Cierta parte de la crítica moderna ha teorizado sobre la consideración de más de un Tomás Moro, que dejaría de ser humanista cuando empieza, por ejemplo, a preocuparse de su contestación a los luteranos; ahora bien, como apunta con razón Curtright (2012: 17) es precisamente una revisión y una correcta interpretación de los principios humanistas[9] lo que da lugar al potencial para la coherencia entre los escritos más puramente humanistas de Moro y sus tratados polémicos más tardíos contra la Reforma protestante.
Entiendo que carece de sentido preguntarse qué fue primero Moro: ¿humanista del Renacimiento, apologeta católico, ciudadano de Londres, abogado, defensor de la libertad individual, político, intelectual? La integridad exclusiva e interior del pensamiento de Moro se manifiesta en sus escritos y en su conducta. Curtright (2012: 12) señala que el compromiso religioso de Moro, su sentido de servicio y su amplia actividad erudita e intelectual proporcionan a la obra de Moro una coherencia básica que puede ser demostrada. Más concretamente, si se piensa por ejemplo en la carta a Bugenhagen, se puede argumentar lo que apunta Curtright (2012: 107): «One important reason More’s polemical tracts against the Reformation remain dimissed and unpopular is because his critics often define humanism in ways that undervaluate or misrepresents its religious character». Sin embargo, el modo en que Moro acomete esta labor contra la Reforma fue mostrando que fe y razón van de la mano[10]; por tanto, la noción moreana de comunidad humanista no puede separarse de su idea de cristiandad católica (Curtright, 2012: 136). Así, la herejía luterana no era para Moro simplemente un ataque al orden público o a la Iglesia, sino que equivalía a socavar la síntesis razón-fe, central en la concepción del humanismo cristiano sobre una sociedad y una fe pública renovadas. Moro cree y demuestra que los errores en el razonamiento facilitan ataques imprudentes e injustos contra la fe, de forma que parece más coherente pensar que fe, razonamiento y acción debían ir unidos, y así fue en la figura de Moro; la idea amplia de la humanitas clásica está subsumida en la de humanismo cristiano. Curtright (2012: 107-139) muestra cómo existe una ligazón y continuidad importantes entre, por ejemplo, una de las cartas que se cuenta entre las más puramente humanistas —la dirigida a la Universidad de Oxford, escrita en 1518[11]— y los escritos antiheréticos más tardíos[12].
Hay, pues, una suerte de continuidad entre la aproximación clásica y cristiana de Moro al humanismo, a la política y a la teología polémica. El análisis de los últimos escritos de Moro llevará a Curtright (2012: 14) a concluir que el ethos del Lord Canciller inglés será el que muestre al único Tomás Moro.
Como ya se señalaba en el anterior volumen de cartas, «se verá aquí cómo se hace realidad la observación general de McCutcheon (1998: 25), quien señala que la carta, como el diálogo[13], fue un género favorito de los humanistas, ya fuera como medio de discusión y debate (…) ya adoptara una forma más familiar»[14].
Describo a continuación de modo breve las características más sobresalientes de las cartas incluidas en este libro: sus destinatarios, las circunstancias de composición, la temática más destacada, los propósitos fundamentales, etc. que pueden desprenderse de una lectura atenta de las mismas.
2. Las cartas traducidas
2.1. Cartas a Peter Giles[15]
La carta que abre este compendio está fechada en octubre de 1516; se trata de la publicada en el prefacio de la primera edición de la Utopía; esta aparecía bajo el texto Prefatio in opus de optimo reipublicae statu. Thomas Morus Petro Egidio S.P.D.[16].
El nombre original del destinatario era Pieter Gillis (ca. 1486-1533), nacido en Amberes, en el seno de una distinguida familia burguesa. Aunque Giles no se dedicaba profesionalmente a la literatura —era magistrado en Amberes—, tenía sin duda intereses literarios; fue de hecho humanista y editor-impresor de diversas obras de humanistas[17]; a él está dedicada la Utopía, quizá por haber diseñado el alfabeto de la isla. Es precisamente su amistad con Erasmo y con Moro —a quien conoció en una misión diplomática de este en Amberes en 1515, quizá presentado por Erasmo[18]— el motivo de su mayor fama, aunque mantuvo amistad también con otros humanistas como C. Goclenius —otro de los destinatarios de cartas que aquí se recogen—, J. Busleyden, G. Budé, L. Vives, L. d’Étaples, M. van Dorp, etc., y artistas como Durero y Quentyn Metsys, quien de hecho pintó un retrato suyo.
En la Utopía, su autor lo introduce como un personaje que, junto con Moro, conversa con Hythlodeo, pasando así de la realidad a la ficción; es Giles quien presenta Hythlodeo a Moro[19]. Dado que constituye un testimonio del propio Moro sobre Peter Giles, creo que merece la pena reproducir aquí el texto de la Utopía en el que Moro presenta y describe al personaje destinatario de la carta:
Allí[20], durante mi estancia, recibí frecuentes visitas, aunque ninguna más grata para mí que la de Pedro Egidio, natural de Amberes, persona muy estimada, de honrada posición y acreedor aún a mayores distinciones. No sabría decir qué es lo que más me impresiona de este joven, si su saber o su integridad moral[21]. Es muy virtuoso y docto; llano en el trato; y muestra para con sus amigos un corazón tan rendido, cariñoso y leal, y tan afectuosamente sincero que difícilmente habrá quien se le iguale a la hora de hacer recuento de amistades. Es de una modestia poco común: muy ajeno a la afectación, y de lo más discreto y sencillo en su comportamiento. Tan amena es su conversación, tan delicadamente festiva, que el placer de tratarle y su sabrosa charla contribuyeron en gran modo a hacerme llevadera la inquietante nostalgia que sentía por regresar a mi patria —al hogar, a mi mujer y a mis hijos—, pues había estado ausente de casa más de cuatro meses[22].
El propósito fundamental de esta carta, plagada de la broma y el profundo tono irónico de Moro, es pedir opinión a Giles sobre el libro de la Utopía, que le envía después de que comenzara a escribirlo en los Países Bajos y de haberlo corregido en Inglaterra. Le pregunta además jocosamente por algunos datos dudosos que se pueden haber deslizado en la obra y que le ruega que le aclare con la ayuda de Hythlodeo. En efecto, un lugar de interpretación particularmente difícil lo constituye el dilema que Moro plantea ante unas dudas que le surgen sobre ciertos detalles de la descripción de la isla[23]; el análisis detallado de lo que este lugar implica en el contexto de la carta, ha llevado a McCutcheon (2015: 63) a calificar esta misiva como ars poetica de la Utopía[24].
Resulta también una carta interesante en el sentido de que Moro se deja ver como padre, esposo y hombre trabajador[25], al tiempo que no deja de traslucir un aspecto de erudición importante.
La edición del texto latino que he seguido para traducir esta carta es la de Logan, Adams & Miller (2006), que revisa y moderniza la ortografía y puntuación de la canónica edición de Yale[26] (Surtz & Hexter, 1993).
La segunda carta dirigida a Giles está fechada en agosto de 1517; Rogers (1947: 90) propone una datación que la situaría entre el 31 de julio de 1517 —fecha en que G. Budé escribió a T. Lupset[27]— y el mes de noviembre del mismo año, cuando el libro vio la luz.
En esencia, se trata de una carta que comienza con una reacción del lector después de leer la obra ya terminada[28], publicada por primera vez, como se ha anotado más arriba, en 1516.
Esta carta, que solo aparece en la edición de 1517, fue omitida a partir de la tercera edición de la Utopía (marzo de 1518), quizá porque podía descifrar el juego que daban algunos de los nombres utilizados por Moro, al desvelar un tanto su significado; esa desaparición ha podido contribuir también —junto al mal estado de su texto y las dificultades de interpretación— al hecho de que haya acabado siendo una carta menos conocida que la anterior[29]. Erasmo se hace eco en una de sus cartas de que esta misiva fue editada sin el cuidado deseado.
No obstante, y en opinión de Surtz (1958: 319), esta carta