Al parecer, los sistemas políticos no tienen memoria y, más aún, parece que no aprenden de la historia y las tendencias subyacentes. Las presiones de los políticos por ser elegidos obligan a que las tendencias se planifiquen para el corto plazo, o sea, un año y medio, más o menos. Si los políticos manejaran las cuentas de sus hogares en la forma en que manejan los países, sus familias tendrían que afrontar serios problemas económicos. Entonces, ¿por qué los votantes no aprenden y exigen que la economía de su país se maneje con más sensibilidad y previsión?
Este libro plantea muchas más preguntas que respuestas, pero trata de desarrollar un gran arco de pensamiento. Este arco de pensamiento intenta cerciorarse de los límites de lo que la economía del país puede ofrecer, bajo supuestos realistas y quiere aprender qué es posible y qué no es posible, ilustrándose en la experiencia de otros países, para luego mirar hacia el futuro y ver si podemos encontrar fortalezas de largo plazo que funcionen en el Ecuador. Si ese análisis es útil, en la planificación y manejo futuro de la economía quizás podrían tomar en cuenta algunos de los hallazgos que se discuten en las siguientes páginas.
Dos argumentos clave que planteamos son que el horizonte, para el análisis y planificación en la política económica, es peligrosamente corto, y la comunicación de asuntos económicos importantes es muy defectuosa —comenzando con el tema de cómo se mide y reporta el déficit o el superávit presupuestario—. En efecto, este análisis sugiere que el presupuesto anual de ingresos y gastos no es la cuenta financiera más importante para los gobiernos y los países; lo que más debería importar es el balance contable intertemporal del sector público, que revela todos los activos y los pasivos, y el patrimonio neto del Estado. La mayoría de países ni siquiera tienen un balance contable del sector público y menos aún un balance contable intertemporal.
Para apostarle a nuestro discurso, tomamos una meta de 80 años, hasta 2100 (hoy estamos en 2020). Esto representa toda una vida para los ciudadanos ecuatorianos que nacen hoy. Planear para las nuevas generaciones es lo correcto, porque el Ecuador y todo el planeta están bajo mucha presión —ambiental y macroeconómica, para nombrar unas pocas—. ¿Dejaremos un futuro decente para nuestros hijos, o es que eso no importa?
El libro solo raspa la superficie y reconoce las limitaciones de cifras en muchos lugares, pero intenta tocar los temas fundamentales de cómo una macroeconomía se mueve y prospera, o entra en pánico, cualquiera que sea el caso.
La intención de este libro es de presentar temas relevantes en capítulos relativamente breves. Estos capítulos pueden ser interpretados como notas para discusión porque nadie tiene el monopolio ni de la visión a futuro ni de la sabiduría. Estamos convencidos de que estos temas merecen ser discutidos, para que el Ecuador pueda tomar buenas decisiones a futuro, y evitar repetir comportamientos económicos procíclicos y perjudiciales que destruyen los valores en lugar de construirlos. Esperamos que los lectores encuentren este libro interesante e informativo y que despierte en ellos curiosidad y reflexión.
La transparencia es lo más importante de todo, por ello, incluimos un anexo que presenta todas las cifras usadas en el libro para cada uno de los capítulos. Dedicamos mucho tiempo a unir cifras de múltiples fuentes. Si el lector encuentra que hay cifras incorrectas, sería muy importante que lo denotara para corregirlo; pero, en realidad, este trabajo le corresponde al Instituto Nacional de Estadística, al Banco Central del Ecuador y a los Ministerios de línea. Esperamos que esas instituciones expandan la publicación de largas series de datos de variables económicas cruciales, en formatos fáciles de usar, para que otros investigadores puedan continuar haciendo nuevos hallazgos que contribuyan a explicar cómo la macroeconomía ecuatoriana funciona y evoluciona.
Todo este trabajo es para tratar de mejorar el futuro. Es por esta razón que el libro está dedicado a todos los niños del Ecuador, pues ellos tendrán que pagar las cuentas pendientes que les dejemos como legado.
Economía y población: pasado, presente y futuro
El tamaño de la economía ecuatoriana está anclado en el tamaño de la población.
Todos los días se menciona en los periódicos la macroeconomía del Ecuador.1 A veces el crecimiento se incrementa y otras veces se reduce. A veces los analistas, periodistas, políticos, comerciantes, banqueros y los ciudadanos en sus casas, con sus familias, reunidos en la cocina o el comedor, discuten las probabilidades de una crisis. Y a veces los ánimos son buenos, quizás cuando el público ve que los precios del petróleo están subiendo, lo cual significa que pueden esperar que los ingresos del Ecuador se incrementen.
Quisiéramos comenzar la discusión de la macroeconomía del Ecuador desde cierta altura, mirando hacia abajo a las características más importantes que determinan el tamaño de la economía. Por tanto, no estamos interesados, en esta primera etapa del análisis, en los altibajos de la actividad económica que tiende a ser muy volátil, sino más bien en los elementos esenciales que determinan el tamaño de la economía y su evolución o tasa de crecimiento en un momento dado —la tautología de la macroeconomía—. Por lo tanto, estamos interesados en la siguiente pregunta: ¿Cuán grande puede ser una economía saludable? O, en otras palabras: ¿Cuál es el tamaño potencial de la economía y su potencial tasa de crecimiento sostenible?
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Una pieza clave que sirve para medir cualquier macroeconomía es el concepto de producto interno bruto (PIB), o Q, de quantity que en inglés significa ‘cantidad’. El PIB es la suma de todos los bienes y servicios producidos en la economía en total, que es típicamente medida trimestral o anualmente y es algo que se puede comparar con otros países del mundo.
Los bienes y servicios, en cada economía, son producidos empleando a las personas y permitiendo que estos empleados trabajen con máquinas (camiones, maquinaria manufacturera, computadoras, plantas eléctricas, etc.) y se adscriban a reglas de conducta de todo tipo (leyes, normas y reglamentos del país) para generar el PIB del país. Entonces, podemos decir que el resultado (Q) que produce una economía es en general una función de la interacción de trabajo (L del inglés labor) y capital (K). El trabajo es un factor de producción que comprende diferentes tipos de actividades; por otro lado, el capital es otro factor de producción que comprende todo tipo de máquinas e instrumentos que contribuyen a la productividad del trabajo.
Q = f (L, K)
Ahora debemos medir estas tres cosas: producción, trabajo y capital para comprender cómo estos interactúan y qué significan al final. No es una tarea fácil. Las autoridades miden la producción y reportan los resultados trimestrales y anuales, recogiendo datos de las fábricas, tiendas, sitios turísticos y muchas más entidades productivas, para mostrar cuánto producen en un periodo de tiempo determinado. El Instituto de Estadística y el Banco Central son los responsables de hacer la sumatoria internacionalmente acordada y luego publicar la información del producto interno bruto. Calcular el PIB es un trabajo de gran magnitud, pero hay mucha experiencia en hacerlo en todos los países y los números son a veces revisados y actualizados en función del tiempo, para que sean más precisos —un ejercicio difícil, pero manejable—.
Luego tenemos el factor “trabajo”. En sentido económico, comprende a toda la gente que trabaja, más las personas autoempleadas, incluyendo los dueños de las fábricas y otros tipos de emprendedores. La gente que está desempleada (D) no se cuenta como “trabajo” porque no produce nada, por ahora, pero son potenciales trabajadores, en cuyo caso se contarían como parte del factor laboral. La medida de “trabajo,” por tanto, es conceptualmente fácil y el gobierno publica las cifras sobre el número de personas que trabajan.
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