O sea que el amor era esto. Álvaro González de Aledo Linos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Álvaro González de Aledo Linos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788416110728
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       La superficie del mar

       Entre brindar

       Albricias

       Las lágrimas de Carol

       El viaje de Lucas

       La de la 105 nos vuelve a sonreír

       El reloj ha transformado

      Prólogo

      Indulgencia, mucha indulgencia es lo que tengo que pedir al lector. Porque estos dibupoemas abarcan un periodo de muchísimos años, casi toda una vida, e incluyen desde los amores ingenuos de la adolescencia hasta el amor a un hijo que se va del país y tienes que callar el dolor con un poema que además le transmita algo, pasando por el amor a una madre que ya se despide, a una niña que se hace mujer, y otros más. Por lo tanto muchos tipos de amor y expresados de formas diferentes. Y también porque he tenido que cambiar algunos detalles, formas, y la cronología de los versos, para que no se reconozcan las mujeres, las fechas o las situaciones que ahora, fuera de su contexto, podrían interpretarse mal y causar dolor a alguien por los malentendidos. Para que quede solo su valor literario y no sean el reflejo de una biografía, la mía, que prefiero que permanezca en el misterio, revueltos los aciertos y los errores, las cumbres del amor y sus pozos más hondos. Lo que tengo claro con la perspectiva del tiempo es que, aunque parezca contradictorio con la literalidad de algunos de los dibupoemas, las amé a todas.

      Quiero quedarme contigo toda la noche

      Quiero quedarme contigo toda la noche

      juntos en el silencio de nuestra casa,

      aquí donde te olvidas de que la vida pasa

      por esta ciudad fantasmagórica y oscura,

      aquí donde el corazón pierde su cordura

      y se libera, grita, sueña y canta,

      y dice por mi boca cosas de loco,

      aquí donde tú y yo debajo de la manta

      nos estamos amando poco a poco,

      aquí, cariño, donde he comprendido

      este amor simplicísimo y dorado,

      aquí donde tantas veces nos hemos recorrido,

      y donde tan tiernamente nos hemos besado,

      quiero decirte que te quiero, Ana,

      me quiero quedar contigo hasta mañana.

      En esta cama pequeña y oscura

      donde nos hemos emborrachado de ternura.

      Acaricié el volcancito de tu pecho

      Acaricié el volcancito de tu pecho

      y sorbí la miel de tus pezones,

      creé la música de miles de canciones

      y resumí mil versos en un verso,

      y resumí mil cuerpos en tu cuerpo.

      Todo el amor del mundo se juntaba

      en el cuartito mísero y estrecho

      donde yo torpemente te robaba

      pizcas de amor del desolado pecho,

      y donde te decía

      todo lo que mi tonta cabeza discurría.

      Todo estaba sembrado con amor:

      desde el corcho hasta la última baldosa,

      la luz de la bombilla temblorosa

      y la oscuridad de la tímida ventana,

      mas sobre todo tú, pequeña Ana,

      acostada a mi lado,

      recogiendo calor del cuerpo mío,

      acariciando mi pelo, mi costado,

      y de punta a punta mi cuerpo enamorado.

      Tú eras el alma de la tarde, amada,

      eras tú quien movía mi sangre enamorada.

      Si hubiera que dar un nombre a lo de esta noche

      Si hubiera que dar un nombre a lo de esta noche

      yo elegiría uno robusto y femenino:

      robusto como el loco sexo de medianoche,

      tierno como el amor del lecho matutino.

      ¡Vaya desinhibida y loca madrugada,

      sorprendente, renacida, enamorada!.

      Sorprendente y renacida me amaste ayer,

      me devolviste la alegría de vivir, mujer.

      Fue una noche de esas inolvidables, tiernas,

      de las que te enloquecen de puro inesperadas,

      el rito de un altar de interminables piernas,

      de esquizofrénicas frases musitadas.

      Noche de acariciar lo plano y lo convexo,

      noche de morder lo blandísimo y lo duro,

      de decir tonterías al calor de tu sexo,

      de amar tu pecho blando, de amar tu vientre oscuro.

      Noche mojigata,

      noche de vela en la ciudad dormida,

      en esta ciudad anacrónica y beata,

      la de la ingenuidad de la niñez perdida.

      En ella resucitamos nuestros amores pequeños,

      esos que nunca pudimos confesarnos,

      y entre risas, locuras, recuerdos y sueños

      pudimos al fin amarnos.

      Toda la noche brilló la luz de una bombilla

      en la oscuridad de la villa provinciana,

      la que alumbró tu joven desnudez, chiquilla:

      la única cosa viva de la noche holgazana.

      La que no trascendió de la ventana,

      la que alumbró el despertar del sexo renacido,

      la que me vio besar tu pecho desvalido,

      ¡hermosa redondez de porcelana!

      ¡Cuánto amé, cuánto amé tu desnudez enflaquecida,

      cuánto amé tu larga historia desgraciada,

      cuánto amé tu osadía enamorada

      al derrotar mi timidez rendida!

      ¡Cuánto amé tus pechitos ateridos,

      cuánto amé tus caricias escogidas,