Ficción-historia. Juan José Barrientos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan José Barrientos
Издательство: Bookwire
Серия: Hetorodoxos
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786073041775
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conserva el episodio, pero en El arpa y la sombra el genovés se muestra conciliador y procura calmar a los descontentos:

      bajo la mirada socarrona del Martín Alonso —cada día me gusta menos que me decía: “cuélguelos”… “cuélguelos”, a sabiendas de que si me resolvía a ordenar que ahorcaran a alguno, nadie me hubiera obedecido —y menos los malditos gallegos y vizcaínos que para desgracia mía llevaba conmigo— perdiendo yo, al punto, toda autoridad de mando y vergüenza (y esto era, acaso, lo que quería el Martín Alonso… (101).

      Visión de los nativos

      Dice García Márquez en El otoño del patriarca que:

      El pasaje, de cualquier modo, tiene otros antecedentes, pues tanto Blasco Ibáñez como Madariaga ya habían relatado el mismo episodio desde el punto de vista de los nativos, pero de una manera muy distinta; la impresión de los indios es ahí completamente favorable a los españoles, a los que toman por dioses. El relato de Madariaga es algo menos complaciente porque anota que un indio comentó que los españoles tenían cola y por eso andaban vestidos; aclara que “Era éste el chiste permanente en las Antillas sobre tribus distantes que se sabía, con mayor o menor certidumbre, ir vestidas” (Madariaga: 301), pues el cronista de los reyes Andrés Bernáldez recuerda que unos indios “dijeron al Almirante que adelante de allí era Magon, donde todas las gentes tenían rabos, como las bestias o alimañas, y que a esta causa los hallarían vestidos”, porque “ansí los de esta provincia de Ornophay como ellos andan desnudos todos, hombres y mujeres, facen escarnio de los que oyen decir que andan vestidos” (Madariaga: 607). Aparentemente Colón no se dio cuenta de la broma desde un principio por influencia de sus lecturas, ya que Marco Polo afirma que en las montañas del reino de Lambrí “hay hombres que tienen cola larga un palmo” y “gordas como las de un perro” (Viajes: 162). Madariaga, que parece apreciar el humor de los nativos, cuenta que:

      un viejo indio, con cazurrería poco usual, explicó al Almirante que había gran abundancia de oro en muchas islas a cien y más leguas de distancia, con lo cual revelaba la distancia a la que deseaba ver a los españoles, tentándoles en particular con una isla que era todo oro, y en las otras que hay tanta cantidad que lo cogen y lo ciernen como con cedazos.

      Es obvio que “los indios habían aprendido ya ese truco… de mandar a los cristianos a buscar oro ‘allí nomás, detrasito de esa loma’, a veinte leguas por lo menos de sus tierras” (Gerbi: 428).También en la novela de Blasco Ibáñez los indios muchas veces “dieron a entender por señas que había hombres de su raza con muchas anillas de oro en brazos y piernas, pero siempre era en la isla más cercana, nunca en la suya” (209). Sin embargo, en El arpa y la sombra se expresa esta situación de una manera mucho más clara cuando Colón dice: “Y ahora estos cabrones indios que no hacían sino desorientarme: los de La Española, acaso por alejarme de sus minas de oro, me decían siempre que más allá, que más lejos pero no tan lejos, que —‘caliente’, ‘caliente’, ‘caliente’, como en el juego de la candelita” (124).

      Tal vez la principal aportación de Carpentier a este respecto está en la manera en que recrea las impresiones de los indios que Colón se llevó a España, pues éste supo por uno de ellos que ni querían ni admiraban precisamente a los españoles:

      Decían que nuestras casas apestaban a grasa rancia; a mierda, nuestras angostas calles; a sobaquina, nuestros más lucidos caballeros, y que si nuestras damas se ponían tantas ropas, corpiños, perifollos y faralás, era porque, seguramente, querían ocultar deformidades y llagas que las hacían repulsivas —o bien se avergonzaban de sus tetas, tan gordas que siempre parecían prestas a saltarles fuera del escote (141).