El animal enfiló el escarpado acantilado, y después desapareció en la oscuridad.
El primero en subir a bordo fue el guardacostas, mientras la luz del reflector se quedaba fija en el barco encallado. El hombre fue hacia popa y cuando llegó a la rueda del timón se inclinó para examinarla, pero retrocedió con rapidez, como paralizado por una repentina emoción. Esta reacción despertó la curiosidad de los espectadores, algunos de los cuales echaron a correr hacia allí, sin embargo no se les permite subir a bordo, por órdenes severas tanto del policía como del guardacostas, que se hallaban allí controlando la situación; pero en mi calidad de corresponsal, se me permitió entrar y ser de los pocos, no sé si privilegiados, en ver al muerto. No era de extrañar que el guardacostas quedara sorprendido, pues no se contempla algo así todos los días: el cadáver se hallaba atado por los brazos, uno encima del otro, a uno de los radios de la rueda del timón. En la mano llevaba un crucifijo colgando de un rosario, todo ello atado con cuerdas. El pobre desgraciado debía estar sentado en algún momento, pero los gualdrapazos y las sacudidas lo arrastraron de un lado a otro, hasta el extremo de que las cuerdas le fueron desgarrando la carne hasta el hueso. Un médico, J. M. Caffyn, declaró que el hombre guardaba en los bolsillos una botella, muy bien tapada con un corcho para proteger un pequeño rollo de papel, que resultó ser unos apuntes del diario de navegación. El guardacostas declaró que el hombre debió atarse con sus propias manos, haciendo los nudos con los dientes.
Whitby, 9 de agosto.— Las consecuencias que dejó la extraña llegada del barco abandonado en mitad de la tormenta, son más sorprendentes que el hecho en sí mismo. Se ha averiguado que se trata de una goleta rusa, concretamente de Varna, y se llama el Deméter. No contiene nada de valor, únicamente enormes cajones de madera llenos de tierra. La carga iba consignada a un procurador de Whitby, el señor S. F. Billington, de The Crescent, número 7, quien esta misma mañana subió a bordo y se hizo cargo de los géneros consignados a su nombre. Por otra parte, el cónsul ruso tomó posesión del barco y pagó los derechos del puerto, etc. Hoy, se ha despertado un interés general en todo el pueblo por el perro que salió huyendo al encallar el barco y algunos miembros de la Sociedad Protectora de Animales se han ofrecido a cuidar al animal. Pero, para desilusión de la gente, no hay rastro de él; puede que haya desaparecido del pueblo. Posiblemente se asustó y huyó a los marjales y se esconde allí atemorizado. Otros opinan que puede representar un grave peligro, por la reacción tan salvaje que tuvo en el momento de la colisión. Esta mañana, a primera hora, se ha encontrado el cadáver de un gran mastín. Tenía señales de haberse enfrentado a un terrible adversario porque presentaba la garganta abierta a dentelladas y la barriga rasgada por unas garras monstruosas.
Más tarde.— El inspector de la Cámara de Comercio me ha permitido examinar el diario de navegación del Deméter, que se encontraba actualizado hasta hace tres días, pero no contenía nada interesante, salvo los detalles de pérdidas humanas.
Lo que sí me pareció de especial interés fue el papel que guardaba la botella, el cual se ha leído en la evaluación hoy mismo. No había oído jamás una narración tan extraña como la que presenta ese rollo. Es cierto que el informe que presento debe ser tomado con reservas, ya que escribo al dictado de un funcionario del consulado ruso, que tuvo la cortesía de traducirme el papel porque yo no disponía de tiempo necesario.
Diario de navegación de La Deméter
(Trayecto: Varna - Whitby)
Escrito el 18 de julio. Están ocurriendo cosas tan extrañas, que de ahora en adelante y hasta que desembarquemos tomaré nota de todas ellas.
El 6 de julio terminamos el embarque de la carga: arena en lastre y cajas llenas de tierra. A mediodía levamos anclas. Viento del este, fresco. Tripulación, cinco marineros… dos oficiales, el cocinero y yo.
El 11 de julio, al amanecer, entramos en el Bósforo. Oficiales de la aduana turca suben al barco. Propinas. Todo en orden. A la vela a las 16,00 horas.
El doce de julio atravesamos los Dardanelos. Más aduaneros turcos y la falúa de la escuadra de guardia. Más propinas. Los aduaneros registraron minuciosamente pero rápido. Quieren que nos marchemos pronto. Al amanecer entramos en el archipiélago.
El trece de julio doblamos el cabo Matapán. La tripulación disgustada por algo. Parecen asustados, pero no quieren a hablar.
El catorce de julio empiezo a preocuparme por mí. Todos son de confianza y hemos navegado muchas veces juntos. Mi segundo no sabe lo que ocurre; solamente le dijeron que había algo a bordo y se santiguaron. El segundo perdió los nervios con uno de ellos y le propinó un puñetazo. Me temía una tremenda pelea, pero todo volvió enseguida a la calma cotidiana.
El 16 de julio el segundo me ha informado de que un miembro de la tripulación, Petrofsky, ha desaparecido. Es inexplicable. La noche anterior, a las ocho, se hizo cargo de la guardia de babor; después le tomó el relevo Abramoff, pero el primero ya no regresó a su litera. Los hombres están más desalentados que nunca. Todos dicen que esperaban algo semejante, pero lo único que dicen sin parar es que había algo a bordo. El segundo está perdiendo la paciencia con ellos. Temo que se agrave la situación.
Ayer, 17 de julio, uno de los hombres, Olgaren, vino a mi camarote y me confesó, con miedo, que creía haber visto un hombre extraño en cubierta. Dijo que durante su guardia se había resguardado en la camareta alta para guarnecerse de la tormenta y entonces vio a un individuo alto y delgado, rasgos que no correspondían a nadie de la tripulación, subir por la escalera, dirigirse hacia cubierta y acto seguido desaparecer. Olgaren le siguió con sigilo, pero cuando llegó a las amuras no le encontró y todas las escotillas se hallaban perfectamente cerradas. El marinero es presa de un supersticioso miedo y temo que el pánico se generalice.
Más tarde reuní a toda la tripulación. Les dije que como insistían tanto en la idea de que había alguien a bordo, registraríamos el barco palmo a palmo. El segundo, visiblemente enfurecido, me dijo que era una sandez y que si aceptaba tales historias de viejas, solo conseguiría desmoralizar a los hombres. Dijo que él mismo se haría cargo de que la tripulación no armase más jaleo. Comenzamos la exploración con linternas; no dejamos ni un solo rincón por registrar. Al haber solo cajones de madera, los rincones para esconderse alguien eran escasos. Los hombres, al terminar el registro, respiraban con alivio; estaban muy contentos, y entonces cada uno volvió a su puesto. El segundo continuaba con el ceño fruncido pero no rechistó.
22 de julio.— Tiempo tormentoso desde hace tres días. Toda la tripulación ocupada con el velamen. No hay tiempo para asustarse. Los hombres parecen haber olvidado sus miedos. El segundo ha recuperado su buen humor y felicitó a los hombres por el trabajo realizado durante el temporal. Cruzamos el estrecho de Gibraltar. Sin novedad.
24 de julio.— Parece que este barco está endemoniado. Ya hemos tenido una baja y anoche, al entrar en el golfo de Vizcaya, durante una tormenta horrible, se perdió otro hombre… desapareció. Al igual que el primero, no se le ha vuelto a ver desde que fue relevado de su guardia. De nuevo vuelve el pánico. Solicitan doblar la guardia, ya que temen quedarse solos. El segundo se ha enfurecido con ellos. Espero que en estos momentos de máxima tensión, nadie haga uso de la violencia.
28 de julio.— Desde hace cuatro días es un infierno, estamos a merced de un viento tempestuoso.