El efecto privatizador causó que el número de empresas públicas disminuyera de 1155 a 301. El 40% de las compañías privatizadas eran industrias; 84% se trasladó al sector privado y el porcentaje restante, a cooperativas. La mayoría de los compradores priva-dos eran grandes consorcios y productores de los mismos bienes que las empresas privatizadas.
Esto generó una dinámica en el mercado interno donde el dominio de prestación de servicios y ventas pertenecía a un pequeño grupo de proveedores que no promovía la competencia entre productores. Por lo tanto, se decretó la Ley Federal de la Competencia Económica para regular prácticas monopólicas u oligopólicas.
Tabla 2. Las primeras inversiones tras el TLCAN
RELACIÓN | INVERSIÓN | EMPRESAS QUE MÁS INVIERTEN |
Estados Unidosen México | 184,622 millonesde dólares | Chrysler, Citibank, Ford, General Electric, General Motors, Hewlett-Packard, PepsiCo, Walmart |
Canadáen México | 16,358 millonesde dólares | Bombardier, Goldcorp, Mailhot y Metrican Frontera Cooper Corporation |
Méxicoen Estados Unidos | 27,900 millonesde dólares | América Móvil, Bimbo,Cemex, Gruma, Grupo Cementos de Chihuahua, Grupo Lala y Nemak. |
Méxicoen Canadá | 3,330 millonesde dólares | Grupo Alfa, Grupo México, Industrias CH y Eumex |
Fuente: El Economista (2014). “La transformación inconclusa, 25 años en la economía mexicana”.
EL CAMINO HACIA LA IGUALDAD EFECTIVA
Después de las crisis económicas, México consolidó una nueva dinámica de inversión y de cooperación comercial entre las empresas. La disponibilidad y la diversidad de productos han marcado el paso para el consumo innovador en su propio territorio y a través del mundo.
Durante las últimas tres décadas, según datos del Censo General de Población de 1970 y las Encuestas Nacionales de Empleo de 1991 y 2002, México registró un incremento sostenido en la tasa de participación de las mujeres en el empleo: en 1970, 17 de cada 100 mujeres desarrollaban actividades económicas. En 2003, el número se incrementó a 35.
Poco a poco, la mujer ha ido incursionando en otras ramas económicas, como es el caso del sector de la industria pesada, la construcción y la metalurgia. Se infiere que lo anterior se da como consecuencia de la globalización y de las modificaciones de los esquemas productivos y empresariales que han dado a la mujer una mejor opción laboral.
Esta tendencia se reconoce como parte de las transformaciones económicas que ha vivido México en el contexto de la globalización y de sus principales efectos, así como de la necesidad de generar mayores ingresos (Inmujeres, 2003).
El cambio ha sido radical. Según el Censo General de Población y Vivienda 2000, en México existen 3.6 millones de hogares monopa-rentales —aquellos en los que únicamente está presente el padre o la madre—; de este total, 81.7% corresponde a mujeres y 18.3% a hombres (Inmujeres, 2003).
Más allá del nivel estrictamente económico, hacia finales de la década de los ochenta surge el despertar de la sociedad civil. Se consolidan diversas asociaciones y se organizan distintos foros que buscan expresar y representar el interés específico de las mujeres en el ámbito económico. Gina Zabludovsky (1994), en su libro Presencia de la mujer empresaria en México, habla de los dos primeros congresos nacionales que se llevaron a cabo en 1991 y 1992, el congreso entre empresarias de México, Canadá y Estados Unidos que se realizó en junio de 1994 y la fundación de organizaciones empresariales femeninas en varias ciudades.
En 1989, Fernanda Langarica, en aquella época directora de Finanzas de la empresa de tecnología Samsung, comenzó a cursar la licenciatura en Administración de Empresas en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y finalizó la etapa de universidad en 1993.
La gran fortuna de Langarica fue emplearse en su primer trabajo en una empresa con una cultura de diversidad. “Siempre he estado agradecida con P&G (…) fue muy ilustrativo para mí tener role models (…) porque mi jefa inmediata y la directora de Finanzas eran mujeres”.[1]
En aquella época, Martha Miller era directora general de la compañía del sector de cuidado personal P&G, cuando la empresa comenzaba su expansión en Latinoamérica, en países como Argentina, Chile, Perú y Colombia. También la directora de finanzas era mujer, recuerda Langarica. “Era una empresa estructurada y organizada, daba igualdad de oportunidades (…) desde el inicio de mi carrera me acostumbré a la igualdad y a saber que sí se podía”.
Pero la realidad al salir de P&G y trabajar en una compañía mexicana fue contrastante. En palabras de Langarica:
Recuerdo que en una junta con el presidente de aquella compañía, me dijo: “Hable más recio”. Eso me marcó y me adapté al lugar, fue una experiencia formativa (…) Cuando te sales de un entorno en donde se apoya a la mujer, ves otros entornos en donde tienes que abrir camino.
Ese era el México del fin de siglo. Un país que se abría al mundo donde comenzaba un periodo de liberación comercial y la mujer se abría paso en las empresas y en la construcción de nuevos negocios. En 1991, en México, solo 9.5 millones de mujeres trabajaban. Nueve años después, la cifra se duplicó a 19.3 millones, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI.
Si comparamos la década de los noventa con los inicios de la década de 2000, se observa un incremento en la cantidad de empresas que, por lo menos, tenían una mujer como responsable en las posiciones de más alto nivel en la organización. En 1991, solo 121 compañías tenían estas características, en 2006 eran 250 (Zabludovsky, 2013).
Langarica fue la primera mujer en ocupar un cargo de dirección en la compañía de origen surcoreano. Y hoy es directora de Finanzas en Nacional Monte de Piedad.
LA MUJER EN LA ECONOMÍA GLOBAL
El papel de la mujer en la economía global es una fuerza social que ningún país ni empresa debe ignorar, ya que contribuye a la sustentabilidad y al desarrollo social y económico de un país, no solamente por su aportación a nivel familiar sino porque es generadora de recursos y de trabajo.
Es así como el término womenomics expresa la fuerza que representa la mujer en el crecimiento de la economía. Cuando una mujer tiene acceso a diferentes recursos y oportunidades, en donde su participación es equitativa, tiene la posibilidad de tener una mejor posición para realizar las diferentes funciones que tiene a su cargo, con mejores resultados, y tomar ventaja de una economía incluyente y sostenible. Las evidencias muestran el beneficio para la mujer y su familia a través de una contribución en la economía. Cuando las niñas y las mujeres tienen ingresos, probablemente reinvertirán 90% de estos en sus familias. La inversión en educación y salud de las niñas tiene un impacto económico positivo, ya que una niña sin educación tiene 2.7 veces más riesgo de muerte materna que aquella mujer con más de 12 años de educación.
En la actualidad, la mujer tiene una participación en la población económicamente activa (PEA) mundial de 39.6%; sin embargo, los porcentajes de la PEA cambian dependiendo del desarrollo de cada nación.
En México, las mujeres representan 38% de esta PEA, una participación muy cercana al porcentaje mundial. Sin embargo, hay que analizar el porcentaje de participación en los diferentes niveles de la organización empresarial. A modo de ejemplo, en México, 5.8% de las mujeres está en Consejos de Administración y 25% en la Alta Dirección.
Asimismo, del total de la población mexicana, 68% son trabajadores asalariados, 22%, trabajadores por su cuenta, 5% son trabajadores sin pago y 4% son empleadores.
La distribución por sexo según ocupación se describe en la siguiente tabla. En ella se observa que