La pandemia de la COVID-19 probablemente se extendió a Estados Unidos en enero de 2020. Comenzamos a enterarnos de personas que morían en China e Italia, y en otros lugares; pero pocos de nosotros estábamos prestando atención al peligro inminente para nuestra propia nación. Las primeras muertes conocidas producto de la COVID-19 en Estados Unidos ocurrieron el mes siguiente.
No estoy exactamente seguro de cuándo mi esposa y yo comenzamos nuestra cuarentena por la COVID-19. Recuerdo haber grabado unos podcasts con dos chicos en mi oficina en algún momento de marzo. Y recuerdo que uno de ellos indicó que se dirigía a su casa en Kansas City, donde quizás tendría que quedarse un tiempo porque su compañía estaba suspendiendo todos los viajes. Mi autocuarentena habría comenzado poco después de esos podcasts; pero no recuerdo la fecha con precisión.
A continuación, menciono otras dos diferencias que observé. Los tres primeros sucesos hicieron que las personas abarrotaran las iglesias. El cuarto suceso, el virus, cerró las puertas de las iglesias por un tiempo; y supimos cuándo los tres primeros sucesos habían terminado, pero aún no estamos completamente seguros sobre el cuarto.
Solo tengo un recuerdo muy vago de que la administración Trump declarara emergencia de salud pública el 31 de enero de 2020. No obstante, recuerdo la cuarentena. Recuerdo claramente la cuarentena.
La Iglesia en cuarentena
Los historiadores registrarán la pandemia de 2020 desde varias perspectivas. Examinarán la tragedia de muerte generalizada y otros problemas sanitarios. Señalarán el estado de emergencia en hospitales y asilos de ancianos. Recordarán las actualizaciones en tiempo real emitidas por televisión y otros medios, y los informes diarios que se leían como un reporte de guerra: casos confirmados, muertes registradas y casos recuperados.
Las historias evidentemente serán contadas desde un punto de vista económico. El cierre de empresas y tiendas. Algunas cierran de forma permanente. Las principales calles, centros comerciales y cines quedaron vacíos. El desempleo se dispara. Las ayudas y los fondos gubernamentales abundan, animando a algunos y frustrando a otros. Los mercados bursátiles se estancan, luego se recuperan; y luego vuelven a ser impredecibles.
Pasarán años antes de que se pueda evaluar todo el costo emocional y mental, pero de hecho será un tema de interés para historiadores, psicólogos, consejeros y los medios de comunicación. Desconocemos la historia completa, pero es probable que nos sorprenda lo devastador que fue la COVID-19 para la psique global.
A través de mi blog, seminarios web y consultas de iglesias, caminé con decenas de miles de líderes de iglesias durante la pandemia. Guie a muchos líderes de manera directa, y hablé o escribí a casi otro millón de personas. Observé la incertidumbre y la angustia que se sintieron cuando el primer servicio presencial de adoración fue cancelado. Fui testigo de las secuelas que siguieron.
En los primeros días de la cuarentena, trabajé con líderes de iglesias principalmente en temas de finanzas y las ofrendas. El apoyo financiero para muchas de estas iglesias provenía sobre todo a través del cesto de la ofrenda. Como resultado, sin servicios presenciales de adoración, no había ofrenda. Sin ofrenda, no entraban fondos para apoyar los ministerios de la iglesia.
Como puedes imaginar, hubo gran preocupación.
Casi escribo «hubo pánico», pero eso habría sido engañoso e injusto. Salvo pocas excepciones, hubo más fe que temor. Más perseverancia que pánico. Estos líderes de iglesias confiaron en Dios dondequiera que Él los condujera. Sin embargo, los líderes de iglesias también se sintieron desafiados porque realmente no sabían a dónde Dios los estaba guiando.
Creo que esa es la naturaleza de la fe.
Cuando nuestro equipo de Church Answers comenzó a trabajar con los líderes de iglesias en las nuevas realidades emergentes que el encierro presentaba, nos enfocamos inicialmente en ayudarlos a trasladar la mayor cantidad posible de miembros a las ofrendas digitales. Alentamos a los miembros expertos en tecnología y dados a las relaciones personales a trabajar uno a uno con adultos mayores que albergaban serias dudas sobre el mundo digital. Luego guiamos a los pastores y otros líderes de iglesias a revisar sus presupuestos actuales y los egresos planificados. ¿Qué podrían posponer? ¿Qué podrían recortar? ¿Qué podrían hacer de manera diferente? ¿Qué podrían hacer mejor?
Pocos días más tarde, comenzamos a trabajar con las iglesias para ayudarlas a trasladar sus servicios de adoración a un formato digital. Me sorprendió cuán enérgicos y creativos eran la mayoría de estos miembros y líderes de iglesias. Aunque algunos de los primeros intentos de transmitir sus servicios chocaron contra grandes obstáculos, estos mejoraron con el paso de las semanas. Los líderes y los miembros sabían que algo estaba cambiando y que no todo era malo. Más adelante profundizaremos sobre eso.
Yo esperaba recibir muchas preguntas en cuanto al cuidado pastoral y sobre cómo alcanzar a la comunidad durante la cuarentena. Una vez más, los líderes y miembros de iglesias me sorprendieron con su energía e innovación. Ellos hallaron formas de ministrar a pesar de las restricciones impuestas por la cuarentena. De hecho, muchos descubrieron que tenían un mayor enfoque hacia afuera y oportunidades para el cuidado pastoral que en años anteriores. La pandemia, al menos en lo que respecta a servir a la comunidad circundante, fue un llamado de atención positivo.
Parecía una eternidad, pero no pasó mucho tiempo antes de que los líderes de iglesias estuvieran pensando en regresar a los servicios presenciales. La pregunta no era tanto cuándo debían abrir. Esa fecha variaba de comunidad a comunidad, y de estado a estado. Más bien, se preguntaban cómo deberían abrir. ¿Cómo mantenemos el distanciamiento social en un servicio de adoración? ¿Deberíamos agregar servicios? ¿Es el canto congregacional una vía de transmisión para el virus? ¿Cómo volvemos gradualmente a las reuniones presenciales cuando algunas personas están locas por ir y otras son más reacias? ¿Qué hacemos con los niños? ¿Deberíamos acortar los servicios?
Las preguntas al principio fueron numerosas; luego voluminosas. En Church Answers, descubrimos que pasamos más tiempo ayudando a las iglesias a regresar a los servicios presenciales después de la cuarentena que con los problemas que surgieron durante la cuarentena. Fue un tiempo de emoción y preocupación a la vez. Los miembros y los líderes de iglesias estaban ansiosos por volver a estar juntos, pero no querían hacer nada que pudiera ser perjudicial para el bienestar de sus congregados.
Cuando nuestro equipo comenzó a caminar con las iglesias durante la era poscuarentena, recuerdo mi primera conversación con un pastor que me expresó que estaba deseoso de que las cosas volvieran a la normalidad. Yo le respondí suavemente que creía que jamás volveríamos a la normalidad previa a la cuarentena.
Contemplé la expresión en sus ojos. Era como si le hubiera robado el gozo. Su comportamiento cambió de inmediato. Apenas podía mantener el contacto visual.
«¿Qué quieres decir?», preguntó con tristeza.
Por mucho que me desagradaba apagar el entusiasmo de ese pastor, no quería que entrara ciegamente a un mundo que ya no existe.
Por desagradable que haya sido para él, mi intención era ayudarlo a él y a su iglesia a prepararse para la era poscuarentena.
«¡No te apures, mi amigo!»
Soy aficionado al fútbol universitario y me encanta ver la cobertura de College GameDay’s en ESPN. Una de mis frases favoritas proviene del irrefrenable Lee Corso cada vez que no está de acuerdo con un colega: «¡No te apures, mi amigo!».
Hasta ahora, he resistido la tentación de usar esa frase con los líderes de iglesias que esperan que la nueva normalidad de la iglesia poscuarentena se asemeje mucho a la antigua normalidad de la iglesia prepandemia. No solo habrá diferencias significativas, sino que es muy probable que también pasará algún tiempo antes de que empecemos a comprender cómo será la nueva era.
Entonces, ¡no te apures, mi amigo!
En cambio, déjame compartir contigo lo que mi equipo y yo hemos aprendido durante las últimas semanas y meses. Hemos trabajado con muchas iglesias