A lo largo de cuatro meses, Bialet Massé recorrió talleres, estaciones de tren, fondas, y puestos de estancia alrededor de todo el país, observando los cuerpos de los trabajadores tanto como sus medioambientes. Combinaba observaciones fisiológicas, cálculos estadísticos y mediciones del esfuerzo laboral, refutando el mito moralizador de la pereza inherente a indios y criollos.134 Por el contrario, y en no pocos fragmentos de su informe, observaba que los verdaderos fatigados e indolentes eran “los de arriba”, que vivían explotando la fatiga de “los de abajo”. Según Bialet Massé, era necesario legislar el trabajo para evitar los males de unos cuerpos envenenados, mal nutridos y sobrecargados de esfuerzo. La ciencia laboral ya no debía concebir al cuerpo del trabajador a la manera de un simple autómata mecánico e infatigable, sino como un “motor delicado que se debe conservar cuidadosamente”.135 La jornada laboral de ocho horas representaba la medida justa de trabajo para evitar la sobrevenida de la fatiga, verdadera causa de todos los vicios, especialmente del alcoholismo. También reclamaba la legislación de un día a la semana de descanso así como vacaciones pagas, de quince a treinta días al año, para purificar la sangre, los nervios y los músculos de los trabajadores. Según el médico informante, la nación y el pueblo se verían fortalecidos por estas regulaciones laborales.
El 1905, Alfredo Palacios logró hacer aprobar la ley de descanso dominical, la única que logró hacer avanzar de entre las leyes incluidas en el proyecto de Joaquín V. González. Para probar la necesidad del descanso semanal, Palacios también apeló a la fisiología de la fatiga. Años después, en la década del veinte, llegó a promover la creación del Laboratorio de Fisiología del Trabajo de la Universidad de La Plata, laboratorio que contaba con equipos tales como un ergógrafo, un cardiógrafo y un dinamómetro,136 de los que Palacios se sirvió para realizar sus propias mediciones. Fruto de sus investigaciones será el libro de 1922, La fatiga y sus proyecciones sociales, destinado a alertar a la sociedad sobre la necesidad de hacer avanzar, rápidamente, un saludable sistema de legislación laboral.
Palacios discutía, enérgicamente, contra la gestión científica del trabajo diseñada por Frederick Taylor. Las primas salariales serían como un “estimulante energético” que actuaba en detrimento de los trabajadores sindicalizados y de la solidaridad que debería prevalecer entre ellos. El deseo incentivado de obtener más dinero aceleraba los movimientos del trabajador, pero la fatiga se iría acumulando y el trabajador se daría cuenta de su ruina fisiológica cuando ya no tenga más remedio. Entonces, será reemplazado por un obrero sano. Según Palacios, Taylor desconocía por completo las leyes del motor humano y las leyes de la fatiga, en especial sus efectos degenerativos sobre la descendencia de los trabajadores fatigados.
Científicos laborales, entrenadores fisiológicos y reformadores sociales compartían la concepción del cuerpo obrero como una máquina de la que dependía tanto la producción mercantil como la reproducción sana de la población. Maquinismo fisiológico y eugenesia confluían en la preocupación por la fatiga y la legislación laboral. Los cuerpos de los jóvenes, de los obreros, de los soldados, de las madres, debían ser ellos mismos fabricados por el Estado para volverse capaces de tolerar la fatiga y producir hijos sanos. La fatiga, el surmenage, el estrés, el soldiering o la flânerie debían evitarse, pero no por resultar enfermedades morales como la pereza, sino por equivaler a indicadores del límite a la actividad psicofisiológica del trabajador.
Toda esta serie de preocupaciones, que hasta 1930 habían tenido expresiones relativamente dispersas, confluyeron en el discurso emanado desde la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social. Eminencias de la medicina argentina que hoy distinguen los nombres de hospitales de todo el país fueron miembros de la asociación: Juan Pedro Garrahan, Gonzalo Bosch, Gregorio Aráoz Alfaro, Mariano Castex se mostraron profundamente interesados por las enseñanzas de Nicola Pende.137 De hecho, en el Primer Congreso de Sociología y Medicina del Trabajo de 1939 se llegó a presentar un proyecto arquitectónico para albergar, en un gran complejo de dos manzanas, al Instituto Nacional de Biotipología y Medicina del Trabajo.138 Pero el proyecto arquitectónico no llegó a construirse. Más allá de las pruebas piloto llevadas a cabo en pocas escuelas, la implementación de algunas fichas biotipológicas en instituciones públicas y la intensa actividad propagandística de sus miembros, la asociación frustró sus propósitos, sin lograr implementar ninguno de sus grandes programas eugenésicos, quizás debido al caótico escenario político de la década del treinta.139
La fallida asociación siguió existiendo con apoyo financiero del Estado hasta 1943, cuando fue absorbida por la Dirección Nacional de Salud Pública y Asistencia Social, sucesora del Departamento Nacional de Higiene. A pesar de su poca capacidad para instrumentar tecnologías eugenésicas sobre el conjunto de la población, las ideas biotipológicas continuaron ejerciendo una gran influencia en quien sería, desde la década siguiente, la figura más destacada del sanitarismo argentino.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.