Jesús y los esenios. José Manuel Andueza Soteras. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Manuel Andueza Soteras
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788428835206
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se vuelve a abrir una nueva veta.

      Se trata del material arqueológico. El material aportado por expertos que han dedicado su vida a investigar los lugares por los que pasó Jesús y desde ahí reconstruir los espacios y las relaciones que pudo tener con sus coetáneos. La arqueología de los últimos años del siglo pasado y la primera década del actual, y lo que viene y vendrá detrás, abre nuevas puertas y nuevas opciones sugerentes acerca de lo que pudo ser la vida en tierras judías. Es cierto que antes ya estaba abierta esta veta, pero ahora de nuevo se vuelve a valorar y sobre todo a intentar unir teología e historia desde lo que se va descubriendo.

      Nuevamente encontramos autores que tienen una visión muy clara acerca de la no vinculación de los esenios con Jesús y sus seguidores y otros que opinan justo todo lo contrario. Leer, descubrir, ver... releer los evangelios, los descubrimientos, las diferentes opiniones...

      Aquí encontré elementos que apuntaban a los esenios y su posible vinculación con Jesús de Nazaret. Desde aquí, releyendo los evangelios y los diferentes estudios comparativos sobre los esenios y los primeros cristianos, podemos encontrar ciertas aportaciones que nos llevan a la segunda contextualización.

      Para entender bien a Jesús y las palabras que encontramos en los evangelios hay que conocer el contexto en que se vive y en el que se dicen. Creo que la posible vinculación con el mundo esenio puede ayudarnos en este aspecto más de lo que creemos. Cada vez estoy más convencido de que su ausencia en los evangelios –si es que realmente no aparecen, tema que ya abordaremos– no es casual. Y desde aquí podemos empezar a responder a la pregunta: ¿por qué no dice nada de los esenios el Nuevo Testamento?

      Si nosotros revisamos nuestra historia y vemos el presente, las ausencias y presencias de elementos pasados nos pueden ayudar a entendernos y a entender y leer nuestra vida. Quizá eso mismo pueda servirnos en el estudio del evangelio. Nosotros obviamos aquello que es evidente. ¿Era la vinculación entre esenios y primeros cristianos tan evidente que no hacía falta hablar de ellos? ¿Se daba por sabida dicha relación? ¿Y si no la relación, al menos sí su existencia, su participación en la vida social? Así lo cree, por ejemplo, H. Stegemann, uno de los grandes expertos en Qumrán y en los esenios, que considera que estos constituían el grupo indiscutiblemente más importante del momento, motivo que hacía innecesaria su mención en el Nuevo Testamento.

      Podría ser. Pero, cuando los evangelios se escriben ya fuera de Palestina, o para personas ajenas al mundo judío, tal vez esta evidencia pierde su sentido. Quienes no se mueven en dicho contexto lo desconocen. ¿Por qué negar la posibilidad de una mejor comprensión a los receptores del mensaje evangélico? ¿Por qué no hablar de lo que podrían ser unas relaciones naturales? ¿Por qué no explicitar quién era este grupo, qué pensaba, qué hacía?

      B. Malina, pionero en la utilización de las ciencias sociales en el estudio del Nuevo Testamento, habla de sociedades de alta contextualización, como la mediterránea, las cuales producen textos esquemáticos e impresionistas que dejan mucho a la imaginación del lector o del oyente. ¿Es esta la solución? Sociedades como la nuestra, de baja contextualización, necesitan explicitar más todo. Otras parece que no tanto. Pero esto no explicaría la ausencia de un único grupo. De otros grupos hay comentarios, aparecen explicitados, nombrados al menos. ¿Por qué no se dice nada de los esenios?

      Si es que está ausente, tal como decía unas líneas atrás, ya que, como veremos, hay autores que piensan que sí están presentes, y que tras algunas palabras o nominaciones podemos encontrar a dicho grupo.

      También puede pasar que neguemos elementos en nuestra historia. Puntos oscuros de los que renegamos y que no queremos recordar o que preferimos no hacer presentes. ¿Se trata de eso? ¿Fueron los primeros cristianos, o tal vez Jesús, esenios que renegaron de su grupo? ¿Es cierto lo que comentó mi profesor, que algunos de ellos se hicieron cristianos y, por tanto, quisieron olvidar lo que fueron? Tal vez esto podría explicar la razón por la cual no aparecen citados en los evangelios. ¿Quisieron castigar a dicho grupo mediante su ausencia por las discrepancias que había o por la historia compartida y rota posteriormente?

      Podría ser. Pero esta teoría no cuadra con las palabras sobre el perdón y la reconciliación, tan presentes en Jesús. Nos encontramos ante una encrucijada de la que no sabemos cómo salir. Sin embargo, introducirnos en ella puede darnos luz.

      Y esa luz puede ayudarnos a saber más sobre la persona de Jesús y sus primeros seguidores. No olvidemos su contexto. Se trata de hombres y mujeres que vivieron hace más de dos mil años en una sociedad agraria muy lejana a la nuestra. Y algunas de las cristologías actuales pueden correr el riesgo de obviar este contexto. Podemos caer en el peligro de dirigir el pasado desde el presente como un director de orquesta a sus músicos, tal como decía el escritor italiano Italo Svevo. Y esto tiene el riesgo de distorsionar el pasado para introducirle coherencia, al menos con nuestra manera de concebir el mundo y la realidad.

      Pero nuestra manera de ver el mundo no es la misma que tenían los hombres y mujeres de hace más de dos mil años. Por eso el contexto es fundamental. Y en ese contexto se insertan también los esenios y sus posibles vinculaciones con los cristianos. Sin duda, abordarlas puede acercarnos a comprender mejor el mundo y la vida de las primeras personas que acompañaron a ese judío del que afirmamos que es el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios.

      Como dice Beatriz Sarlo, todo discurrir sobre el pasado tiene una dimensión anacrónica. Ello nos pone límites para nuestra comprensión. Y no podemos olvidarlo en aras de la verdad. Abordar esta temática intentando acudir al pasado con los ojos de quienes lo vivieron puede ayudarnos en esta búsqueda que pretendemos realizar. El núcleo del testimonio es la memoria, continúa diciendo dicha autora. Y así podemos entender también los evangelios. Unos textos que, desde la narración, hablan del testimonio de quienes vivieron una experiencia que no querían olvidar ni perder. Y para ello acuden a la memoria de lo ocurrido, si bien la reescriben para dejar claro el mensaje, hecho mucho más importante que la historia en sí.

      Una memoria que no quiere decir únicamente que se trata de hablar de hechos concretos. Se trata de indicar verdades. Verdades escondidas detrás de cada texto. Tal vez por eso sea poco útil el hecho de centrarse en una única palabra más que en el entorno y el contexto en que se produce la narración. Tal vez por eso, conocer la relación con los esenios puede aportar importantes indicaciones acerca del contexto real en el que fueron escritos.

      Y desde ahí recuperar la verdad que explican. No quedarnos en las palabras, las narraciones concretas, sino llegar a la verdad que quieren transmitir. Solo así seremos fieles al espíritu presente en la Biblia. Para entender con claridad lo que quiero decir, permítaseme que me acerque al mundo del cine. Tal vez hayan visto la película de Tim Burton Big Fish.

      En dicha película se narra la relación –los evangelios y la Biblia entera también nos hablan de relación– entre un padre y un hijo. Un hijo que no entiende al padre, porque siempre que le habla lo hace a través de historias, de narraciones fantásticas, que el hijo considera inapropiadas para establecer una relación adulta. El hijo solo ve cuentos para niños y, por tanto, mentiras que le impiden conocer a su padre y su historia. Esto genera una serie de desencuentros entre ambos, más por parte del hijo que del padre.

      Hay un momento en la película en que el hijo comienza a investigar esas historias a partir de un documento que relaciona con una de dichas narraciones hasta descubrir que detrás de cada una de ellas se encuentra una verdad sobre la vida de su padre y la suya propia. Esa verdad le permite conocer a su padre y responder a las preguntas que se hace a sí mismo, hasta acabar tomando el relevo del padre explicando las historias. Se trata de unas historias llenas de simbolismo, pero que, como hemos indicado, encierran una verdad más potente y real que la misma historia.

      Así nos tenemos que acercar también a los relatos evangélicos, con el ansia de buscar la verdad que nos quieren relatar tras sus palabras. Y aquí todo ayuda. Y el contexto, no me cansaré de repetirlo, es esencial para ser veraz al contenido y no falsear desde nuestro presente el pasado. Otra cosa es que ese pasado tiene mucho que decirnos a los cristianos del presente, y que tenemos que actualizar al hoy el mensaje. Pero para ello debemos entender y conocer bien cuál es ese mensaje.

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