Sin miedo al fracaso. Tompaul Wheeler. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Tompaul Wheeler
Издательство: Bookwire
Серия: Lecturas devocionales
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877982893
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vidas si nunca hubiéramos pecado. El trabajo construiría el carácter y el sábado nos mantendría enraizados espiritualmente.

      Hay gente muy legalista, pero generalmente lo son por una razón: porque los Diez Mandamientos dicen lo que no debemos hacer, lo cual los hace a ellos sentirse más “santos” que los demás (en realidad no necesitan otro Dios, ya que ellos mismos son su propio dios). Jesús, sin embargo, resumió la ley en una frase: “Que se amen los unos a los otros”. Hay una gran diferencia, ¿no crees?

      Vive la vida

      “Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará” (Mat. 16:24, 25).

      La vida es una carrera. La vida es un viaje. La vida no es un deporte de exhibición. La vida es aquello en lo que decidimos convertirla. La vida no es un ensayo general. O como Shakespeare dice en su obra Como gustéis: “El mundo es un gran teatro, y los hombres y las mujeres son los actores”; lo cual suena profundo y poético, aunque en mi caso pareciera que perdí el guion.

      En realidad, nos despertamos un día y, sin haberlo pedido, aparecemos en este planeta quebrantado. Pronto, se supone que debemos saber cómo sobrevivir por nuestra propia cuenta, como si todo estuviera preprogramado.

      Con suerte, conocemos a alguien que a su vez conoce a alguien que podría ayudarnos a que nos vaya mejor. Posiblemente terminemos pobres y solos. Al final, parece que la vida es una apuesta en la que lo que tiene que pasar ocurrirá de todos modos.

      ¿Es así realmente la vida? ¿Consiste solo en ganar dinero y mantenernos saludables? ¿Hay algo más que meramente disfrutar lo que podamos mientras dure? ¿Algo más que simplemente tratar de impresionar a personas a las que realmente les damos igual; aprender cosas que no tienen importancia; y obtener logros que no durarán? Tal vez tenemos todos los valores al revés, o tal vez no deberíamos tratar de encajar en un mundo en el que todo está al revés.

      “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?” (Mat. 16:25, 26). La lucha por la supervivencia puede funcionar a corto plazo, pero al final nos habremos perdido. Jesús ofrece una invitación maravillosa a vivir una vida que gira alrededor de algo más que la mera supervivencia. Es arriesgada, pero gratificante. Es peligrosa, pero satisfactoria. Él te estirará, te moldeará y te romperá, pero te convertirá en una “nueva creación”.

      No es un asunto de poder o de quién se lleva los méritos. Se trata de dejar que Dios te use de formas que nunca te imaginabas. Se trata de arriesgarlo todo por lo que realmente crees. Se trata de rechazar los estándares de grandeza del mundo y defender algo más grande que tú.

      Entonces sí estarás viviendo de verdad.

      A levantar pesas

      “La prueba de su fe produce constancia” (Sant. 1:3, NVI).

      En el último cuatrimestre de la universidad, todo aparentaba marchar de maravilla. El cuatrimestre anterior lo había pasado prácticamente enclaustrado tratando de ponerme al día, pero ahora las mejores fechas del año estaban por llegar. Hasta que descubrí una pequeña preocupación en mis notas: necesitaba otro crédito en Educación Física.

      Por mucho que me gustaban los uniformes, unirme al equipo de béisbol no estaba en mis planes a corto plazo, a menos que quisiera permanecer en la banca, que no era el caso. ¿Y baloncesto? Cuanto menos se diga, mejor. ¿Atletismo? Con mis pulmones dañados por el asma, apenas logro cruzar el campus de la universidad cuando ando de prisa. Quedaba, sin embargo, algo que nunca había probado antes: levantamiento de pesas.

      La universidad a la que asistía anteriormente cobraba una tarifa por usar su gimnasio, y yo era demasiado pobre como para pagarla. Pero ahora asistía a una universidad en la que el gimnasio era gratis y estaba abierto a todos los alumnos, así que de repente lo que en algún momento me había parecido una buena idea se convirtió en un asunto de urgencia, al menos si quería graduarme. El hecho de que caminaba de tres a ocho kilómetros cada día desde mi apartamento hasta el campus me tenía algo en forma, así que pensé que podría aprovechar la oportunidad de pasar al siguiente nivel.

      La profesora me mostró la sala de pesas y me explicó lo que debía hacer para cumplir con los requerimientos del crédito. Me comprometí a hacer ejercicio tres veces a la semana durante el cuatrimestre, levantar pesas para aumentar mi masa muscular y ejercitar varios músculos de los brazos, las piernas y los abdominales.

      El primer día comencé lenta pero suavemente. De regreso a casa me golpeó la realidad: sentía dolor en todas partes, desde las pantorrillas hasta las clavículas. Simplemente me dolía el cuerpo como nunca. Sin embargo, de alguna manera el dolor era positivo. Me imaginé que no duraría. Y efectivamente, la próxima vez que hice ejercicio no me sentí tan dolorido después. Pronto, ya no me dolía nada.

      Cuando trabajamos para fortalecer los músculos, traumatizamos las fibras musculares. Cuando el cuerpo repara el daño, hace que los músculos sean más grandes y fuertes que antes. Me parece que la fe funciona de la misma manera. Ejercitar nuestra fe, arriesgarlo todo para confiar y seguir a Dios, a veces puede ser doloroso. Pero la fe es como un músculo que debe rasgarse antes de que pueda desarrollarse.

      Una oveja solitaria entre lobos

      “Yo dejaré en Israel siete mil personas que no se han arrodillado ante Baal ni lo han besado” (1 Rey. 19:18).

      Cuando Misión imposible debutó como serie de televisión en 1966, presentaba a un grupo de élite de agentes que trabajaban juntos semana tras semana para rescatar rehenes, frustrar conspiraciones maléficas, descifrar códigos y evitar que secretos de estado cayeran en manos enemigas. Cada semana se las arreglaban para lograrlo gracias a dispositivos de alta tecnología, disfraces audaces, nervios de acero y un dedicado trabajo en equipo.

      Cuando Misión imposible se relanzó en 1996 como película, el concepto cambió por completo: ya no se podía confiar en el equipo. Ahora era un hombre contra el sistema, abriéndose camino por sí solo. Pero ¿quién necesita amigos cuando uno puede colgarse de un helicóptero mientras, debajo de ti, una serie de explosiones sacuden un túnel ferroviario?

      A primera vista, la Biblia parece estar llena de ovejas solitarias entre lobos. Después de matar y enterrar a un capataz egipcio, Moisés huyó solo al desierto. Elías se escondió teniendo como única compañía a los cuervos. Pero luego todo cambió. Moisés permaneció entre ovejas durante cuarenta años mientras los esclavos israelitas seguían siendo explotados y muriendo. Elías celebró ante la gente una demostración increíble del poder de Dios. Cuando Dios le preguntó qué estaba haciendo en el desierto, se quejó: “Yo todo este tiempo te he defendido tanto, Señor, ¡y ahora Jezabel quiere matarme!” Dios le dice que se levante y actúe, porque hay mucho que hacer y hay siete mil fieles que pueden respaldarlo.

      En el jardín del Getsemaní, ante el final de su misión y su muerte inminente, Jesús rogó a sus amigos que se quedaran a su lado. “Estoy muy apesadumbrado –les dijo a Pedro, Santiago y Juan–. Manténgase despiertos conmigo”.

      La sociedad de hoy celebra el individualismo, pero no fue así como Dios nos creó. Necesitamos extender nuestras manos y mantenernos unidos. Las investigaciones así lo demuestran. Cuando los científicos de la Universidad Carnegie Mellon expusieron a varias personas a virus activos del resfriado, los que tenían fuertes conexiones sociales presentaron cuatro veces menos probabilidades de enfermarse que los que estaban socialmente aislados. Investigaciones demuestran que, para las personas mayores, unirse a un club o a una asociación puede