—Exactamente. Organizó un curso para ayudar a las de noveno año, pero cuando estábamos en noveno era la más peleona, la que armaba grupos y hacía sentir mal a la gente. —Nicole se puso de pie y fue hasta una de las tumbonas—. Me cae mal.
—Te cae mal últimamente porque sale con Matt. Pensé que ya lo habías “superado”. —Jessica hizo signos de comillas con las manos.
—Claro que lo he superado. ¿Pero tiene que elegir a Megan McDonald, precisamente? ¿Sale conmigo y después con ella? Va a necesitar una palanca para quitarle la ropa interior, así que ¿para qué sale con ella?
—¡Ah, qué asquerosa eres! —exclamó Jessica.
Nicole se desabrochó la parte superior del bikini y se recostó con el torso desnudo sobre la tumbona, absorbiendo el sol con los ojos cerrados.
—Avísame cuando vuelva tu hermano con el pervertido de su amigo. No quiero que babeen viéndome en topless.
Jessica y Rachel intercambiaron miradas perplejas y reprimieron una sonrisa al ver a su amiga semidesnuda junto a la piscina. Ya habían hablado sobre la transformación de Nicole ese verano. La definían como la rebelión previa a la partida a la universidad. Una necesidad de cortar lazos, tal vez, para que el proceso de dejar a su familia y sus amigos fuera más fácil.
—Megan se irá a Duke en el otoño —anunció Jessica finalmente—. Y seguro que el verano que viene va a estar en Etiopía o algún otro lado cuidando niños enfermos, así que no tendrás que preocuparte demasiado por ella.
Con los ojos cerrados, Nicole levantó una mano, con el pulgar hacia arriba.
—¿Sabéis qué? Iré a casa de Matt el fin de semana. Pienso iniciar un romance de verano con él. Quiero ver qué hace la monja esa cuando vea a su novio conmigo.
El ruido de motores de los jet ski de agua retumbó en el aire de verano; Rachel se volvió hacia la bahía.
—Allí vuelven mi hermano y su amigo.
Nicole mantuvo los ojos cerrados y permaneció sobre la tumbona; tenía los pechos brillantes por la loción bronceadora y el sudor. No se movió.
—Déjalos que babeen.
CAPÍTULO 6
Julio de 2016
Cuatro semanas antes del secuestro
LA NOCHE ANTERIOR A LA fiesta de Matt Wellington, Jessica y Rachel se reunieron junto a la piscina de Rachel. Nicole avisó que no podría ir; era la primera vez en el verano que las tres chicas no pasaban el viernes juntas en la bahía. Nicole puso como excusa que sus padres querían que se quedara a cenar porque había venido una tía de visita. De haber hecho escena, como solía hacer cuando la obligaban a algo tan insoportable como cenar con su tía un viernes por la noche, podría haber quedado liberada del compromiso. Pero lo cierto era que ya no le divertían ni la casa de Rachel, ni la piscina, ni la bahía, ni el verano junto al agua, coqueteando con muchachos de secundaria que no le interesaban en absoluto. Sentía que todo aquello pertenecía a un tiempo pasado. Los momentos mágicos que parecían sucederse día tras día cuando eran más pequeñas, ahora eran menos frecuentes, hasta tal punto que todo aquel ambiente le resultaba aburrido y sin sentido.
Nicole regresó a casa después de cenar, a eso de las diez de la noche. Se encerró en su dormitorio y encendió el ordenador. Esa noche iban a hablar y la sola idea la hacía vibrar de emoción.
Unos minutos más tarde sonó un golpecito en la puerta.
—¿Qué sucede?
—¿No vas a despedirte de la tía Paxie? —le preguntó su madre.
—¡Buenas noches, tía Paxie! —gritó Nicole desde su escritorio.
—Buenas noches, Nicole.
Nicole las escuchó alejarse de la puerta cerrada del dormitorio. Poco antes, en el restaurante, había visto a su madre sacudir la cabeza cuando la tía Paxie hacía preguntas sobre el cabello teñido de Nicole, el lápiz de ojos y la barra de labios negros.
—No les prestes atención —oyó a su madre murmurar en voz baja.
Eso era lo que siempre hacían su madre y su tía: no prestar atención a nada. ¿Qué otra cosa podía explicar la presencia de la tía Paxie en Carolina del Norte durante los últimos tres días sin una sola mención a Julie? Si finges que algo no existe, desaparecerá. Era el lema de vida de su madre, aunque no lo decía en voz alta.
Cuando Nicole ya no pudo oír susurros del otro lado de la puerta, movió los dedos sobre el teclado y entró en el chat donde siempre hablaban. En ocasiones se pasaban de un sitio online a otro, a instancias de él, por si alguien pudiera estar espiando sus conversaciones.
Hola, ¿estás?, escribió.
Pasaron unos minutos, pero la respuesta llegó.
¡Nikki C.! ¿Dónde has estado?
Tratando de encontrarte. Te estabas escondiendo de mí.
¡Ja! Tú eres la misteriosa. ¿En qué andas, bombón?
Nicole no había escuchado nunca la voz de él, pero le encantaba cuando la llamaba así. Ningún chico de secundaria de Emerson Bay tendría el valor de hablarle de ese modo. La mayoría ni siquiera podía mirarla a los ojos, mucho menos entablar una conversación. Que él la tratara con ese apelativo era algo impensable en las relaciones con chicos de su edad, razón por la cual a Nicole no le importaba nada perderse lo que sucediera esa noche en Emerson Bay. Este era el único lugar donde deseaba estar, la única persona con la que deseaba hablar. Sus dedos volaron sobre el teclado.
Ocupada con mis amigas, pero se están volviendo TAN aburridas. Qué comentario de bruja, ¿no?
Pero sexy. He visto la foto que has subido. Tienes un cuerpazo, y una cara bellísima.
Gracias. ¿Cuándo te podré ver?
Soy demasiado tímido para subir una foto.
¿Por qué no nos conocemos en persona, entonces?
Mucho mejor idea. ¿Tu tía sigue de visita?
Sí. Se va mañana. He tenido que salir a cenar y eso. Estoy harta de estar aquí.
¿Ella es la que tiene una hija que desapareció?
Las conversaciones siempre los conducían aquí. Era un tema de gran importancia para ellos y hablaban —o escribían— horas sobre ello. Él era el único en el universo de Nicole que se mostraba abierto a hablar del tema con ella. La tía Paxie había estado allí desde el martes y no había mencionado ni una vez a su hija. De acuerdo, razonaba Nicole, fue hace ocho años. De acuerdo, seguía deprimida por ese tema. Paxie no quería convertir la visita —la primera desde que Julie había desaparecido hacía tantos años— en un velatorio. Todo muy comprensible. Pero nunca la había mencionado. Nunca. Finge, finge, finge que algo no existe y el problema desaparecerá.
Nicole dejó pasar unos instantes y escribió:
Sí.
¿Cómo se llamaba?
Julie.
¿Tu prima?
Sí.
¿Te llevabas bien con ella?
Nos visitábamos de niñas. Casi siempre era porque nuestras madres se veían, pero Julie y yo los considerábamos nuestros viajes. Recuerdo estar viajando en avión con mi madre y sentir mucha emoción por verla. Como ellas se lo pasaban poniéndose al día como hermanas que se ven dos veces al año, Julie y yo nos quedábamos despiertas hasta cualquier hora, perseguíamos luciérnagas y charlábamos alrededor de una fogata mientras ellas se emborrachaban con vino y revivían su infancia.
Nicole