Este tipo de situaciones representa una situación sinigual para la humanidad, pues se constituye en una deconstrucción de largo aliento de la civilización vigente, al requerir años y centurias para su resolución, como lo ilustra la historia. En ese sentido, vamos para media centuria de vivir en transición; desde la década de los ochenta, esta hace más intensos sus ruidos al incorporar nuevos ingredientes como la situación medioambiental, las migraciones de orden planetario y la inestable alternancia entre gobiernos autoritarios y populares, tan evidente en América Latina.
Periodo precivilizatorio
Históricamente la humanidad ha asistido a dos grandes momentos civilizatorios: el primero, el neolítico, hace unos 6000 años; y el segundo, el capitalismo moderno, a partir del siglo XVI. Dichos momentos cruciales tuvieron en las ciudades sus escenarios protagónicos. La nueva fase a la que estamos asistiendo pone la vida en el centro de sus preocupaciones.
La civilización neolítica se erige a partir del fin de las comunidades precivilizatorias (paleolíticas y mesolíticas) que datan de 1500 000 años. Estas formas originales de organización humana, denominadas también como comunidades gentilicias o clánicas, hacían uso del fuego junto con el lenguaje o comunicación oral. Fueron y son —pues aún existen vestigios vivientes— ajenas a la figura del Estado, aunque no a la jefatura gubernamental ejercida por los consejos de ancianos sobre bandas que contaban con 50 personas, o por aldeas conformadas por 150 miembros. Todos se conocían e identificaban cara a cara; entre ellos primaban los lazos de intercambio recíproco, constituido a través del lenguaje oral en una red vinculante:
[L]a gente ofrecía porque esperaba recibir y recibía porque esperaba ofrecer. Dado que el azar intervenía de forma tan importante en la captura de animales, en la recolecta de alimentos silvestres y en el éxito de las rudimentarias formas de agricultura, los individuos que estaban de suerte un día, al día siguiente necesitaban pedir. Así, la mejor manera de asegurarse contra el inevitable día adverso consistía en ser generoso […] La reciprocidad es la banca de las sociedades pequeñas. (Harris, 1993, p. 6)
Señala Humberto Maturana que la reciprocidad es un hecho que nos resulta significativo por cuanto valida nuestra condición de animales compartidores, que transferimos lo que uno tiene al otro. Esta naturaleza implica cercanía, confianza e intimidad, de la cual surgirá el lenguaje como un modo de convivir “en la coordinación de la conducta y en las coordinaciones de las coordinaciones de la conducta”, es decir, inmerso en el lenguajear; en las emociones que ocurren al vivir juntos en el lenguaje (Maturana, 2008, p. 44). Todos crecen, a partir de entonces, en el lenguaje2.
Si en esas comunidades se dio algún tipo de liderazgo político, este fue ejercido por individuos llamados cabecillas, que carecían de poder para obligar a otros a obedecer sus órdenes (Harris, 1993), en el marco de una cultura matrística, fundamentada en la relación madre-hijo. Esta cultura vivía en medio de tensiones y conflictos tribales de carácter ritual del orden mágico-religioso, y su reproducción formativa se sustentaba en la transmisión oral del conocimiento y en el aprender haciendo, imitativo y replicativo.
Existió una cultura matrística (de matriz), no matriarcal, desde unos 8 mil años hasta 5 mil años a. de C. Recientes hallazgos arqueológicos indican que, en Europa, en la zona del Danubio y en los Balcanes, se desarrolló una sociedad matrística. No era una sociedad en que las mujeres dominaran a los hombres, sino una cultura en que hombre y mujer eran copartícipes de la existencia, no eran oponentes. Había complementariedad. Las relaciones entre los sexos no eran de dominación ni de subordinación. Se vivía de la agricultura, pero sin apropiación de la tierra, que pertenecía a la comunidad. (Maturana, 1 de marzo del 2010)
Esta cultura quedaría obliterada con la aparición de la civilización, que emerge acompañada de una cultura patriarcal, de disputa competitiva, que niega la reciprocidad humana al negar al otro y trenza las relaciones humanas en la tensión, el conflicto y su máxima expresión, la guerra.
En ese periodo precivilizatorio, la vida, como el bien y valor más significativo de los seres humanos, estaba supeditada a la sobrevivencia.
Ese Estado de la humanidad lo podemos ver sintetizado en la tabla 1.
TABLA 1. Periodo precivilizatorio
Periodos: paleolítico y mesolítico |
• Uso del fuego. • Condición comunicacional: oral • Cibernesis: comunidad de ancianos (senados). • Jefes y cabecillas. La matrística. • El lugar: del nomadismo al hogar, la aldea. • Tecnología: uso del fuego. la madera y la piedra. • La vida: supeditada a la sobrevivencia. |
Fuente: elaboración propia.
Periodo civilizatorio premoderno
Hace unos diez mil años, junto a la domesticación de animales como los vacunos y los equinos, la humanidad inventó la agricultura, que llevó a su sedentarización y la posterior constitución de civitas (ciudades). A partir de ese hecho se hablará de la civilización humana. Esos asentamientos urbanos van a requerir un acopio permanente de energía a través del uso generalizado de la biomasa renovable, concentrada en la leña y el estiércol de los animales, constituida entonces en su principal fuente energética y causa de sucesivas tensiones y conflictos.
Junto a la agricultura, el acopio de biomasa y el extractivismo de metales como el hierro, el cobre, el oro y la plata, va a emerger la propiedad privada, la diferenciación social de clases y géneros, el matrimonio monogámico y el sistema religioso propiamente dicho –afín al poder teocrático–, entre otros. En paralelo y en congruencia con ese proceso, emerge el Estado: una organización del poder de carácter despótico, en sus versiones asiática, esclavista y feudal, cuya soberanía se ejerce de manera patrimonialista para gestionar los recursos energéticos y productivos. En ese tipo de Estado,
[…] el soberano es visto como el señor que dispensa su favor y su gracia al pueblo; los puestos públicos no son asignados por capacidad y competencia sino por lealtad y simpatía; no hay una formación estricta y regulada de los funcionarios sino una nominación que obedece a la conveniencia de quien posee la autoridad; la actividad de dichos funcionarios con frecuencia se extiende más allá de lo que les está expresamente señalado; el desempeño de los cargos se remunera sobre todo por el usufructo que de ellos se pueda hacer; se obedece más a la disposición individual del gobernante que a leyes fijas y establecidas. (Villar, 2013)
Ese ejercicio del poder sobre la sociedad requiere del nuevo invento: la escritura, o lenguaje escrito, que se superpone al lenguaje oral y la memoria o conocimiento que transmite, y lleva al traste a las dirigencias de los consejos de ancianos de las comunidades clánicas. Ahora el nuevo poder despótico será legalizado o constitucionalizado al amparo de la norma escrita, que guarda como memoria letrada el conocimiento y tiene su punto de partida en el código de Hammurabi3.
En esta fase de humanidad civilizada, las tensiones y su grado de conflicto antagónico revisten el carácter de guerra militar propiamente dicha, que requieren de un cuerpo armado permanente: el ejército. Este, el cuerpo físico del mismo Estado, se da el derecho de ejercitar la soberanía sobre la vida de los cuerpos por la vía de su negación: la muerte. Institucionalmente, es un aparato armado dedicado fundamentalmente a la conquista de pueblos, el acopio de biomasa y la construcción de imperios.
En este periodo premoderno, las formas de reproducción social, cultural y educativa estarán diferenciadas por clases, estratos, géneros y razas, de acuerdo con el lugar ocupado en la sociedad. Esta asignación implica condiciones de vida indignas para los condenados al trabajo, en calidad de esclavos, siervos, extraños o bárbaros, y para las mujeres, dominadas y reducidas a la vida doméstica. En cambio, las circunstancias son nobles para los privilegiados: el trabajo, que consideran indigno, les resulta ajeno, y tienen el