Me estaba pidiendo que decidiera si hacían la intervención. Una decisión que me instalaba en los bordes de la vida y la muerte de mi esposa.
–Si la dejamos así, ¿qué puede pasar?
–Va a perder prácticamente todo el hemisferio izquierdo; tampoco es garantía de que la arteria no estalle y haya sangrado con compromiso de vida.
Si la intervenían podía romper las paredes de la arteria y ser fatal, y no practicar la intervención era prácticamente convertir a mi esposa en un vegetal, pensando en lo que ella habría decidido, dije al Dr. Ángel.
–Haga la intervención. ¡Adelante!
Salí a la sala de espera, con una profunda angustia y una oración. Nunca oré como en esa ocasión. No dije a Dios “Hágase tu voluntad”, sino “¡Sálvala, Señor! ¡Sálvala!” Dios me escuchó. Nair todavía vive. ¡Gracias a Dios!
Estrategia 1
Hay que saber que las desgracias y las adversidades son inherentes a la vida misma, y ocurren porque Dios las permite por alguna razón. Podemos minimizar sus efectos negativos, pero no impedir que los infortunios nos alcancen.
¿Pueden prevenirse las crisis?
–No entiendo qué me paso. ¿Qué me llevó a esto? ¿Cómo puedo hacer para no caer en lo mismo?
Así preguntaba Margarita (45 años, casada, dos hijas), todavía conmocionada por los efectos del shock vivido. Tenía el rostro crispado y lívido, con sus ojos inyectados de sangre, al extremo que los globos oculares se habían convertido en bolas oscuras, homogéneas, brillantes y móviles, que sobresalían dentro de las cavernas amoratadas que los contenían.
Esos rasgos faciales eran los efectos más visibles y claros del estallido de su crisis. Margarita, enceguecida por la desesperación y la carga de años de agobio, se había colgado del cuello con el propósito de ahorcarse. Gracias a que su hijo la descubrió a tiempo, ahora, mientras su conciencia iba recobrando la razón, aún confundida, comprendía la locura de su conducta suicida. Su angustiosa preocupación era cómo impedir que la misma experiencia se volviese a repetir.
Si por prevenir las crisis se entiende evitar que estas ocurran, ciertamente el esfuerzo será en vano. La ilusión de una vida sin crisis es la mejor forma de predisponerse a ser sorprendido por la catástrofe. Por el contrario, cuando se considera que las desdichas o las contrariedades (por ejemplo, las separaciones, las enfermedades o las pérdidas) son inherentes a la vida y que Dios las permite con algún fin especial, se está en mejores condiciones para afrontarlas. Es decir, lo que se puede es lograr minimizar los efectos negativos, no impedirlas.
La pregunta importante es: ¿Cómo hacer para enfrentar las situaciones críticas de la mejor manera posible?
Hay quienes recurren a ansiolíticos, calmantes o hipnóticos. Es frecuente usarlos, por ejemplo, ante la muerte de un ser querido. Pasan esos momentos difíciles “entre nubes”, sin llegar a darse cuenta totalmente de lo que sucedió, como si todo fuera un sueño, sin llorar ni sufrir la pena. Son útiles para esos momentos álgidos de la crisis, pero no como solución a largo plazo; ni ayudan a elaborar el duelo.
Estrategia 2
Los ansiolíticos, calmantes e hipnóticos (medicamentos para dormir) son útiles para salir del paso, para la emergencia, pero no son la mejor estrategia a largo plazo.
Otro recurso equivocado lo descubrió Dora (treinta años, soltera) al salir de su crisis, sufrida el día en que encontró al amigo de sus sueños junto a una chica que le presentó como su novia. Se había ilusionado con que ese hombre sería el amor de su vida, debido a ciertas actitudes y expresiones de afecto que tenía para con ella, sin nunca clarificar expresamente el tipo de amistad o de vínculo que mantenían. Sus ilusiones abruptamente desechas le hicieron sentir toda la nulidad de su vida y que ya no podría esperar nada del futuro. Regresó a su casa chasqueada y profundamente decepcionada, y tomó todas las pastillas que encontró en su mesita de luz. Gracias a Dios, logró sobrevivir, y en la terapia consiguió esclarecer los afectos en juego, ponerles nombre, disminuir la incertidumbre y conseguir recuperar la paz y la esperanza.
Estrategia 3
¡Cuidado con reaccionar bajo el impacto inmediato de la crisis! ¡Es muy peligroso! Es necesario calmarse y esperar a que las emociones se aplaquen, para revisar lo sucedido y encontrar las explicaciones del caso.
Tipos de crisis
Hay crisis previsibles e imprevisibles. Las primeras son inherentes a la condición humana, propias del proceso del desarrollo a lo largo del ciclo vital; en tanto, las segundas son situaciones fortuitas que irrumpen inesperadamente, que desbordan la capacidad para enfrentarlas, como le ocurrió a mi esposa al aterrizar el avión en el aeropuerto de México. Otras veces, puede tratarse de un accidente grave, la pérdida del trabajo, descubrir que se padece de cáncer en un chequeo médico de rutina, ser víctima de un robo o un secuestro, etc., etc. Las crisis imprevisibles hay que afrontarlas cuando aparecen, y padecemos la incertidumbre de sus vicisitudes; en cambio, las previsibles pueden ser anticipadas y resueltas con éxito, en la medida en que se esté preparado para afrontarlas. De allí la importancia de identificar estas últimas para saber cuándo y cómo surgen, a fin de planificar las mejores estrategias que permitan abordarlas de forma efectiva.
María se casó a los veinte años con un hombre de más de treinta. Su marido era muy atento y considerado con ella, se ocupaba de que nada le faltara, de modo tal que ella se sintió segura y confiada en sus servicios. Al poco tiempo de casarse, empezaron a venir los hijos, lo que hizo que se consagrara más a su hogar. Cuando los hijos crecieron, sufrió mucho con cada separación. Pero la crisis realmente importante fue cuando falleció el marido. Me confesó: “Tuve que aprenderlo todo. No sabía cómo funcionaba el cajero automático. Jamás había ido a una oficina para hacer un trámite. ¡No sabía ni manejar el auto!”
Estrategia 4
Identificar las crisis predecibles, para prevenirlas y hacer la preparación adecuada para enfrentarlas cuando llegue la oportunidad. Por ejemplo, al jubilarse muchos entran en crisis, porque no hicieron las previsiones para ese tiempo de la vida.
Las crisis como oportunidades de crecimiento
“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito” (Romanos 8:28, NVI).
Las crisis siempre vienen acompañadas de angustias y sensaciones catastróficas, pero no son necesariamente negativas, ya que pueden abrir la posibilidad de cambios beneficiosos. La resolución adecuada de una crisis comporta efectos positivos importantes, ya que ayuda a descubrir nuevos recursos a fin de enfrentar mejor las situaciones críticas futuras; es decir, enriquece y hace madurar. Por el contrario, eludir, negar o enfrentar negativamente las crisis dejan al individuo en un estado de mayor vulnerabilidad, haciéndolo más débil o frágil, y propenso a recaer nuevamente. Este hecho refuerza la importancia de tomar con tiempo las medidas del caso más efectivas.
Por ejemplo, el divorcio suele ser una experiencia desgarradora y un evento intensamente estresante. Sin embargo, una cantidad numerosa de investigaciones diferentes que realizaron el seguimiento de personas antes y después del divorcio, encontraron que con el paso del tiempo se observaba un incremento de la felicidad (ver, por ej., Amato, 2010). Los seres humanos tenemos la capacidad de convertir los traumas en ventajas, y las malas experiencias, en maduración. Esa capacidad, como dijimos más arriba, se llama resiliencia.
Estrategia 5
Piense que la crisis actual, a pesar de las angustias y los sufrimientos, puede ser un trance positivo, una oportunidad para el crecimiento y para adquirir nuevas experiencias enriquecedoras de vida.
Resumen