Elizabeth no respondió. Shannon lo interpretó como una rendición y reanudó la marcha. Unos minutos después, dijo:
—Ah, buenas noticias. Victor no va a declarar ante el tribunal. No va a venir, así de claro.
Elizabeth asintió. Comprendía por qué esto era bueno, por qué Shannon había temido que un padre destrozado por el dolor influyera en el jurado de manera negativa, pero su ausencia no era algo para celebrar. Desde la detención, Victor no se había puesto en contacto con ella en absoluto, cosa que esperaba que sucediera; sí, sabía que tenía una vida muy ocupada en California con casa nueva, esposa nueva, hijos nuevos, pero había imaginado que al menos aparecería en el juicio por homicidio de su hijo. Sintió que la bilis le subía por el cuerpo y se le enroscaba en el pecho como una serpiente, estrujándole el corazón. Pobre Henry, qué padres tan patéticos le habían tocado. Una, responsable de hacerle daño y matarle. El otro, tan inútil como para que no le importara una mierda.
Sonó el teléfono de Shannon. Evidentemente, era una llamada esperada, pues atendió con un: “¿Lo tienes ahí? Léemelo”.
Elizabeth respiró profundamente. El olor a vómito le hacía arder la nariz, lo que solo empeoraba las cosas, mezclando el aroma dulzón del abono del campo con el olor acre a comida china podrida del vómito. Cerró la ventanilla justo cuando Shannon terminaba la llamada y le dijo:
—Lleva el coche a lavar. Cárgalo a mi cuenta. Aunque pensándolo bien, ¿te imaginas cuando tu socio pregunte por qué los gastos del juicio incluyen el pago de la limpieza de vómito del coche?
Elizabeth se rio. Shannon, no.
—Oye. Uno de los vecinos de los Yoo ha testificado en el tribunal —comentó Shannon y una sonrisita se dibujó en sus labios—. Declaró algo que no parecía importante hasta hoy. Puse al equipo a investigar sobre el asunto y hemos descubierto algo. No quería contártelo hasta no tenerlo confirmado.
Fuera, en el campo, las vacas mugían al unísono. Elizabeth, en estado de alerta, tragó saliva.
—¿Las manifestantes? ¿Has podido conseguir algo, por fin? Te dije que te concentraras en ellas, sabía que…
Shannon sacudió la cabeza.
—No, ellas no. Se trata de Matt. Ha mentido. Puedo demostrarlo. Elizabeth, tengo pruebas de que otra persona provocó el incendio de manera intencionada.
EL JUICIO: DÍA DOS
Martes, 18 de agosto de 2009
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