El famoso director de cine soviético (y también amigo íntimo del autor) Roman Karmen hizo la siguiente reflexión acerca del amado héroe de Yulián Semiónov, Isaev-Stirlitz:
“En cada novela, Semiónov traza la evolución de Maxim Isaev y su maduración como comunista, luego como soldado y más tarde antifascista. Vemos a Isaev-Stirlitz durante la Guerra Civil Española; en la época de los combates en las cercanías de Huesca y Haram. Mikhail Koltsov y yo conocimos a esos Stirlitz: los que se enfrentaron a los Nazis en la primera batalla. El lector sigue los acontecimientos que ocurrieron durante la perturbadora primavera de 1941, cuando Hitler lanzó la guerra contra Yugoslavia. La novela “Alternativa”, escrita por Yulián Semiónov en Belgrado y el Zagreb, presenta muchos de los detalles hasta ese entonces desconocidos de la compleja estructura política de la época; vemos a Stirlitz a principios de la Segunda Guerra Mundial, lo vemos en Cracovia, destruida por los Nazis, comprendemos la contribución de Stirlitz al rescate de esta maravillosa ciudad, cuando asistía al grupo del mayor Vihr, seguimos la tarea más peligrosa de Stirlitz durante esos “diecisiete instantes de una primavera”, que tuvo un significado tan trascendental para el destino del mundo en los últimos meses de la guerra, cuando yo era periodista gráfico en el frente, acompañando a nuestros soldados por los caminos del derrotado Reich”.
En 1969, el escritor finalizó la novela más popular de la serie: Diecisiete instantes de una primavera, en la cual se basó la miniserie televisiva soviética, dividida en 12 episodios, que llevó la imagen de Stirlitz a la fama mundial y al afecto del público, filmada en 1973 bajo la dirección de Tatiana Lioznova.
Stirlitz era interpretado por uno de los actores más famosos del cine soviético, Vyacheslav Tikhonov, e inmediatamente se convirtió en un héroe popular, el favorito del público, y el protagonista de numerosos comentarios. Su nombre se convirtió en apelativo en la cultura soviética, utilizado para referirse a alguien sutil, con habilidades para la conspiración y, lo más importante, con mucha suerte. Era, y es, admirado tanto por los adultos como por los chicos, que imitan al personaje en sus juegos.
La magnífica actuación de todas las estrellas favoritas del cine soviético (Leonid Bronevoy, Oleg Tabakov, Rostislav Plyatt, Eugen Evtisgneev, Lev Durov), sumada a una historia atrapante, hacen de esta miniserie una verdadera obra maestra del cine mundial.
Por su parte, la novela, sobre la que se basa la miniserie, está construida como un documental. Detrás de cada renglón de la biografía y las actividades del Coronel Maxim Maksimovich Isaev hay personajes concretos del espionaje soviético que luchaban contra el fascismo. Hoy, muchos de sus nombres están desclasificados.
A Yulián Semiónov una vez le preguntaron en una entrevista:
—“¿Qué pretende darle usted al lector en primer lugar?”
Y este respondió:
—“Información. Los libros políticos, ya sea que pertenezcan al género de aventuras o al detectivesco, deben ser lo más fieles posibles a los documentos. El afán humano por obtener información es increíble. Cuanto más fieles somos a los documentos, más informamos a las personas. Por otra parte, quisiera destacar que informar es un concepto complejo. Por ejemplo, creo que Gustave Flaubert efectivamente informaba a la opinión pública europea acerca del destino de la mujer francesa del siglo XIX mejor que nadie, dándole el nombre de Emma Bovary. Uno debe saber dónde, cuándo, quién. Solo así podemos llegar al corazón, a la conciencia de las personas. Luego las personas responden. Las personas informadas no son sordas ni ciegas. Es por eso que la búsqueda de documentos que confirmen mi punto de vista es tan importante para mí.”
En el éxito de la novela tuvo mucho que ver el hecho de que Yulián Semiónov fue el primer escritor de la Unión Soviética al que se le permitió tener acceso a los archivos clasificados del servicio secreto más famoso del mundo: la KGB.
La razón era muy sencilla: al todopoderoso Director de la KGB Yuri Andrópov (quien, inclusive, más tarde conduciría la Unión Soviética) le agradaba la creatividad del joven escritor, e invitó a Semiónov a interiorizarse de algunos casos interesantes de los archivos de la KGB que podrían ser material para futuras novelas.
En uno de los archivos del Extremo Oriente, el escritor se encontró con la historia de un misterioso joven oficial de inteligencia, asignado por el Director de la Cheka (la primera organización de inteligencia soviética) Félix Dzerzhinsky, a una misión secreta en Vladivostok, ciudad al extremo oriente, ocupada por los japoneses a comienzos de la década de 1920.
Sin embargo, la imagen de Stirlitz creada por Yulián Semiónov también combinaba características de espías soviéticos que luego se volvieron famosos, tales como Kuznetsov, Sorge, Abel, y de otros.
La trama de la novela Diecisiete instantes de una primavera se basaba en hechos reales de la Segunda Guerra Mundial, cuando oficiales alemanes intentaron lograr acuerdos secretos con los representantes de las agencias de inteligencia occidentales a fin de lograr la paz de manera paralela (la llamada “Operación Amanecer”).
En febrero de 1945, cuando trabajaba para la contrainteligencia nazi (con grado de Standartenführer, que equivale aproximadamente al de Coronel), el Centro en Moscú asigna a Stirlitz la misión de descubrir a esos líderes del Reich que llevaban adelante negociaciones paralelas con Occidente.
Yulián Semiónov conoció personalmente al menos a uno de los protagonistas de los hechos reales, un empleado de la residencia en Berna del famoso espía estadounidense Allen Dulles–Paul Blum.
Desde al menos 1942, habían existido contactos secretos entre líderes políticos, militares y empresariales del Tercer Reich y de Gran Bretaña y los Estados Unidos, quienes debían lograr un armisticio con los países occidentales de manera paralela, cosa que preocupaba mucho a Moscú.
Desde 1943, cuando Allen Dulles estaba al frente del Centro Europeo para la Oficina de los Estados Unidos de Servicios Estratégicos en Suiza, esos contactos se intensificaron. Los estadounidenses les adjudicaron mucha importancia: la manera en que pudiera concluir la 2da Guerra Mundial en Europa tanto en el frente occidental como en el oriental influiría considerablemente en el balance de poder entre la URSS y sus aliados occidentales en la posguerra.
Dulles siempre sostuvo que, para debilitar la posición de la URSS como futuro oponente, era aceptable y conveniente que los Estados Unidos lograran la paz con Alemania de manera independiente antes de su derrota total. El bando germánico también buscaba la paz con Occidente por distintas vías, entre ellas el Ministro de Asuntos Externos Ribbentrop, Himmler, director de las SS y Kaltenbrunner, director de la RSHA [Reichssicherheitshauptamt, la Oficina Central de Seguridad del Reich].
En marzo de 1945 se celebraron dos reuniones entre Dulles y el General Wolf, uno de los líderes de la SS. En particular, se discutió sobre la rendición del grupo alemán en Italia, donde Wolf ejercía una poderosa influencia sobre la cúpula del ejército. Estas reuniones fueron descubiertas por el gobierno soviético, pero el pedido de la Unión Soviética de invitar a sus representantes fue desoído.
Stalin acusó frontalmente a los aliados de complotar con el enemigo a espaldas de la URSS, que cargaba con la parte más pesada de la guerra. El conflicto llegó a su fin en abril de 1945, después de un intercambio de ásperas cartas entre Stalin y Roosevelt. Dulles recibió la orden de interrumpir el contacto con Wolf.
Las negociaciones continuaron con la participación de la URSS, y concluyeron con la rendición de Alemania, firmada el 29 de abril en presencia del representante soviético pero, formalmente, esta vez se trataba de un ejército frente a otro ejército, no de un miembro de un servicio de inteligencia frente a un representante de la SS.
En la novela, sin embargo, estos hechos históricos se combinan talentosamente con la ficción. En la versión de Semiónov, fue la compleja intriga urdida por Stirlitz la que desbarató las negociaciones secretas.
Pero no es solo una intrincada trama urdida con habilidad lo que hace interesante a “Diecisiete instantes de una primavera”.
Esta