Estudio comparativo del cráneo
Cuanto más profundizo en mi trabajo sobre el cuerpo humano, me parece más y más evidente que echar mano de la anatomía y la fisiología permite demostraciones y soluciones ingeniosas e inteligentes. Cada parte del cuerpo tiene un papel y una función, y la anatomía forma parte de esta lógica funcional.
Sin embargo, para avanzar en nuestra investigación les propongo, en primer lugar, que olviden la anatomía. Intentemos, primero, comprender para qué sirve el cráneo.
¿Qué pensarían de unos estudios de ingeniería o aeronáutica cuyo programa impusiera de forma prioritaria la memorización de la “anatomía” de todas las piezas del Concorde? Para controlar este tipo de conocimiento, el método clásico, la CDM (cuestión de designación múltiple), apenas recurre al juicio y a la inteligencia que nosotros pedimos. Ahora bien, ¿lo que en realidad importa es el conocimiento de la “anatomía” del Concorde o la comprensión de las soluciones inteligentes que el Concorde da a los problemas planteados en su realización?
Foto 1 El Concorde
En la década de los sesenta se pidió a los ingenieros que realizaran el proyecto de un avión supersónico, que pudiera transportar a más de 100 pasajeros, que volara a una altitud claramente superior a la habitual y que tuviera gran autonomía de vuelo.
Cuando se formuló este proyecto, la situación era la siguiente: “en la actualidad, no hay avión que pueda tener esas prestaciones”. Pero, en lugar de decir: “es imposible”, se pidió a los ingenieros que hicieran un pliego de condiciones con la lista de todos los problemas técnicos que planteaba ese proyecto y que encontraran solución a cada uno de los problemas.
Esas soluciones ingeniosas determinaron la investigación sobre los materiales, la forma del avión, los motores y los sistemas de navegación.
La anatomía del Concorde no es más que la resultante, la muestra de ese ingenio.
¿Y si con el hombre ocurriera lo mismo?
La anatomía del cráneo, ¿no es la resultante, la muestra, de ese ingenio?
En ese caso, la anatomía no se debería aprender, sino comprender.
Hay que plantear las siguientes preguntas.
¿Para qué sirve cada una de las piezas?
¿En qué ingenioso sistema es coherente la pieza?
La forma de esa pieza, ¿acaso no sería muestra de su función?
¿Cuáles son los requisitos del “pliego de cargos” que condicionan la anatomía?
¿Para qué sirve el cráneo?
En los tomos 1 y 2 de Las cadenas fisiológicas se llevó a cabo la investigación de las lordosis y las cifosis.
De nuestras observaciones se desprende que, al observar cada cifosis, occipital, dorsal y sacra, encontramos una cavidad correspondiente: craneana, torácica y pelviana. El papel de estas cavidades es proteger los órganos contenidos en cada una de esas “cajas”.
¿Qué problemas específicos debe resolver el cráneo para asegurar su función protectora?
Para responder a esta cuestión, podemos articular nuestra búsqueda distinguiendo dos tipos de protección:
I. La protección traumática
II. La protección térmica
Figura 3 Cifosis y lordosis
I. La protección frente a los traumatismos
Podemos considerar el cráneo como un móvil que se desplaza en el espacio. Su función principal es proteger los órganos internos, en particular el cerebro.
Para comprender las exigencias que requiere la protección de un móvil de este tipo, les propongo, durante todo nuestro análisis, recurrir a una comparación. Si el cráneo es un móvil con función protectora, es comparable a un automóvil que, al mismo tiempo que se desplaza, protege a los pasajeros que transporta. Así, cuando se trata de mejorar la seguridad de los pasajeros, los constructores de automóviles encuentran el mismo tipo de problemas que el cráneo cuando tiene que proteger el encéfalo. En lo que se refiere a los automóviles, la mejora de la protección sólo pudo hacerse a posteriori, a raíz de las investigaciones realizadas a partir de crash-tests. La multiplicación de experimentos de choque ha permitido que evolucionen los diferentes elementos que componen un automóvil tanto en lo que se refiere a la forma y al material de los que están hechos como a su estructura. Los elementos en cuestión se pueden enumerar como sigue:
1. Carrocería.
2. Chasis.
3. Cabina.
4. Parte anterior del vehículo.
5. Cinturón de seguridad.
6. Airbag.
El estudio comparativo que realizaremos a continuación mostrará en qué medida el cráneo ha adoptado las mismas soluciones; en muchos casos, de forma más ingeniosa.
1a. La carrocería
A comienzos del siglo XX, la principal preocupación de los primeros constructores de automóviles era asegurar la solidez de la carrocería del vehículo. Esta cualidad, que es la solidez, fue confundida con la rigidez y la densidad. Los materiales eran densos y resistentes. Muy pronto, la pesadez y la rigidez de esos vehículos resultaron ser inconvenientes para la manejabilidad, longevidad y seguridad del automóvil. En los choques, la chapa se rompía y los pasajeros sufrían el impacto de frente.
Figura 2 El cráneo es un móvil
Foto 4 La carrocería, un puzle
La carrocería moderna utiliza materiales más ligeros. Ahora bien, para que la ligereza sea compatible con la solidez, es necesario que el material utilizado posea una tercera cualidad: la plasticidad.
Estas distintas cualidades, que se encuentran en las carrocerías de los automóviles y en las carlingas de los aviones modernos, proporcionan gran seguridad de conducción y aseguran una manejabilidad y una adherencia del vehículo mejores. Gracias a la coherencia de su deformabilidad, el automóvil se adapta mejor a las exigencias que plantea la conducción.
1b. La carrocería del cráneo
La carrocería del cráneo es el conjunto del esqueleto craneano. También debe ser ligero y resistente: ligero, para no plantear problemas estáticos y para que las cadenas musculares del extremo de la columna cervical lo manejen fácilmente, y resistente, a la vez que ligero. Para ello, el cráneo debe poseer una tercera cualidad: la plasticidad, la deformabilidad. Ahora bien, esta cualidad fundamental la encontramos de forma natural