Henri Nouwen, las claves de su pensamiento
4 DE ENERO
Eres el amado de Dios
Personalmente, como mis dificultades ponen de manifiesto, a menudo no me «siento» como un hijo amado de Dios. Pero sé que esta es mi identidad más fundamental, y sé que debo optar por ella por encima y más allá de mis dudas.
Emociones fuertes, rechazo de uno mismo e incluso el desprecio de sí mismo te hacen con razón tambalearte, pero eres libre para responder como quieras. No eres lo que los demás piensan de ti mismo ni lo que tú piensas sobre ti. No eres lo que haces. No eres lo que tienes. Eres un miembro pleno de la familia humana, has sido conocido antes incluso de ser concebido y moldeado en el vientre de tu madre. En esos momentos en que te sientes mal contigo mismo trata de optar por ser fiel a la verdad de quien eres realmente. Mira el espejo cada día y proclama tu verdadera identidad. Adelántate a tus sentimientos y confía en que algún día tus sentimientos coincidirán con tus convicciones. Elige ahora, y sigue eligiendo siempre, esta increíble verdad. Como una práctica espiritual, clama y proclama tu identidad primigenia como hija o hijo amado de un Creador personal.
Esta noche en casa
5 DE ENERO
Has de saber que eres bienvenido
No ser bien recibido es tu mayor miedo. Sintoniza con tu miedo a nacer, tu miedo a no ser bienvenido en esta vida, y con tu miedo a la muerte, tu miedo a no ser bien recibido en la vida que hay tras esta. Es el miedo profundamente arraigado de que habría sido mejor si no hubieras nacido.
Y aquí estás, enfrentándote al corazón de la batalla espiritual. ¿Vas a rendirte ante las fuerzas de la oscuridad que te dicen que no eres bienvenido en esta vida o eres capaz de confiar en la voz del Aquel que no vino a condenarte, sino a liberarte del miedo? Has de elegir la vida. En cada instante has de decidir confiar en la voz que dice: «Te amo. Te he tejido en el seno materno» (cf. Sal 139,13).
Todo lo que te dice Jesús puede resumirse en las palabras: «Has de saber que eres bienvenido». Jesús te ofrece su más íntima vida con el Padre.
La voz interior del amor
6 DE ENERO
Vive bajo la bendición
Cuando fallece un miembro de nuestra familia o un amigo, cuando nos quedamos sin trabajo, cuando suspendemos un examen, cuando vivimos la experiencia de una separación o un divorcio, cuando estalla una guerra, cuando un terremoto destruye nuestro hogar o nos afecta de algún modo, surge espontáneamente la pregunta: «¿Por qué?», «¿por qué a mí?», «¿por qué ahora?», «¿por qué aquí?». Es tan difícil vivir sin una respuesta a este «¿por qué?» que no seduce fácilmente la idea de conectar los acontecimientos sobre los que no tenemos control con nuestra valoración consciente o inconsciente. Cuando nos hemos maldecido o hemos permitido que otros nos maldigan, es muy tentador explicar todas las fracturas que experimentamos como una expresión o confirmación de esta maldición. Antes de darnos del todo cuenta ya nos hemos dicho interiormente: «¿Ves?, siempre pensé que no era bueno... Y ahora lo sé con certeza. Los hechos de la vida lo demuestran».
La gran llamada espiritual de los hijos amados de Dios es sacar de la oscuridad de la maldición esas fracturas y ponerlas bajo la luz de la bendición. Esto no es tan sencillo como suena. La fuerza de la oscuridad es poderosa a nuestro alrededor, y a nuestro mundo le resulta más fácil manipular a las personas que se rechazan a sí mismas que a las que se aceptan a sí mismas. Pero, si seguimos escuchando con atención la voz que nos llama amados, se hace posible vivir nuestra fractura no como la confirmación de nuestro miedo de ser inútiles, sino como una oportunidad para purificar y profundizar la bendición que descansa sobre nosotros. El dolor físico, mental o emocional vivido bajo la bendición se experimenta de formas radicalmente distintas al dolor físico, mental o emocional vivido bajo la maldición.
Tú eres mi amado
7 DE ENERO
Dios es un Dios misericordioso
La buena noticia de verdad es que Dios no es un Dios distante, un Dios al que hay que temer y evitar, un Dios de venganza, sino un Dios que se conmueve con nuestro dolor y participa en la plenitud de nuestra lucha humana... Dios es un Dios misericordioso. Esto significa, en primer lugar, que Dios es un Dios que ha elegido ser «Dios con nosotros»... Al llamarle «Dios con nosotros» entramos en una nueva relación de intimidad con él. Al llamarle Dios Emmanuel reconocemos el compromiso de Dios por vivir en solidaridad con nosotros, para compartir nuestras alegrías y nuestras penas, para defendernos y protegernos, y para sufrir toda la vida con nosotros. El «Dios con nosotros» es un Dios cercano, un Dios al que podemos llamar nuestro refugio, nuestra fortaleza, nuestra sabiduría e incluso, más íntimamente, nuestro amparo, nuestro pastor, nuestro amor. Nunca conoceremos realmente a Dios como Dios misericordioso si no entendemos con nuestra mente y nuestro corazón que «la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14).
Compasión
8 DE ENERO
Dios me necesita tanto como yo a él
Quizá suene extraño, pero Dios desea encontrarme tanto, si no más, como yo deseo encontrar a Dios. Sí, Dios me necesita tanto como yo le necesito a él. Dios no es el patriarca que se queda en casa, inmóvil, y espera a que sus hijos vuelvan a él, se disculpen por su comportamiento, pidan perdón y prometan cambiar. Al contrario, él abandona la casa sin hacer caso a su dignidad al salir corriendo a su encuentro, ignorando las disculpas y promesas de cambiar, y los conduce a la mesa magníficamente preparada para ellos.
Ahora empiezo a ver lo radicalmente que cambiará mi trayectoria espiritual cuando deje de pensar en Dios como alguien que se esconde y me pone todas las dificultades posibles para que le encuentre, y comience a pensar en él como aquel que me busca mientras yo me escondo. Cuando sea capaz de mirar con los ojos de Dios y descubra su alegría por mi regreso a casa, entonces en mi vida habrá menos angustia y más confianza.
El regreso del hijo pródigo
9 DE ENERO
Entrégate por completo al amor de Dios
Cada vez soy más consciente de que Dios reclama toda mi vida, no solo parte de ella. No basta con dedicar solo parte de mi tiempo y de mi atención a Dios y guardarme el resto para mí. No basta con orar profundamente a menudo y luego seguir con mis propios proyectos...
Volverse a Dios significa volverse a Dios con todo lo que soy, con todo lo que tengo. No puedo volverme a Dios solo con la mitad de mi ser. Esta mañana, mientras reflexionaba sobre la historia del hijo pródigo y trataba de imaginarme a mí mismo en los brazos del padre, sentí de repente una cierta resistencia a ser abrazado tan completamente, tan totalmente. No solo experimenté un deseo de ser abrazado, sino también un temor a perder mi independencia. Me di cuenta de que el amor de Dios es un amor celoso. Dios no quiere solo parte de mí, sino todo mi ser. Solo cuando me entregue completamente al amor de Dios podré esperar liberarme de infinitas distracciones, y estaré preparado para escuchar la voz del amor y seré capaz de reconocer mi propia y singular llamada.
Camino a casa
10 DE ENERO
La trampa del desprecio de