En el segundo capítulo, Baquero Cano sitúa a la arqueología foucaulteana como una posible herramienta de análisis meta-teórico para la investigación en la construcción de conocimientos, centrada en la reflexión sobre sus condiciones históricas de posibilidad. Trabaja la diferencia propia de la arqueología entre ciencia y saber para ubicar cómo la contingencia histórica que ha dado lugar a que un conocimiento sea posible no implica su contingencia en tanto conocimiento científico. Luego, siguiendo a Piaget y García, reconstruye algunos puntos esenciales de la relación entre las disciplinas científicas y los contextos sociales que las hacen posibles. A partir de la noción de marco epistémico, ubica el modo en que ambos autores conciben la revisión de los supuestos implícitos, dados por el contexto de los investigadores. Por último, a partir de estas dos maneras de pensar la relación entre la ciencia y su contexto social e histórico, puntualiza algunos aportes de la crítica del presente foucaulteana en torno al siguiente interrogante: ¿cómo pensar una reflexión crítica sobre las propias condiciones históricas de posibilidad para conocer cuando, al mismo tiempo, la reflexión misma está restringida y parte de las condiciones que busca revisar?
En el tercer capítulo, García Palacios, Shabel, Horn y Castorina analizan los diversos usos y significados de la noción de “contexto” en los estudios sobre la construcción de conocimiento de los niños y niñas, articulando los aportes de la psicología genética con los provenientes de la antropología social, con la finalidad de avanzar en la comprensión de las relaciones entre los procesos individuales de construcción del conocimiento y el contexto en el que tienen lugar. Señalan que, a pesar de que se menciona al “contexto” en los estudios de ambas disciplinas, aún no se ha alcanzado una definición unívoca del mismo. Asimismo, señalan los problemas meta-teóricos, teóricos y metodológicos que resultan del análisis de dicho concepto en ambas disciplinas. Finalmente, a partir del análisis de estudios empíricos realizados por este equipo de investigación, los autores y autoras reflexionan sobre en qué medida los métodos de investigación de la psicología genética y la antropología social pueden incorporar al contexto en los estudios empíricos sobre construcción del conocimiento.
En el cuarto capítulo, Castorina y Barreiro analizan las contribuciones de la teoría de las representaciones sociales a los estudios sobre el desarrollo moral. Al inicio, proponen cuatro niveles de análisis posibles para abordar las relaciones mutuas entre la filosofía y las investigaciones psicológicas: las filosofías académicas que han influido en los psicólogos del desarrollo al formulan las teorías psicológicas, las filosofías morales que se basan en ideas provenientes de resultados de investigaciones psicológicas, los marcos epistémicos que subyacen a las psicologías morales, y finalmente, las concepciones del mundo de los sectores hegemónicos de la sociedad que se transforman en las filosofías de los hombres y mujeres comunes. A continuación, examinan específicamente las contribuciones del diálogo interdisciplinario con la teoría de las representaciones sociales en el estudio del desarrollo moral, atendiendo a su relación con los cuatro niveles de análisis antes considerados. Luego, examinan cómo las investigaciones empíricas que recurrieron de manera complementaria a la teoría de las representaciones sociales y a la psicología genética y que, además, hacen explícitas sus presuposiciones filosóficas, dan lugar a una reconsideración de la noción de “desarrollo moral” tradicional en la psicología constructivista.
Siguiendo con la articulación entre la teoría de las representaciones sociales y la psicología del desarrollo, en el quinto capítulo, Barreiro y Castorina, señalan la importancia de considerar los procesos sociales de construcción colectiva de la “nada”, como una dimensión constitutiva de la construcción de conocimientos sociales. En primer lugar, desarrollan distintas posiciones filosóficas, psicológicas y psicoanalíticas con respecto a la “nada” y a su importancia para los individuos en los procesos de construcción de conocimiento. Luego, se detienen en la relevancia de este concepto para abordar la intervención de los conflictos de poder en el proceso sociogenético de construcción de las representaciones sociales. De esta manera, a partir del análisis de distintos estudios realizados por este equipo, concluyen que los grupos sociales niegan aquello que resulta amenazante porque, de hacerse visible amenazaría el status quo. Tal negación de ciertos significados es necesaria para la construcción de las estructuras de significados constitutivas de las representaciones sociales y puede adquirir tres modalidades: la visibilización de un significado específico y la negación de otros posibles (como el caso de representación hegemónica de la justicia retributiva, que oculta a significados relativos a la distribución de bienes y recursos), la negación de un rasgo o parte del objeto representado (como el caso del desconocimiento de la responsabilidad del Estado argentino en la representación de la llamada “Conquista del desierto”), o la invisibilización de un objeto del que no se tiene una representación (por ejemplo la negación de la existencia de pueblos indígenas en la Argentina).
Retomando estas ideas, en el sexto capítulo, Parellada, Castorina y Barreiro abordan el modo en el que las tensiones de poder en una sociedad dan lugar a ciertas representaciones cartográficas en las que se visibilizan o niegan cuestiones particulares con respecto al territorio nacional, lo cual impacta en el modo en el que este es pensado por los individuos. Proponen un diálogo entre los silencios cartográficos presentes en el proceso de producción de mapas y las distintas modalidades que puede adquirir la presencia de la “nada” en la construcción de las representaciones sociales. Para ello, en primer lugar, desarrollan las ideas de Harley sobre los discursos político y social como constructores de silencios en las representaciones cartográficas. En segundo lugar, desde una concepción relacional de la construcción social de “la nada”, consideran que tales silencios no sólo son parte del proceso de producción de las imágenes cartográficas, sino también del proceso de figuración y expresión de las representaciones sociales sobre el territorio plasmado en ellas. En tercer lugar, con base en estudios previos de este equipo, muestran cómo en el momento de construcción del territorio nacional argentino las elites gobernantes contribuyeron, mediante la producción en el mapa oficial de diversos vacíos, a legitimar el desarrollo de la “Conquista del desierto” y a promover en la población la idea de que la Patagonia era un territorio “vacío”. Asimismo, abordan el modo en el que tales representaciones y silencios cartográficos continúan vigentes en la actualidad.
En la segunda parte de este libro, se presentan un conjunto de trabajos empíricos que dan cuenta del abordaje de la construcción del conocimiento social desde las diferentes perspectivas disciplinares que conforman las producciones de este equipo de investigación. Así, en el séptimo capítulo, Bruno y Barreiro estudian las representaciones sociales de adolescentes sobre la política. Las autoras retoman investigaciones nacionales e internacionales, realizadas en las últimas décadas, que señalan que los y las adolescentes valoran negativamente a la política, ya que la relacionan con las formas convencionales de participación. Además, se comprometen con modalidades de participación política no convencionales, aunque ellos mismos no las consideran como prácticas políticas. En este marco, las autoras llevaron a cabo un estudio con la finalidad de describir las representaciones sociales de la política a través de las narrativas construidas por adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires sobre sus experiencias con ella. Los resultados obtenidos señalan la coexistencia de dos representaciones de la política: convencional y no convencional. La representación en la que la política se entiende principalmente como formas convencionales de participación (e.g. voto o militancia en un partido político) sería hegemónica, aunque se identificó una representación polémica que referiría a tipos no convencionales de participación (e. g. involucramiento en asociaciones barriales). Además, en muchos de los sujetos, ambas representaciones coexisten en un estado de polifasia cognitiva que expresa una relación de prevalencia selectiva entre