es tan dulce y sensible que le afecta todo muchísimo más que a las demás personas. Ahora mismo está muy apenada por una tontería, por eso no le di importancia, a pesar de que a mí también me gustan mucho los animales. Uno de los hombres, que vienen aquí a esperar a las barcas, vino, como siempre, en compañía de su perro. Los dos son muy tranquilos: nunca he visto al hombre enojado o al animal rabioso. Durante el entierro del capitán, el perro no quiso permanecer junto a su dueño sino que se quedó a unos cuantos metros de distancia, ladrando y aullando. Su dueño le habló con dulzura, después duramente y al final irritado. Pero el animal no obedeció y siguió gruñendo. Se hallaba en una especie de ataque, con los ojos rabiosos y el pelo erizado. Al final, su dueño tuvo que ponerse duro y acabó por darle una patada; después, lo agarró por el cuello, y lo arrastró hasta la lápida que se encuentra justo debajo de nuestro banco. En el mismo instante en que el perro tocó la piedra abandonó su furia a cambio de unos terribles calambres. El animal, en lugar de intentar huir, se agazapó. Parecía tan asustado que intenté sosegarle; pero fue inútil. Lucy también sintió lástima por el perro pero no se atrevió a tocarlo, simplemente lo miraba con compasión. Creo que Lucy es de una naturaleza extraordinaria, demasiado sensible para este mundo tan cruel y lleno de complicaciones. Seguro que esta noche soñará con todo esto. Tantas cosas: un barco que entra al puerto, llevado por un muerto que va atado a la rueda del timón con un crucifijo y un rosario; el emotivo funeral; el perro, primero furioso, y después aterrorizado… Tendrá material de sobra para sus sueños.
Creo que sería necesario que se acostara rendida esta noche, así que pienso llevarla a dar un largo paseo por las rocas de la bahía de Robin Hood. Después de eso, no le quedarán muchas ganas de andar en sueños.