–Ohh –Josh observó maravillado cómo el árbol salía bajo la capa de nieve.
Sebastian lo levantó hacia el cielo.
–¿Te ayudo a meterlo? –preguntó Georgia acercándose a la puerta.
–No, mejor échate un poco para atrás. Esto se va a poner perdido.
Ella obedeció y Sebastian arrastró el árbol por la entrada, soltando nieve, agujas de pino y otros residuos por toda la casa. Luego salió de debajo del árbol, lo colocó en la esquina y sonrió.
–Bueno, esta ha sido la parte fácil –dijo.
–¿Y cuál es la difícil? –quiso saber Georgia.
–Conseguir que se mantenga de pie y encontrar el ángulo adecuado.
–¿Qué te parece si preparo café mientras se seca? Y debería llamar a mi madre para decirle lo que pasa con las carreteras.
–Adelante, pero imagino que ya estará al tanto. En las noticias no se habla de otra cosa. Todo el condado está paralizado. Al menos vosotros dos estáis a salvo. Hay mucha gente que se ha quedado atrapada en las carreteras durante la noche.
–¿De veras?
–Sí. Vamos, llama a tu madre y yo haré el café –se ofreció Sebastian.
Así que Georgia descolgó el teléfono y marcó el número de casa de sus padres.
–Hola, mamá.
–¡Quiero abuela! –exclamó Josh– ¡Yo teléfono!
–Mamá, ¿puedes hablar un momento con él? Luego te cuento –le pasó el teléfono al niño.
–¡Abuela, Sebastian tiene un árbol muy grande!
Oh, no, ¿cómo no se le había ocurrido que aquello podría pasar? Extendió la mano para que le pasara el teléfono.
–Cariño, ya has saludado a la abuela. Deja que mamá hable ahora –Georgia agarró el aparato–. Hola, solo quería llamarte para decirte que estamos aquí atrapados y no sabemos cuándo podremos salir. El camino está cubierto de nieve y...
–¿Ha dicho Sebastian?
Maldición.
–Eh... sí.
–¿Se refiere a Sebastian Corder? ¿Estáis en Easton Court?
–Sí –a Georgia se le secó el cerebro, pero no importaba porque su madre tenía muchas cosas que decir.
–No puedo creer que no me lo hayas dicho anoche. ¿Estáis bien? De todos los sitios posibles en los que podrías quedarte atrapada... cariño, ten cuidado...
–No pasa nada, mamá.
–¿Cómo no va a pasar nada? ¡Te rompió el corazón!
–Bueno, fue algo mutuo –murmuró Georgia–. Escucha, mamá, sé que esto no es lo que quieres oír, pero estamos bien, que es lo importante, y Sebastian está siendo muy generoso con nosotros. No te preocupes. No va a pasar nada.
Nada más aparte del beso que se habían dado. Pero habían prometido que no se repetiría.
–Tengo que irme, mamá. Vamos a decorar el árbol. Te llamaré en cuanto sepa qué pasa con la nieve, ¿de acuerdo? Dale un beso a papá de nuestra parte.
Y dicho aquello colgó antes de que su madre pudiera decirle nada más.
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