Polvo y decadencia. Jonathan Maberry. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jonathan Maberry
Издательство: Bookwire
Серия: Ruina y putrefacción
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9786075573465
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tiempo; y aunque nadie lo decía en voz alta, quedaba claro que todos ellos sentían que esa gente sólo estaba esperando a que todo terminara. La sociedad había colapsado, el ejército y el gobierno habían desaparecido, casi siete mil millones de personas habían muerto y la plaga zombi seguía avanzando con contundencia. Ellos sabían que los ciudadanos de Mountainside pensaban que el mundo había terminado y que lo poco que quedaba era sólo el reloj avanzando para llegar al inevitable silencio final.

      Era un pensamiento horrible, y hasta la gran pelea en el campamento de Charlie el año anterior, Benny había estado tan determinado como Nix en querer liberarse de ese pueblo y encontrar otro lugar donde la gente quisiera sentirse viva. Un lugar donde la gente creyera que había un futuro.

      Entonces ocurrió el enfrentamiento. Benny fue obligado a matar.

      Matar.

      Personas.

      No solamente zoms.

      ¿Cómo iba eso a abrirle una puerta hacia el futuro?

      Quedaba tan poca gente viva. Apenas treinta mil en California, y no había modo de saber si había más en algún otro lado. ¿Cómo iban los asesinatos a incrementar esa cifra? Era absurdo.

      Ahí, solo y mirando a los ojos a la persona en que se estaba convirtiendo, pudo Benny admitir ante sí la verdad:

      —No quiero hacerlo.

      Su imagen en el espejo y su voz interior repitieron esa verdad, palabra por palabra. Estaba totalmente convencido.

      Benny se vistió, bajó las escaleras y permaneció largo tiempo mirando el mapa del condado de Mariposa y del Parque Nacional de Yosemite. Oyó voces, se acercó a la puerta trasera y escuchó. Tom estaba en el jardín, hablando por encima de la cerca con el alcalde Kirsch y el capitán Strunk. Benny entreabrió la puerta para escuchar mejor lo que decían.

      —No son sólo unas cuantas personas, Tom —dijo el alcalde—. Todos están hablando de eso.

      —No es un secreto, Randy —dijo Tom—. Desde Navidad han sabido que partiría.

      —Ése es el punto —replicó el capitán Strunk—. Los exploradores y los comerciantes dicen que un montón de personajes de apariencia ruda han estado moviéndose al área desde que Charlie murió.

      —Todos en Ruina son personajes de apariencia ruda. El territorio lo exige.

      —Vamos, Tom —dijo Strunk, irritado—, no finjas que no entiendes lo que digo. Y no finjas que no conoces la influencia que tienes en Ruina. No habrá ley allá afuera, pero cuando salías a tus habituales trabajos de cierre, la mayoría del comercio irregular tendía a comportarse.

      Tom rio.

      —Como si eso fuera posible.

      —No es broma —continuó Strunk—. La gente del pueblo te respeta, aunque la mayoría no lo externe…

      —O no pueda hacerlo —acotó el alcalde.

      —… y allá en Ruina tú eres una fuerza que hay que tener en consideración.

      —Yo no soy ningún alguacil —dijo Tom con un cómico acento del Viejo Oeste.

      —Pero podrías serlo —sentenció Strunk—. Podrías reclamar mi puesto en cualquier momento que lo desearas.

      —No gracias, Keith, tú eres la ley aquí, y haces un gran trabajo.

      —De nuevo, ése es mi punto —continuó Strunk—. Tú sabes que yo nunca pondré un pie fuera de esa cerca. De ninguna manera.

      —En pocas palabras —espetó el alcalde—, ambos creemos que una vez que te marches, la parte circundante de Ruina será tierra de nadie. Los comerciantes serán asaltados, y si los cazarrecompensas se agrupan sin alguien que signifique un contrapeso para sus fuerzas, muy pronto pasarán a controlar este pueblo. Y quizá todas las villas cercanas.

      Se produjo un breve silencio, y después Benny escuchó que Tom suspiraba.

      —Randy, Keith… Entiendo la situación, pero ya no es mi problema. Como recordarán, yo propuse una milicia para rondar Ruina. Hice recomendaciones específicas para una fuerza autorizada por el pueblo que vigilara el territorio circundante y las rutas comerciales. ¿Hace cuánto fue eso? ¿Ocho años? Continué recomendándolo cada año desde entonces.

      —Bien, de acuerdo —gruñó el alcalde Kirsch—. Arrojárnoslo en la cara no ayudará a encontrar una respuesta ahora.

      —Lo sé, Randy, y no quiero parecer un cretino… pero me iré la próxima semana. Y no voy a volver. No puedo ser yo quien resuelva todos sus problemas. No esta vez.

      Ambos hombres comenzaron a arengar a Tom, pero él los despidió con un ligero movimiento de mano.

      —Si se hubieran tomado la molestia de leer mi propuesta en su momento —dijo—, habrían visto que hice muchas recomendaciones sobre cómo operar un cuerpo de defensa. No todos los cazarrecompensas son como Charlie. Hay algunos en los que se puede confiar. Cierto, son sólo un puñado, pero yo confío plenamente en ellos —empezó a contar con los dedos mientras enlistaba sus nombres—: Solomon Jones, Sally Dosnavajas…

      Enunció al menos veinte nombres.

      —Oh, por favor —dijo el alcalde Kirsch, haciendo una mueca—. La mitad de ellos son psicópatas y solitarios que rehúsan venir al pueblo y…

      —No necesitan venir al pueblo —atajó Tom—. Reúnete con ellos en las afueras y habla de negocios. Delega trabajo en ellos. Págales bien. Y aquí va un consejo: trátalos con un poco de respeto. Tal vez así ellos muestren un poco de lealtad hacia este pueblo.

      —Tal vez ellos se comportan ante ti —continuó Strunk—, pero yo he escuchado algunas historias bastante inquietantes sobre algunos de ellos.

      —¿En serio? ¿Y qué has escuchado sobre Gameland? Ya está nuevamente en funcionamiento. Sin una milicia externa, ¿qué vas a hacer cuando los chicos comiencen a desaparecer? ¿Cómo te sentirías si un día tus propios hijos se esfumaran y fueran arrastrados a pelear en un foso de zombis? No finjas que eso no sucede en el pueblo. Ahí está Nix Riley.

      Siguieron hablando, pero los tres hombres comenzaron a caminar hacia la puerta del jardín y siguieron por la calle rumbo al centro. Benny cerró la puerta.

      Genial, pensó, justo lo que necesitábamos. Otra razón para sentirnos mal por partir.

      12

      Al día siguiente fue el funeral de la familia Houser. Más de doscientas personas se presentaron. Benny y Nix acudieron juntos. Ella había estado triste y silenciosa desde el día anterior, y la presente conmemoración correspondía con su ánimo. Las nubes oscurecían el sol y volvían el aire fresco y húmedo, pero no llovía. Los árboles estaban repletos de cuervos y currucas y gorriones. Un estornino —oscuro y desaliñado— se posó en el ataúd cerrado de Danny Houser y se burló del sermón como un grosero alborotador, hasta que el enterrador lo espantó con su pala.

      El reverendo Kellogg vestía una sotana negra y sostenía su vieja, pesada y maltratada Biblia. Corría el rumor por el pueblo de que las páginas de la Biblia estaban manchadas de sangre porque el reverendo había tenido que usar el Buen Libro para golpear en la cabeza a uno de sus feligreses que se había convertido en zom. Era una historia espeluznante, pero Benny creía que era cierta. Había muchas historias como ésa en el pueblo. Todo aquel que hubiera sobrevivido a la Primera Noche tenía una.

      El alcalde y su esposa estaban ahí, vestidos con ropa formal, y hasta el capitán Strunk de la guardia del pueblo iba de traje.

      Benny no poseía un traje, pero usó sus mejores jeans azul oscuro y una camiseta blanca limpia. Nix llevaba un bonito vestido que Fran Kirsch, la esposa del alcalde, había confeccionado para ella. El vestido era de un tono de azul más vivo que los pantalones de Benny, y el corpiño estaba bordado con florecillas y ruiseñores. Los colores hacían que el cabello rojo y los ojos verdes de Nix parecieran más intensos.