La mayoría de los movimientos implican un esfuerzo combinado de dos o más músculos, actuando un músculo como motor primario. La mayoría de los motores primarios suelen tener un músculo sinergista que los ayuda. Además, la mayor parte de los músculos esqueléticos posee en uno o más antagonistas que ejercen la acción contraria. Un buen ejemplo podría ser la abducción de la cadera, en la que el glúteo medio actúa como motor primario, el tensor de la fascia lata (TFL) como sinergista y los aductores de la cadera como antagonistas, que se inhibirán recíprocamente por la acción de los agonistas.
La inhibición recíproca (IR) es el fenómeno fisiológico en el que se produce una inhibición automática de un músculo cuando se contrae su antagonista. En condiciones especiales, pueden contraerse al mismo tiempo el agonista y el antagonista. Este fenómeno se conoce como cocontracción.
Flexibilidad
Si queremos mejorar la flexibilidad, el principal objetivo de nuestros ejercicios de flexibilidad serán los músculos y su fascia (vaina). Pese a que los huesos, las articulaciones, los ligamentos, los tendones y la piel contribuyen a nuestra flexibilidad, poco podremos hacer para controlar estos factores.
Los huesos y las articulaciones están estructurados de tal modo que permiten una amplitud específica de movimiento. Por ejemplo, la articulación de la rodilla no permitirá que la pierna se doble más allá de la posición recta de la extremidad inferior, con independencia de lo que intentemos hacer.
Los ligamentos conectan un hueso a otro y actúan como estabilizadores de las articulaciones. Deben evitarse los estiramientos de los ligamentos, ya que pueden dar lugar a una reducción permanente de la estabilidad de la articulación, lo que desembocaría en debilidad y lesiones articulares.
Los tendones conectan los músculos con los huesos y consisten en tejido conectivo denso. Aunque son muy flexibles, son extremadamente fuertes. Los tendones también desempeñan un papel en la estabilidad de las articulaciones. Contribuyen en menos de un 10 por ciento a la flexibilidad global de la articulación; por ello, los tendones no son el objetivo principal de los estiramientos.
Estiramientos
Ahora que tenemos un conocimiento general de la flexibilidad, los músculos y la mecánica muscular, procede definir qué es el estiramiento. En relación con la salud y la forma física, el estiramiento es el proceso de pasar determinadas partes del cuerpo a una posición en la que se alargarán los músculos y los tejidos blandos asociados (véase también el capítulo 5).
¿Qué ocurre cuando estiramos un músculo?
Cuando nos sometamos a un programa regular de estiramientos, nos daremos cuenta de que se irán produciendo una serie de cambios en el organismo, específicamente en los propios músculos. Otros tejidos empiezan a adaptarse al proceso de estiramiento, como, por ejemplo, los ligamentos, los tendones, las fascias, la piel y el tejido cicatricial.
Como se ha comentado antes en este capítulo, el proceso de alargamiento de los músculos y, en consecuencia, la mayor amplitud de movimiento, se inicia en los sarcómeros dentro del músculo. Cuando se coloca una determinada parte del cuerpo en una posición, en la que se alarga el músculo, empieza a descender la superposición de los miofilamentos gruesos y finos. Una vez que se consigue esto y todos los sarcómeros están completamente estirados, la fibra muscular se encuentra en su longitud máxima de reposo. En este punto, el posterior estiramiento ayudará a elongar los tejidos conectivos y la fascia muscular.
Desarrollo embriológico de la fascia
Un resumen del origen embriológico de los tejidos conectivos puede aportar información sobre la formación y la localización de los puntos gatillo. Éstos tienden a manifestarse dentro del epimisio conforme a los patrones de estrés miofascial que empiezan a desarrollarse muy pronto en el embrión y también pueden estar relacionados con la alineación fetal en el útero. Estos patrones de tensión se desarrollan conforme vamos madurando desde la infancia hacia la madurez, y se ven influenciados, por ejemplo, por la postura, el aumento de peso y las lesiones mecánicas. La fascia soporta los órganos, envuelve los músculos y se condensa para formar los ligamentos, las aponeurosis e incluso los huesos, cuando se infiltran sales de calcio.
Figura 2.12: Las células proliferan a partir del óvulo general, migran y se diferencian en tejidos funcionalmente especializados.
Al final de la séptima semana de desarrollo, en el embrión ya se encuentran ubicados la mayoría de los órganos, huesos, músculos y estructuras neurovasculares. Alrededor de estas estructuras primitivas empieza a proliferar un grupo de «células de relleno». Estas células de relleno derivan del tejido mesodérmico, una fascia primitiva que se construye a partir de células, fibras y la matriz intercelular. Esta matriz posee una consistencia de fibra de vidrio de aislamiento en un sustrato blando gelatinoso. Esta fascia primitiva sigue siendo blanda en la mayor parte de las zonas del organismo hasta el nacimiento. Sin embargo, en algunas áreas se condensa y se convierte en «direccional» en respuesta a las presiones y tensiones internas y externas. En estas zonas empiezan a formarse ligamentos y tendones. En estos tejidos se desarrollan líneas de estrés y tensión, y se depositan las sales de los huesos, dando lugar a una osificación primitiva. Conforme crece el hueso, algunas fibras del tejido conectivo primitivo se transforman en ligamentos «diferenciados». Un ejemplo de ello es el cartílago prevertebral que crece y penetra en los lechos de tejido conectivo mesodérmico. Conforme lo hace, crea líneas de estrés que ayudan a mantener la integridad y aportan un andamiaje para otras direcciones de crecimiento. A medida que empieza a crecer el hueso, la complejidad de las tensiones y las tracciones direccionales dan lugar a los ligamentos vertebrales diferenciados (blanco, longitudinal posterior, etc.).
Además, se ha demostrado con cierta certeza que el órgano de crecimiento primitivo se basa en esta matriz intracelular mesodérmica. Por ejemplo, el páncreas «potencial» sólo se diferenciará en un órgano maduro con la presencia específica de esta fascia «primitiva» potencial. Se ha sugerido que la fascia primitiva o potencial crea un «campo específico de energía», en el que las células del «potencial» órgano maduran y se diferencian (Schultz y Feitis, 1996). Esto puede tener más sentido cuando consideramos que los huesos, músculos, ligamentos y elementos miofasciales de tejido conectivo comparten un patrón de crecimiento característico.
Figura 2.13: Bolsa fascial: relación entre la fascia muscular y el hueso.
La relación entre el desarrollo de un músculo y su tejido conectivo envolvente miofascial es compleja. Las líneas de estrés pueden aportar una clave para la comprensión de esta relación. Se ha sugerido que, durante el segundo mes del desarrollo embriológico, el tejido conectivo se deposita antes que el tejido muscular, y que el aglomerado o bloque de «tejido muscular potencial, atrapado dentro de esta tracción direccional, se diferencia en músculo maduro orientado a lo largo de la línea de tracción» (Schultz y Feitis, 1996). Estos aglomerados de tejido muscular se elongan debido a la presión direccional. A partir de este punto, dichos aglomerados se desarrollan, diferencian, maduran y crecen de tamaño por reproducción celular mitótica para formar los músculos tal como los conocemos.
En otras palabras, el crecimiento de la fascia a lo largo de las líneas de estrés y tensión constituye el centro neurálgico de la orientación y del desarrollo del músculo. Esto también explica por qué la acción muscular no es singular, sino que está interconectada. Por ejemplo, una contracción del bíceps braquial ejercerá una fuerza en la fascia de todo el brazo, hombro y cuello. La fascia no tiene inicio ni final y los anatomistas la describen conforme a su localización. En una inspección más detenida de las bolsas miofasciales alrededor de los músculos, se observa que realmente forman