Sin trabajo, le habría sido imposible seguir pagando el alquiler de su apartamento. Fue entonces cuando Kirsten le ofreció la posibilidad de irse a vivir con ella hasta que encontrara otro empleo. Aunque le había preocupado la mala relación que tenían, decidió dar el paso. Después de todo, era toda la familia que le quedaba y no podía dejarlo en la calle cuando estaba tratando de rehacer su vida. Creía que se merecía que lo ayudara para poder tener una segunda oportunidad.
Pero desde que apareciera Anthony en sus vidas, todo había cambiado entre los dos y la situación se había complicado mucho. Ya no se planteaba la posibilidad de pedirle que se fuera de allí hasta estar segura de que el niño iba a estar bien cuidado. Miró de nuevo a Anthony y sonrió.
Empezaban a cerrársele los ojos.
—¿Qué tal todo por aquí? —preguntó Max mientras se dejaba caer en el sofá—. ¿Se ha portado bien el bebé o te ha dado mucho trabajo?
—Ha sido un buen día —repuso ella sin atreverse a contarle la verdad.
Tenía que medir mucho sus palabras para no ofender a Max y que éste no se sintiera acorralado ni agobiado por ella. No quería que pudiera echarle en cara de nuevo que estaba metiéndose en su vida y que se fuera de allí con el pequeño.
Le preocupaba dónde iban a vivir y cómo iba a cuidar del pequeño.
—¿Cómo te va a ti la búsqueda de empleo? —le preguntó entonces Max—. ¿Te han contestado de alguna de las empresas a las que enviaste tu currículum?
—No, aún estoy esperando —repuso ella.
Pero lo cierto era que no podía centrarse en encontrar un trabajo hasta que lo consiguiera Max y encontrara plaza para Anthony en alguna escuela infantil.
—Entonces, ¿no tienes ninguna entrevista pendiete?
No, pero la verdad es que aún no estoy preocupada —le dijo ella.
Había conseguido ahorrar algún dinero y sabía que podría seguir pagando la hipoteca durante algún tiempo hasta que se solucionara la situación con el bebé y consiguiera otro empleo.
—¿Sabes qué? He estado pensando que debería llevar al niño al médico. He oído que la clínica de Red Rock ofrece revisiones a bajo coste. Puede que lo lleve esta semana.
Kirsten se levantó de un salto, estaba encantada, pero sabía que era mejor no mostrar demasiado entusiasmo y dejar que Max pensara que todo había sido idea suya.
—Creo que tienes razón —le dijo tratando de controlarse—. Si quieres, podría…
Sabía que su hermano quería convertirse en un padre responsable y cuidar de Anthony como merecía, pero era importante para él tomar sus propias decisiones.
—Podría buscar ahora mismo el número de teléfono. Así puedes llamar para pedir cita o consultarles cualquier duda que tengas.
Max se quedó pensativo unos segundos antes de contestar.
—Muy bien, de acuerdo —le dijo entonces.
Ya no era un niño y se había dado cuenta de que ya no era tan irresponsable como había sido durante su adolescencia. Era algo que no podía olvidar. Sabía que debía respetar sus decisiones, fueran las que fueran.
—¿Crees que Courtney se habrá encargado de llevar al niño al médico para que lo vacunen? —le preguntó entonces.
Max se había negado a llamarla, pero decidió insistir un poco más.
Su hermano volvió a quedarse pensativo.
—Recuerdo que no le gustaba nada ir al médico, así que no creo que se haya preocupado por llevar a Anthony —le comentó Max.
Ya le había dado la impresión de que su exnovia no tenía demasiados instintos maternales. De otro modo, no habría abandonado a su hijo, pero se mordió la lengua y no dijo nada. Sabía que era mejor mantenerse callada y dejar que Max llegara por sí mismo a sus propias conclusiones.
—Me alegra que seas tú el que vaya a criar al pequeño y cuidar de él —le dijo—. Va a necesitar a un padre como tú.
Max se encogió de hombros, pero pudo ver que le había gustado su comentario y que una sonrisa asomaba en sus labios. Le gustó ver su reacción. Creía que era un paso hacia delante para mejorar su relación, aunque creía que era ella la que tenía que cambiar y aprender a confiar en su hermano.
—¿Quieres venir conmigo cuando lleve a Anthony a la clínica? —le preguntó él.
Le sorprendió su sugerencia, no porque la estuviera implicando en el cuidado del niño, sino porque era una prueba más de que podían llegar a llevarse bien.
—Por supuesto. Si no tengo ese día ninguna entrevista de trabajo, estaré encantada de ir con vosotros.
—Estupendo, me gustaría tenerte allí —le dijo su hermano—. Creo que no tengo las fuerzas necesarias para ver a alguien pinchándole con una aguja.
A ella tampoco le hacía mucha gracia.
—Estoy pensando que debería pedir cita lo antes posible, para mañana mismo, porque tu situación laboral podría cambiar en cualquier momento. ¿Qué te parece?
Ella se mordió el labio como si estuviera pensando en lo que tenía que hacer al día siguiente.
—Me parece bien. No tengo nada mañana.
—Estupendo, entonces llamaré a la clínica mañana por la mañana.
—Muy bien. Ya me dirás qué te han dicho.
Pero ella ya sabía lo que le comentarían. Como le había pasado a ella misma esa mañana, le dirían que debía presentarse en la clínica y esperar a que llegara su turno, era la mejor manera de asegurarse de que el niño llegara a ser visto por un pediatra, aunque tuviera que esperar varias horas. Después de todo, no se trataba de nada urgente.
Le encantaba la idea de volver a la clínica médica de Red Rock y no sólo porque fueran por fin a despejarse las dudas que aún tenía sobre la salud de Anthony. También esperaba tener la suerte de volver a encontrarse con cierto cirujano ortopédico…
Pero se dio cuenta entonces de que corría el peligro de que el médico hiciera algún comentario sobre lo que había pasado esa mañana en el aparcamiento y no quería poner en peligro la buena relación que empezaba a tener con su hermano.
Si se daba el caso, iba a tener que contarle la verdad a Max. Sólo esperaba que no se enfadara demasiado. De un modo u otro, iba a tener que enfrentarse a las consecuencias.
Si le molestaba tanto como para pedirle que se fuera de la clínica, iba a perder la oportunidad de pasar más tiempo con el atractivo médico.
Capítulo 2
JEREMY consiguió llegar antes de tiempo al restaurante donde había quedado con su hermano y su cuñada. Había pasado un buen rato en una librería cercana y, aun así, llegó temprano a uno de los restaurantes más populares de Red Rock.
José y María Mendoza, viejos amigos de la familia Fortune, habían convertido esa vieja hacienda mexicana en un restaurante elegante y romántico. Estaba decorado con muebles antiguos, tapices artesanales y unas cuantas obras de arte texano. El restaurante había sido remodelado hacía muy poco tiempo, después de que perdieran gran parte de la decoración por culpa de un incendio producido dos años antes y que había resultado ser provocado. Los Mendoza habían tenido que cerrar el local durante varios meses. Pero con tiempo y mucho esfuerzo, habían conseguido restaurar el popular Red.
Marcos Mendoza lo recibió al verlo entrar, estaba dirigiendo de manera temporal el restaurante. Cualquiera podría pensar que tenía ese trabajo gracias a sus lazos familiares con los propietarios, pero