El trabajo de campo hubiese sido imposible sin la colaboración desinteresada de Miguel Cacciamani, Alejandro Couretot y César Zanín, que me ayudaron a conseguir las primeras entrevistas —seguramente las más difíciles— en la zona de Pergamino; de Pablo Pailolle y Evangelina Codoni, que me abrieron las puertas del sur santafesino, y también las de sus casas y sus autos; de Ricardo Garbers y Norberto Ferrucci, personajes entrañables del universo de los contratistas, que me confiaron su archivo y me facilitaron buena parte de los testimonios en que se basó este estudio; de Omar Paolucci, gran conocedor de la vida agraria de Salto; de Graciela Preda, que me dio su tiempo en Marcos Juárez a pesar de que se encontraba en la recta final de su tesis; de Melisa Erro, que también me abrió a su mundo en Coronel Pringles; de Alberto Crespo y Hebe “Nina” Villullas, amorosos abuelos de muchas generaciones que pasaron por el CEPT N° 9 de Colonia “El Toro”; de Roberto Siolotto y Daniel Delfino del INTA de Bolívar y de Mercedes respectivamente; y por último, de Claudia Duran, que desde La Plata me introdujo al mundo de los archivos judiciales. Con todos ellos, mi gratitud es infinita.
Por último, pero principalmente, deseo explicitar mi agradecimiento y mi profundo afecto para los tantos obreros rurales que me recibieron en sus casas o en los galpones, en las casillas, sobre las máquinas, en bares o estaciones de servicio. Es decir, en los múltiples ámbitos de su vida cotidiana. Ellos le dan sentido a todo esto. Sólo espero poder devolver el tiempo, la confianza y la apertura personal que me ofrecieron, exponiendo en este libro su situación, reponiendo su historia colectiva, tratando de desentrañar las causas de sus dolores, e intentando vislumbrar las posibilidades y los caminos de sus esperanzas.
Introducción
De qué trata este libro
Este estudio aborda la situación y la historia reciente de los trabajadores agrícolas pampeanos entre la década de 1970 y nuestros días. Se trata nada más y nada menos que de los hombres que cultivaron el suelo, aplicaron los agroquímicos, y levantaron las cosechas récord de la expansión productiva más importante de la agricultura en la región desde principios del siglo pasado. Sin embargo, a pesar de su importancia crucial para el agro y para la economía nacional, hemos sabido poco y nada durante estos años acerca de quiénes son estos asalariados rurales tan esquivos a la visibilidad social. Ciertamente, hace décadas que la mayor parte de los argentinos vivimos en grandes ciudades y no nos topamos cotidianamente con ninguno de ellos. Apenas podemos divisar alguno de estos operarios si, mientras manejamos por las rutas, con paciencia y prestando atención, los distinguimos en medio de un campo, realizando sus quehaceres, sobre todo en épocas de cosecha. Ni siquiera es tan fácil contactarlos en las ciudades o pueblos donde viven, aunque sus localidades giren en torno a actividades agropecuarias o relacionadas a ellas. Se trata, en efecto, de muy pocos hombres que apenas si están allí. Y en esto consiste, precisamente, parte de su dramática invisibilidad social: en que casi nadie pude ver nunca ni directamente quiénes son, qué hacen, cómo viven, ni mucho menos qué sienten o piensan.
La otra parte de su invisibilidad se vincula —valga la redundancia— con un problema de punto de vista. De hecho, sobre la base de la ausencia de un contacto directo con esa realidad obrero-rural, nuestro vacío de conceptualizaciones acerca de ella se nutre a través de imágenes sustitutas, provistas —entre otros— por medios masivos de comunicación a los que los empresarios agropecuarios tienen acceso preferencial, a la vez que son destinatarios de buena parte de las publicidades que desde allí se difunden. Todo eso redunda en una saturación de representaciones de un “campo” homogéneo donde sólo hay “productores”, y en ellas —vehiculizadas en avisos radiales, spots televisivos, notas en los diarios de mayor tirada, suplementos, revistas especiales, exposiciones, simposios, artículos académicos y hasta libros enteros—, las diversas figuras del capital agrario devienen en los artífices encomiables del milagro productivo pampeano: espíritus emprendedores de agricultores “de punta”; prominentes inversores agropecuarios —como fideicomisos o pools de siembra—; renovados grandes propietarios o flamantes tomadores de tierras; consorcios importadores y fabricantes locales de tecnología mecánica y bioquímica; y hasta viejos chacareros y contratistas que —finalmente— se asumieron verdaderos empresarios del agro. Pero a menos que estemos frente a un capitalismo agrario sin obreros, no parece probable que esos grandes propietarios, tomadores de tierras, ejecutivos, o accionistas, sean capaces de sembrar, laborar y cosechar por sí mismos los cientos de miles de hectáreas que controlan en distintas zonas del país. En estas representaciones, entonces, faltan los hombres que sí lo hacen.
Desde las ciencias sociales, existe y aún está en desarrollo toda una historiografía sobre los peones que ocuparon esos mismos roles en esta misma zona del país a principios del siglo XX, durante la primera gran expansión agrícola (Pianetto, 1984; Bayer, 1986; Ansaldi et al 1993; Korzeniewicz, 1993; Sartelli, 1994 y 1997; Ascolani, 2009; Volkind, 2009a y 2010). Pero esta línea de trabajo quedó discontinuada en el tiempo. El traslado del grueso de la masa proletaria y su conflictividad a las ciudades durante los años ‘30 y ‘40 atrapó la atención de la mayoría de las investigaciones historiográficas sobre el movimiento obrero de ahí en adelante. Mientras tanto, salvo algunas excepciones (Mascali, 1986; Luparia, 1973; Viñas, 1973) para la vasta producción de la historia agraria, luego de la posguerra los sujetos sociales del agro pampeano se redujeron a variantes de agricultores familiares, chacareros o grandes empresarios de distinta índole. Como consecuencia, la historiografía sólo ofrece piezas sueltas sobre el devenir de los trabajadores en las pampas después de los años ’50.
Por otro lado, en los últimos años las indagaciones sociológicas sobre los asalariados rurales han crecido muchísimo en cantidad y en profundidad. No obstante, hubo pocas dedicadas al estudio de los que se abocaron al cultivo de maíz, trigo o soja. La mayoría se enfocó sobre otros territorios y cultivos, tales como la yerba, la caña de azúcar, el tabaco, el limón u otras frutas de exportación (Aparicio y Benencia, 1997 y 2001; Bendini y Radonich, 1999; Giarraca et al, 2000; Diez, 2009; Rau et al 2011; Steimbreger et al, 2012), así como en los de producciones pampeanas intensivas -como arándanos o cítricos entrerrianos-, o los de los cinturones hortícolas periurbanos (Benencia y Quaranta, 2005; Craviotti et al 2008; García y Lemmi, 2011; Jordán, 2014). Es decir, casos donde todavía -o hasta hace poco tiempo-, siguieron concentrándose obreros en cierto número para realizar tareas de tipo manual, y donde es más frecuente el conflicto manifiesto.
Las últimas referencias detalladas sobre obreros pampeanos dedicados a cereales datan de hace más de treinta años y fueron desarrolladas por Korinfeld (1981). Desde entonces, ellos quedaron mezclados con otros asalariados rurales en el marco de estudios más generales, de corte estructural y de base estadística (Gallo Mendoza y Tadeo, 1964; Bisio y Forni, 1977; Forni et al 1984; Ekboir et al, 1990; Neiman et al 2001; Neiman et al 2003; Benencia y Quaranta, 2006; Neiman et al, 2010; Quaranta, 2010; Baudrón y Gerardi, 2003; Neiman et al, 2006; Rau, 2010).
Parte de las preguntas básicas que intentó responder esta investigación, entonces, fueron quiénes son —en sentido amplio— esos hombres que hacen girar una de las ruedas maestras de la economía argentina; cuál es concretamente su rol en la producción de las cosechas récord; qué parte de la riqueza que generan queda en sus manos; cuáles son sus condiciones de trabajo y el modo de vida que llevan; en qué cambiaron sus quehaceres y su cotidianidad fruto de los cambios sociales y tecnológicos que lograron instalar los empresarios los últimos veinte años; cuándo y por qué dejaron de ser parte distinguible de los sectores del movimiento obrero o de las luchas agrarias de la zona pampeana; a través de qué otras formas canalizaron sus descontentos; qué luchas sí emprendieron y cuáles fueron sus resultados; cómo se perciben a sí mismos, y a su mundo; y en definitiva, cómo fue el proceso histórico a través del cual se conformaron como los obreros invisibles detrás del boom agrícola contemporáneo.
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