La mujer lo abrazó con fuerza. Había olvidado lo que era que Ava lo abrazara, verse sumido en un círculo de aceptación y afecto. Siguió abrazándolo como si no fuera a soltarlo jamás, como si siempre fuera a estar a su lado. Lo abrazó como una madre que de verdad quería a todos los jóvenes y que quería que lo supieran. Cuando era niño, Ava había sido una especie de revelación. Los federales habían hecho lo posible por darle un hogar estable, pero en el fondo habían sido unos meros empleados con un horario. Ava había sido la madre de su mejor amiga. Le había preparado galletas y había charlado con él sobre la universidad, como si fuera un chaval más.
—Estaba nervioso por verte —admitió él, hablando en voz baja para que solo ella pudiera oírlo.
Ava siguió abrazándolo con fuerza un momento más antes de soltarlo.
—Tengo días buenos y días malos —ladeó la cabeza.
Él le siguió la mirada y vio la silla de ruedas plegada en la esquina de lo que era, claramente, su despacho.
—Hoy tengo un día muy bueno —le dijo mirándolo fijamente—. Estábamos muy preocupadas por ti.
—Lo sé y lo siento. Os lo habría contado si hubiera podido.
—Pero has vuelto y eso es lo que importa —se giró hacia su nieta—. Tienes hambre, ¿verdad?
Lillie empezó a bailar mientras respondía:
—¡Sí, mucha! ¡Me muero de hambre!
Ava extendió una mano hacia ella.
—Pues vamos a poner las ensaladas en la mesa. Patience, ¿por qué no le dices a Justice que abra la botella de vino que ha traído?
Patience esperó hasta que ellas hubieron entrado en la cocina para acercarse más y decirle:
—Aún sigue gobernando el mundo, como puedes ver.
—Está genial y tiene un aspecto fantástico. Con su enfermedad... —no estaba seguro de qué quería preguntar.
Patience asintió y lo llevó hasta un aparador del comedor. Abrió un cajón y le pasó un sacacorchos.
—Ha tenido un par de brotes malos, pero después han remitido. Ahora mismo su enfermedad no es agresiva. La mayoría de los días no puede subir las escaleras; técnicamente podría, probablemente, pero le supone demasiado esfuerzo y la deja agotada. El problema lo tiene sobre todo en las piernas y eso supone que pueda seguir trabajando sin problema.
Ava era diseñadora de software. Había empezado en el negocio cuando los ordenadores eran una novedad, y su trabajo le permitía trabajar desde casa, lo cual era una ventaja teniendo en cuenta que su marido las había abandonado cuando le habían diagnosticado la enfermedad. Cuando Patience se lo había contado, él se había dado cuenta de que no hacía falta que un padre sacara un arma o empleara los puños para hacerle daño a su familia. El dolor podía presentarse de muchas formas distintas.
Se dispuso a abrir la botella de vino mientras Patience sacaba las copas del armario.
—Es la persona más valiente que conozco. Siempre está tan amable y cariñosa. Me gustaría gritar por lo injusto que es todo, pero ella nunca lo hace —sonrió—. Cuando sea mayor, quiero ser como mi madre.
—A mí también me inspira —admitió él—. Cuando me encontraba en una situación difícil, siempre pensaba en Ava y me recordaba que yo lo tenía fácil.
Patience parpadeó varias veces como si estuviera conteniendo las lágrimas.
—Es usted un gran adulador, señor Garrett. Podría haberme halagado con cumplidos vacíos, pero en lugar de eso me deja sin defensas al decir esas cosas sobre mi madre.
—Lo digo en serio —le respondió mirándola a los ojos e inhalando su perfume a limpio con un toque floral. No era su perfume, se recordó; era su esencia. Esencia de Patience—. No soy adulador. Estoy diciendo la verdad. He visto lo que hace falta para ser valiente, y tu madre lo tiene —sabía el peligro que supondría acercarse demasiado, pero no pudo evitar alargar la mano y acariciarle la mejilla—. Soy yo, Patience. Sé que ha pasado mucho tiempo, pero no hace falta que estés con las defensas en alto.
Sin embargo, en cuanto pronunció esas palabras, se dio cuenta de que debería haber mantenido la boca cerrada. Patience tenía razón al ser cauta con él.
Algo cayó al suelo en la cocina. Patience se giró hacia el sonido y Justice aprovechó la distracción para seguir con el vino y, así, poner algo de distancia entre los dos.
Quince minutos más tarde todos estaban sentados a la mesa. Lillie había olfateado la copa de vino de su madre y había arrugado la nariz diciendo que era un olor «asqueroso». La lasaña estaba sobre la encimera, lista para servir, y ya tenían las ensaladas delante.
Patience alzó su copa.
—Bienvenido a casa, Justice.
—Gracias.
Todos dieron un trago a sus bebidas y después Lillie bajó su vaso de leche y miró a su abuela.
—El señor Garrett es guardaespaldas. Como en la tele, ¿sabes?
Patience se había referido a él como «el señor Garrett» a propósito, para que no resultara demasiado familiar, y la niña estaba dirigiéndose así a él porque así era como la habían educado.
—Si a tu madre no le importa, puedes llamarme «Justice».
Lillie sonrió.
—¿Te parece, mamá?
—Claro.
La pequeña se sentó un poco más derecha y se aclaró la voz.
—Justice es guardaespaldas, abuela.
—Ya lo he oído —respondió y lo miró—. Parece peligroso, ¿lo es?
—A veces. Normalmente protejo a gente rica que viaja a lugares peligrosos y me tengo que asegurar de que estén a salvo.
—¿Entonces qué estás haciendo en Fool’s Gold? —preguntó Patience—. Somos lo menos peligroso que te puedes encontrar. ¿Has venido por tu nuevo negocio?
Él asintió y miró a Ava.
—Quiero abrir un negocio con un par de amigos. Ofreceremos formación para empresas de seguridad.
Ava se mostró interesada.
—¿Una escuela de guardaespaldas?
—Nosotros lo vemos como algo más completo que eso. Ofreceremos formación sobre estrategia, armas y demás. Elaboraremos informes de última hora sobre distintos conflictos en diferentes partes del mundo y, además, queremos ofrecer actividades de recreo e incentivo para empresas que incluyan carreras de obstáculos y demás retos físicos.
Patience parpadeó.
—¡Vaya! Eso hace que mi idea de poner una cafetería parezca ridícula. Quiero decir, lo máximo a lo que puedo aspirar ahí es a tener un club de lectura u organizar alguna que otra noche de monólogos, pero nada más.
—Mis socios y yo llevamos tiempo ideándolo y hemos estado esperando a encontrar el lugar adecuado. Ford sugirió Fool’s Gold, así que cuando vine aquí el año pasado, eché un vistazo.
La sorpresa de Ava se hizo evidente en su tono de voz.
—¿Ford? ¿Ford Hendrix?
Él asintió.
—Hace tiempo que somos amigos y volvimos a encontrarnos en el ejército. Nuestro tercer socio es un tipo llamado Angel Whittaker.
—Había