munú Actis, Cristina Aldini, Liliana Gardella, Miriam Lewin y Elisa Tokar, todas ellas participantes en el plan de “recuperación” de la Armada, se reunieron durante un año y grabaron sus conversaciones sobre lo vivido, en un ejercicio de introspección que luego se virtió en el libro. De manera descarnada dicen saberse sospechosas por haber sobrevivido (“la culpa de estar vivo, el miedo a que te señalen por la calle y te digan: ¡Si está vivo, por algo será!”, 238) y sostienen que “más allá de pequeños episodios de heroísmo o de santidad, la verdadera historia la hicieron contradictorios seres humanos” (14). Más aún, comparan su caso con el de los campos nazis y se preguntan por qué en la Argentina se mide a los sobrevivientes del terrorismo de Estado con una vara diferente:

      Por qué todo el mundo entiende que algunas prisioneras judías se hayan acostado con alemanes para sobrevivir y se horrorizan sin embargo de que haya pasado lo mismo aquí en la ESMA. (99)

      Las mismas dudas y autocuestionamientos marcan la experiencia de Mario Villani y sus reflexiones a lo largo de tres décadas y media, que hoy se cristalizan en este libro. Una y otra vez se pregunta por qué él sobrevivió y otros no, y la única respuesta posible es la que ofrece al final de su relato: “¿Por qué hoy estoy vivo? No lo sé, no soy yo quien lo decidió”. Lo único que estuvo a su alcance fue hacer lo posible, día tras día a lo largo de cuarenta y cuatro interminables meses, para que no lo mataran. Debió mentir, simular y ocultar sus verdaderos sentimientos mientras trabajaba como mano de obra esclava en los campos reparando aparatos electrónicos, acondicionando automóviles y ayudando a limpiar y cocinar. Durante todo ese tiempo una mínima esperanza le permitió seguir adelante: el deseo de quedar vivo para que alguien contara lo sucedido. En Los hundidos y los salvados, Primo Levi reproduce las palabras de uno de los pocos sobrevivientes de los Sonderkommandos: “Es verdad que hubiera podido matarme o dejarme matar, pero quería sobrevivir para vengarme y para dar testimonio de todo aquello. No creáis que somos monstruos, somos como vosotros, aunque mucho más desdichados” (46). ¿Es posible –o incluso moral– pagar un precio semejante para lograr dar testimonio? Que cada lector decida por sí mismo. Pero que al hacerlo tenga en cuenta que los actores de esta historia fueron contradictorios e imperfectos, como todos los seres humanos: “Murieron los peores y los mejores, sobrevivieron los mejores y los peores” (Vezzetti, 141). Como ejemplifica Mario Villani en su relato, ni morir fue prueba última de heroísmo, ni sobrevivir lo fue de traición a los ideales. Los sobrevivientes de los centros clandestinos no son monstruos ni fenómenos de circo. Por el contrario, son seres humanos, tan humanos como nosotros, tal vez incluso más humanos porque acarrean consigo el deber (y la desdicha) de para siempre tener que atestiguar.

      Atlanta, mayo de 2011