El mismo Lucas, en un escrito posterior, nos indica que este fue el recuerdo que quedó de Jesús en los que le conocieron de cerca: «Ungido por Dios con Espíritu Santo y con poder, pasó su vida haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hechos de los Apóstoles 10,38). Lo más grande que podemos pedir al comenzar nuestro recorrido es ese «Espíritu Santo» que Jesús recibe del Padre y le hace vivir «haciendo el bien» y «curando a los oprimidos». Ese Espíritu nos puede renovar interiormente reavivando y transformando nuestra fe.
MEDITAMOS
Hemos leído diversas palabras de Jesús. Nos disponemos ahora a meditarlas escuchándole interiormente. Seleccionamos las que nos han parecido más importantes. Las repetimos despacio, una y otra vez, para grabarlas en nuestro corazón, gustarlas y hacerlas nuestras.
1. Las tres invitaciones de Jesús
«Yo os digo: pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá».
– ¿Qué siento al escuchar estas invitaciones de Jesús?…
– De ordinario, ¿qué hago yo ante Dios?… ¿Solo pedir?… ¿También buscar?… ¿Cuándo le llamo?…
– ¿A qué me siento invitado por Jesús en estos momentos?…
2. Confianza de Jesús en el Padre
«Todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá».
– ¿Qué me dice la experiencia personal?…
– ¿Cómo puedo confiar más en Dios?…
– ¿Cuándo siento que Dios es más bueno que nosotros?…
3. Pedir el Espíritu Santo
«¡Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».
– Por lo general, ¿qué «cosas buenas» suelo pedir a Dios?… ¿Para mí solo?… ¿También para los demás?…
– ¿He pedido alguna vez el Espíritu Santo?… ¿Cuándo?… ¿Para qué?…
– ¿Me siento llamado por Jesús a pedir, buscar y llamar al Espíritu Santo?…
ORAMOS
Hemos estado meditando las palabras de Jesús. Es el momento de responderle dialogando interiormente con él.
– Jesús, me estás abriendo un horizonte nuevo… Cuánto te agradezco tus palabras, porque…
– Está creciendo en mí el deseo de escucharte… Ayúdame a grabar dentro de mí estas tres invitaciones…
– ¿Qué tengo que hacer para buscarte mejor… y abrirme a tus llamadas?… Te escucho…
– Necesito confiar más, mucho más, en ti y en Dios… ¡Me haría tanto bien en este momento!…
– Siento que en mi vida cuento poco con la acción del Espíritu Santo… ¿Por qué? ¿Qué puedo hacer?…
CONTEMPLAMOS
Hemos visto que Jesús quiere contagiarnos su confianza total y absoluta en Dios. Hacemos silencio en nuestro corazón… Nos abandonamos en ese Padre bueno… Descansamos en el misterio de su bondad… Cuando confiamos en él, todo cambia en nuestra vida… Nos disponemos a un silencio contemplativo.
– El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? (Salmo 26,1).
– Soy pobre y desgraciado, pero el Señor cuida de mí (Salmo 39,18).
– Tú, Señor, me ayudas y consuelas (Salmo 85,17).
COMPROMISO
Concretamos el compromiso para traducir la lectura orante del Evangelio a nuestra vida:
– Concreto mi compromiso para toda la semana.
– Tomo una decisión para un tiempo definido.
– Reviso el compromiso tomado con anterioridad.
– Concreto algún gesto especial.
***
PADRE
Padre:
me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea,
te doy gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo,
con tal de que tu voluntad
se cumpla en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Yo te ofrezco mi alma
y te la doy
con todo el amor de que soy capaz.
Porque deseo darme,
ponerme en tus manos
sin medida,
con infinita confianza,
porque tú eres
mi Padre.
(Carlos de Foucauld)
Canto: «Padre»
Padre, Padre, ¡venga tu Reino! (bis)
Pedid… Buscad… Llamad… Creed…
STJ, CD Dentro 17
CAPÍTULO 2
ACOGER EL ESPÍRITU DE JESÚS
Signos de nuestro tiempo:
un movimiento contracultural sorprendente
De modo inesperado, pero con fuerza creciente, está emergiendo en la sociedad posmoderna un movimiento contracultural sorprendente. Está creciendo el deseo de trascendencia, la búsqueda de interioridad, la práctica de la meditación, el deseo de silencio y el hambre de espiritualidad.
Este fenómeno es, sin duda, signo de que no pocas personas ya no encuentran en la sociedad del bienestar y el consumismo lo que necesitan para sentirse bien. No les basta con satisfacer las necesidades que provienen del exterior, alimentadas muchas veces de manera artificial por la misma sociedad de consumo. Necesitan encontrar respuesta a los anhelos que brotan en el interior del ser humano.
Este interés por las cuestiones del espíritu no tiene precedentes. Se está produciendo tanto dentro como fuera de las religiones, entre creyentes y no creyentes. No todos buscan lo mismo. Esta hambre de espiritualidad aparece bajo forma de corrientes y caminos diferentes y hasta contradictorios. No es lo mismo iniciarse en la espiritualidad de Teresa de Jesús que organizar unas jornadas de mindfulness para mejorar la atención mental, evitar el estrés y contribuir al mismo tiempo al rendimiento en la empresa que las organiza. En medio de tal confusión y ambigüedad puede ser oportuno señalar algunos rasgos básicos de la espiritualidad cristiana.
El punto de partida de esta espiritualidad es el seguimiento a Jesús. Esto no consiste en seguir una idea, un programa o una doctrina, sino en seguir a Jesús sin condiciones. Más en concreto, consiste en «la forma de vida que se deja guiar por el Espíritu de Cristo» (Juan Antonio Estrada). Es decir, la espiritualidad cristiana abarca no solo la interioridad, sino la vida entera, la existencia concreta de cada día, vivida según el Espíritu de Jesús.
El objetivo de la espiritualidad cristiana