TIFF
El formato TIFF (Tagged Image File Format) se desarrolló a mediados de los años 80 por la compañía Aldus, que fue absorbida por Adobe unos años después. Es un formato sin pérdida, es decir que no desecha ninguna parte de la información que contiene la imagen original. Para conseguir que ocupe menos espacio en el disco duro se pueden aplicar diferentes algoritmos de compresión como el LZW, ZIP (muy eficaces con áreas de color homogéneo) y RLE. Permite profundidades de color de 8, 16 y 32 bits y también el uso de capas y transparencia. Está limitado a imágenes con un peso máximo de cuatro gigas. Hoy en día son pocas las cámaras que permiten guardar las imágenes en este formato, pero sigue siendo uno de los preferidos para archivar las imágenes procesadas o para imprimirlas.
JPEG
El formato JPEG (Joint Photographic Experts Group) se desarrolló para permitir enviar imágenes a través de Internet. Dado que la prioridad de las redes siempre ha sido la reducción del tamaño de los datos que se transmiten (especialmente en los años 90, que fue cuando se creó) aplica una determinada pérdida de calidad sobre los datos originales. A mayor pérdida, menor tamaño de archivo. Para ello analiza la imagen y cuando encuentra píxeles muy parecidos, simplificando mucho, los iguala. Cuanto mayor sea la compresión que elijamos menos distinguirá entre píxeles semejantes.
En nuestras cámaras podemos ajustar la calidad de los archivos JPG en alto, medio o bajo. Cuanto mayor sea esta, menos imágenes podrán ser guardadas en las tarjetas. Si optamos por una calidad demasiado baja estaremos perdiendo matices tonales en la imagen.
Cada fabricante un nombre
En muchas ocasiones veremos que se define como calidad o compresión. Son dos formas de decir lo mismo, pero no son lo mismo. Una mayor calidad significará que la compresión es menor y el tamaño del archivo mayor en correspondencia. Al escoger una compresión alta la calidad resultante disminuirá, y también el tamaño del archivo. Nikon denomina al nivel de compresión con los nombres: buena, normal y baja, mientras Canon prefiere utilizar un icono de una curva continua para una calidad alta y escalonada si es baja.
Mi recomendación siempre será la de mantener al máximo posible la calidad del archivo, salvo que tengamos completamente claro el destino de las imágenes y no tengan mayor importancia. En mi vida profesional tan solo en una ocasión recurrí al formato JPEG con un tamaño medio y calidad alta para fotografiar miles de artículos de una tienda on line. Una vez configurado con precisión el esquema de luz y la exposición fue sencillo ir cambiando los productos y ahorré muchas horas de edición posterior. Solo fue necesario modificar su tamaño final, enfocarlas y añadir la marca de agua de la tienda para entregar, en unos pocos minutos, casi 3000 archivos.
JPEG únicamente acepta una profundidad de color de 8 bits, lo que ocasiona roturas tonales si sometemos al archivo a una edición un poco agresiva. La versión JPEG2000 llega a 16 bits permitiendo la compresión sin pérdidas y mejorando algunos problemas, pero su uso está muy poco extendido. JPEG no soporta transparencia, por lo que cada píxel deberá contener forzosamente información tonal.
Sin embargo, con compresiones bajas, es un formato adecuado tanto para su visualización en pantalla como para imprimir. En realidad, dadas las limitaciones de nuestra vista un archivo JPEG a la máxima calidad es casi siempre indistinguible del original. También puede ser un formato muy adecuado para los fotógrafos que deseen fotos finales en cámara, sin edición posterior.
No guardar repetidamente en JPEG
Cada vez que abrimos y editamos un archivo JPEG el algoritmo de compresión elimina algo de información, por lo que este formato no es muy conveniente para seguir trabajando en la imagen. Verdaderamente las pérdidas no son muy escandalosas, pero pueden ser perceptibles. Siempre que partamos de una imagen en JPEG que debamos editar será mejor convertirla a 16 bits antes de hacerlo y guardarla, después, en otro formato sin pérdida.
PSD
Es el formato de archivo que utiliza internamente Photoshop. No podemos elegirlo en nuestra cámara, pero hoy en día es el ideal para editar nuestras fotos, imprimirlas y archivarlas. En las últimas versiones de este programa una imagen guardada en PSD ocupa menos espacio que en TIFF y se abre en menos tiempo. Admite capas, transparencias y profundidades de 32 bits. En su contra tenemos que no todos los programas permiten trabajar con este formato, menos universal que TIFF o JPEG
La evolución del formato PSD se llama PSB y permite guardar imágenes de un tamaño superior a dos gigas, admitiendo documentos de hasta 300000 píxeles en cualquier dimensión. Algunos filtros y efectos no estarán disponibles en formato PSB si el documento tiene más de 30000 píxeles de alto o ancho. Photoshop optimizará los recursos de nuestro hardware para que estos archivos gigantescos se procesen de la mejor forma posible y eviten que el ordenador se bloquee.
Formato ‘Raw’
La palabra Raw no es un acrónimo como los otros formatos, significa literalmente crudo o bruto en inglés. Este nombre se debe a que contiene exactamente los datos capturados por el sensor, sin que la cámara le aplique ningún tipo de edición que los modifique, como nitidez, saturación, contraste, ajuste de blancos… En realidad, Raw no es un formato sino un concepto. Cada fabricante codifica los datos de su sensor en un formato, casi siempre propio, y que ni tan siquiera es común a todos sus equipos (puede modificarse prácticamente para cada modelo). Es conveniente decir que algunos fabricantes, para conseguir mejores resultados, aplican ciertos algoritmos a los archivos Raw antes de haberlos guardado en la tarjeta de la cámara.
Un Raw no es un formato final, en realidad no es más que un contenedor de información, y debe ser “revelado” con un programa adecuado para generar una imagen visible que pueda ser mostrada en una pantalla o impresa. Podríamos decir que el formato JPEG es una forma de cocinar el Raw, utilizando la receta que generamos a través de los menús de configuración de nuestra cámara. Cada configuración ofrece un “sabor” diferente, pero de aspecto apetitoso, mientras que el Raw estará esperando que lo aderecemos en nuestro programa; aparecerá desvaído, sin contraste, quizá con un ruido mucho más visible y una menor nitidez. Todo esto, evidentemente, se soluciona durante su revelado, en el que podemos ser mucho más precisos en cada valor que lo que nos permite la cámara. Otra ventaja del Raw es que nunca puede ser modificado, como sucede con un JPEG, en el que si no guardamos las diferentes versiones de la imagen perderemos el original.
Los archivos Raw son muy pesados, tres o cuatro veces más que un JPEG de máxima calidad, y por eso el fabricante puede ofrecernos su guardado con compresión, con pérdida o sin ella. Dependerá de cada equipo y por eso conviene leer el manual para elegir lo que más se ajuste a nuestras necesidades.
El formato Raw admite 12, 14 ó 16 bits/canal de profundidad de color, lo que supone muchísimos más tonos que los 8 bits/canal del JPEG y por tanto una mayor calidad de imagen. JPEG ofrece 256 tonos diferentes por cada color mientras que un Raw de 12 bits tendría 4096, de 14 bits 16384 y uno de 16 bits nada menos que 65536. La diferencia numéricamente es abismal, pero me temo que solo será visible en monitores o impresoras actuales de buena calidad. Aunque no sucederá lo mismo en equipos de gama media o baja, creo que vale la pena el incremento de espacio en disco que supone a cambio de preservar al máximo la calidad de nuestra captura para el futuro.
Disparando en Raw podremos variar parámetros muy comprometidos, como el ajuste de blancos, sin ningún problema viendo el resultado en pantalla sin necesidad de adivinar cuál es el mejor ajuste para cada disparo. Podemos conseguir resultados muy diferentes manteniendo la calidad al máximo, mientras que a partir de un JPEG el margen de edición será siempre muy inferior.